Vista de ángulo alto de Kaliningrado, Rusia. Fotografía de stock/vía Getty Images.

La disputa entre Rusia y Lituania deriva de la prohibición del tránsito de ciertas mercancías al exclave de Kaliningrado. El país báltico retiene materiales de construcción, metales y carbón por estar sujetos a sanciones de la UE. La única ruta de tren entre Rusia y Kaliningrado que se ve afectada por la prohibición, aunque no la aérea y marítima. La antigua Königsberg puede convertirse en un casus belli.

La región u óblast de Kaliningrado es un exclave que no comparte fronteras con el territorio ruso. En el oeste limita con el Mar Báltico. Al norte y este está Lituania y al sur Polonia, ambos miembros de la Unión Europea y la OTAN. Esto lo hace muy vulnerable a las crecientes tensiones generadas por la invasión rusa de Ucrania.

A solo 300 kilómetros de la isla sueca de Gotland, clave defensiva para el control del mar Báltico, Rusia considera Kaliningrado su exclave estratégico. Su extensión: unos 15.000 kilómetros cuadrados (similar a la provincia española de León). Su población es de casi un millón de personas, entre ellos decenas de miles de militares. Su importancia aumentará cuando Finlandia y Suecia se unan a la OTAN. La Alianza tendrá entonces más de 7.000 kilómetros de costa del Báltico. Rusia solo unos 200.

El puerto de Kaliningrado, libre de hielo durante todo el año, es junto al de Baltisk la base de la estratégica Flota Báltica de Rusia. Moscú la considera su "portaaviones insumergible". De hecho, la justificación de Stalin para reclamar este territorio tras la segunda guerra mundial fue que la URSS no tenía puertos libres de hielo en el Báltico.

Bielorrusia y Lituania se encuentran entre Rusia y su exclave. Quien viaja de Moscú a Kaliningrado en tren tiene que mostrar su pasaporte en tres fronteras estatales: la rusa, la bielorrusa y la lituana. Pero mientras Bielorrusia sigue dejando pasar todos los trenes rusos, Lituania prohibió recientemente  (el 17 de junio) el paso a aquellos con productos a bordo, cuya exportación a Rusia está prohibida. Su empresa estatal de ferrocarriles, LTG, anunció que impediría el tránsito por su país rumbo a Kaliningrado de bienes rusos sancionados por la UE para su exportación en el curso de la guerra de agresión rusa contra Ucrania. Incluyen: carbón, metales, madera y otros materiales de construcción, así como tecnología avanzada. La agencia estatal RIA Novosti calificó el bloqueo de "casus belli". El presentador de Canal 1 de la Televisión Estatal advirtió que Rusia solo estaba usando el 18% de su Ejército en Ucrania, por lo que estaba lista para una "confrontación directa" con la OTAN si fuera necesario.

El gobernador de Kaliningrado, Anton Alikhanov, se queja de que afecta al 40-50% de todos los transportes de mercancías a Kaliningrado, si bien no incluye ni alimentos ni medicinas.

Con ello el territorio –desde 1945 en situación anómala y en limbo del Derecho internacional– tiene  ahora, en el fragor de la nueva contienda bélica, en vilo a Europa.

Para el ministro lituano de Exteriores, Gabrielius Landsbergis, se trata de una aplicación lógica y sobre todo legal del sexto paquete de sanciones de la UE contra Rusia.

El Kremlin advirtió con "graves consecuencias" por esta decisión que calificó como "hostil y sin precedentes". El 21 de junio el secretario del Consejo de Seguridad ruso, Nikolai Patrushev, realizó una visita a Kaliningrado y se comprometió a adoptar "medidas apropiadas" en el futuro próximo, aunque sin ofrecer detalles. El funcionario acusó a Occidente de haber instigado el bloqueo aplicado por Lituania "en violación de la legislación internacional".

Días atrás Lituania registró un elevado número de ciberataques reivindicados por hackers rusos Killnet contra páginas web gubernamentales (Ministerio de Exteriores, hacienda, departamento de migración, autoridad aeroportuaria…) y privadas. Esta ofensiva bien puede formar parte de las "consecuencias" y represalias con que amenazó Rusia tras acusar a Lituania de imponer un bloqueo al exclave. En cualquier caso, las agencias de ciberseguridad de los países bálticos ya venían informando de un aumento de la actividad hostil en el ciberespacio desde que comenzara el ataque a Ucrania en febrero. 

Conviene recordar que el 1 de abril, Lituania fue el primer país de la UE en prescindir del gas ruso para satisfacer su demanda de energía a través de una terminal flotante de GNL en la ciudad portuaria de Klaipėda. También fue uno de los primeros Estados de la UE en distanciarse del Kremlin después de que salieran a la luz informaciones sobre crímenes de guerra en Bucha, retirando al diplomático de mayor rango de Moscú y solicitando al embajador ruso que abandonara la capital lituana, Vilna.

Hace solo unas semanas, el Parlamento ruso cuestionó la independencia de Lituania, proclamada en 1991. Se introdujo en la Duma un proyecto de ley "sobre la derogación de la decisión del Consejo de Estado de la URSS sobre el reconocimiento de la independencia de la República de Lituania".

Un camión con mercancías pasa la señal fronteriza lituana para entrar en Lituania el 29 de junio de 2022. En la frontera polaco-lituana, el corredor de Suwalki. (Foto de Dominika Zarzycka/NurPhoto)

La tensión actual ha reavivado además el temor a una anexión por parte de Rusia del corredor de Suwałki, de unos 65 kilómetros, que conecta Bielorrusia con el territorio de Kaliningrado a lo largo de la frontera entre Lituania y Polonia. En los últimos años, ha sido considerado el talón de Aquiles de la OTAN. Representa la distancia más corta entre Bielorrusia y Kaliningrado. La toma del corredor permitiría al Kremlin aislar geográficamente a los Estados bálticos del resto de los miembros de la Alianza, al tiempo que se aseguraría el paso, a través del aliado bielorruso, a su exclave. La preocupación ante una posible escalada y en preparación para un eventual conflicto militar, la tentación de Moscú por la opción de tomar el corredor aumenta.

Una anexión de este tipo pondría en marcha el artículo 5 de la OTAN, que compromete a sus miembros a prestar asistencia mutua en caso de que uno de ellos sea atacado.

La región de Kaliningrado es el puesto de avanzada occidental de Moscú. En octubre pasado el Kremlin desplegó en la zona diferentes sistemas de misiles, entre los cuales se encuentra el Iskander-M con capacidad nuclear. Desde su ataque a Ucrania, Rusia ha utilizado aún más este bastión –con  presencia y ejercicios militares– para defender sus intereses ante la Alianza Atlántica. Y la UE es muy consciente de que desde el exclave los misiles nucleares del presidente ruso, Vladímir Putin, pueden alcanzar las principales capitales europeas.

El problema de Kaliningrado para Putin –cuya ex esposa Lyudmila Pútina nació allí– pasa por evitar a toda costa el bloqueo de bienes y servicios debido a las sanciones europeas. Su principal punto débil es la conexión terrestre porque para alcanzar el exclave desde Rusia y viceversa, hay que pasar por Lituania o Polonia. Ha comenzado a redirigir el tránsito de mercancías sancionadas por mar, pero la conexión marítima depende de la ruta del Golfo de Finlandia, donde parte de las aguas pertenecen a Estonia, miembro de la OTAN.

Por una parte, Kaliningrado es para el ciudadano una zona agradable e incluso ambicionada para vivir, con una gran afluencia, a lo largo de la última década, de nuevos residentes que disfrutan de los espacios verdes y el espíritu emprendedor de la ciudad. Por otra, un emplazamiento estratégico en el que todo el mundo tiene alguna relación con el Ejército a través de un familiar o amigo.

Como afirma el eurodiputado y ex ministro de Exteriores polaco Radek Sikorski, "los rusos del Báltico son una esperanza para el futuro de su país". Describe a los habitantes de Kaliningrado como "los más escépticos de Rusia". Pide medidas con el fin de que los residentes puedan obtener un permiso especial para entrar en Polonia sin visado y realizar compras en la UE –como antes de la invasión.

Pese a todos los problemas mencionados continúa el proceso de los últimos años en el que los habitantes de Kaliningrado de todas las generaciones han ido descubriendo las huellas enterradas de la historia. Existe una especie de renacimiento de la Prusia Oriental, un nuevo interés por la historia de la región en la que viven. Existen de hecho iniciativas progresistas y activistas que trabajan para preservar el patrimonio cultural. Se ha invertido en infraestructuras, y no solo para el Mundial de 2018. Durante la pandemia de la COVID-19 el turismo repuntó. Moscú está a 1.300 kilómetros de la antigua Königsberg, Berlín queda a menos de la mitad de esa distancia.

El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, niega el "bloqueo" de la provincia rusa de Kaliningrado pero promete "revisar" las sanciones. La ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock, exige una solución de la UE para Kaliningrado. Lo considera una competencia general de la Comisión –no de un Estado individual–, encargada de coordinar las sanciones. Según la política del Partido Verde, "suspender la prohibición" no implica suavizar las sanciones. Mucho menos una cesión. "En situaciones difíciles es importante reflexionar cuando estas han ocasionado malentendidos". Todos los miembros de la UE aseguran a Lituania plena solidaridad. Sin embargo, diplomáticos europeos afirman que el asunto se ha ido de las manos innecesariamente. "Porque nadie le pidió al Gobierno lituano que implementara el régimen de sanciones de la UE de manera tan consecuente y terminante", explica uno de ellos. Estos y otros argumentos algo vaporosos son clara muestra del nerviosismo reinante en Europa.

La propaganda rusa juega con fuego invocando la situación en el exclave como motivo de guerra. El peligro que entraña Kaliningrado como "casus belli" es que más allá de abrir un nuevo frente en la guerra de Ucrania provocaría un enfrentamiento directo entre las fuerzas rusas y las de la OTAN, llevando a una contienda generalizada.

Fotografías del fotógrafo ucraniano Mikhail Palinchak sobre la guerra en Ucrania en una exposición en la estación de tren por la que pasa el tren de Moscú a Kaliningrado en abril de 2022 en Kalveliai, Lituania. (Foto de Paulius Peleckis/Getty Images)

En años pasados, los analistas hemos pecado quizá de un excesivo optimismo considerando este territorio como una oportunidad para el encuentro entre Rusia y la UE. En estos momentos Europa y el mundo se aferran a la esperanza de que la tensión no abra un nuevo frente en la guerra de Ucrania. Bruselas intenta rebajarla planeando permitir el tránsito a través de Lituania de productos sancionados. Está ultimando un acuerdo de consenso con Rusia y Lituania sobre Kaliningrado. Putin, debilitado y muy suspicaz en lo relativo al exclave, ha de poder salvar la cara. La UE debe dejar claro que las sanciones no quedan desvirtuadas.

Las líneas generales del compromiso para evitar el desastre consisten en determinar que las sanciones no se aplican al tránsito. Es decir, eximir al territorio de las sanciones, a condición de que la carga sancionada se utilice en Kaliningrado y no se exporte a través de su puerto. A cambio, Rusia se abstendría de detener la entrega de sus mercancías a Lituania, como materias primas. Y que Moscú, que se reserva el derecho de “emprender acciones en defensa de sus intereses nacionales”, renuncie a la vía militar.

La Comisión ha aclarado que las sanciones comunitarias por la campaña bélica en Ucrania no prohíben el tránsito ferroviario de mercancías entre Lituania y el exclave ruso. Ha subrayado que las restricciones no permiten el tránsito de mercancías sancionadas por carretera con operadores rusos. Además deben realizarse controles “efectivos” sobre los volúmenes transportados. Los bienes y tecnología militares y de doble uso sancionados están totalmente prohibidos. El Kremlin formula actualmente su postura con respecto a estas aclaraciones.

El gobernador Alikhanov considera resuelto en un 80% el bloqueo parcial del tránsito de mercancías, pero pidió presionar más a Bruselas y a Vilna para el levantamiento de las restricciones por carretera.

Este paso para desactivar la crisis –necesario y urgente– no deja de ser un parche. Y aún no hemos llegado ahí. Kaliningrado/Königsberg sigue constituyendo una anomalía de riesgo extremo. Y como el apoyo de la UE a sus Estados miembros, a la OTAN y a Ucrania se va a mantener, las relaciones entre Rusia y Bruselas no van a mejorar en el futuro próximo.