
La ciudad del norte de siria resurge de sus ruinas después de lograr la retirada de los yihadistas. ¿Y ahora qué? La reconstrucción y un posible proyecto político kurdo en la zona.
“Yo tomé la decisión de venir a combatir al fascismo en Rojava (la autonomía kurda en el norte de Siria, RG) porque considero que el internacionalismo proletario es una parte indispensable del marxismo-leninismo”. Acompañados a sus espaldas por una bandera tricolor de la república española y otra roja con la hoz y el martillo, dos hombres que se tapan toda la cara con un pañuelo dotado de los tradicionales colores kurdos -rojo, amarillo y verde- se dirigen a la cámara de la agencia de noticias turca Etkin para explicar sus razones de apoyo a Kobane, la ciudad en el norte de Siria que se ha convertido en símbolo de la resistencia kurda frente a la barbarie del Estado Islámico (EI), daesh en su acrónimo en árabe.
Decenas de ellos, simpatizantes internacionalistas procedentes de Europa o Turquía, se están uniendo estos días a las milicias kurdas de las Unidades de Protección (YPG) y a los todavía escasos civiles en Kobane para reconstruir la urbe después de que lograra romper el asedio al que la sometieron los yihadistas del EI durante 134 días -hasta su retirada total el lunes 26 de enero. La YPG es el brazo armado del sirio Partido de la Unión Democrática (PYD), que a su vez está afiliado a la organización armada Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), fuertemente influido por la ideología marxista-leninista.
Hasta donde alcanza la vista la urbe de Kobane -sobre todo su este, brutalmente carcomido por fuertes bombardeos de la Coalición- se encuentra sumida estos días en un de amasijos retorcidos, cráteres debido a disparos de mortero, improvisadas trincheras ahora recubiertas de basura, coches pulverizados; ruinas que claman al cielo.
Que el trabajo de reconstrucción es harto difícil lo demuestra la vuelta a la urbe de un periodista local, Jack Shahine, que encontró el cadáver carbonizado de un yihadista frente a la puerta de su casa. Muy cerca halló otro, perteneciente a un islamista decapitado, una prueba de que no solamente los de la marea negra tienen un monopolio sobre la barbarie.
Al menos 1.271 yihadistas han caído en Kobane frente a los quinientos y mucho peor armados guerrilleros kurdos: algo que denota la eficacia de los bombardeos liderados por Estados Unidos. “Kobane será el cementerio del Estado Islámico”, fue una de las consignas que más repetían los kurdos ya a mediados de septiembre, el asedio nada más comenzado. Fue solo la decisión por el martirio -“o Kobane se mantiene o morimos en el intento”- lo que a fin de cuentas precipitó los bombardeos.
Decenas de restos de cuerpos todavía se hallan en los escombros descomponiéndose, un peligro sanitario que añadir a las minas que el EI dejó en la retirada de la urbe y los morteros que yacen en el ...
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