Musa, un kurdo de 25 años, entre las ruinas de la ciudad de Kobane tras expulsar al Estado Islámico. Bulent Kilic/AFP/Getty Images
Musa, un kurdo de 25 años, entre las ruinas de la ciudad de Kobane tras expulsar al Estado Islámico. Bulent Kilic/AFP/Getty Images

La ciudad del norte de siria resurge de sus ruinas después de lograr la retirada de los yihadistas. ¿Y ahora qué? La reconstrucción y un posible proyecto político kurdo en la zona.

“Yo tomé la decisión de venir a combatir al fascismo en Rojava (la autonomía kurda en el norte de Siria, RG) porque considero que el internacionalismo proletario es una parte indispensable del marxismo-leninismo”. Acompañados a sus espaldas por una bandera tricolor de la república española y otra roja con la hoz y el martillo, dos hombres que se tapan toda la cara con un pañuelo dotado de los tradicionales colores kurdos -rojo, amarillo y verde- se dirigen a la cámara de la agencia de noticias turca Etkin para explicar sus razones de apoyo a Kobane, la ciudad en el norte de Siria que se ha convertido en símbolo de la resistencia kurda frente a la barbarie del Estado Islámico (EI), daesh en su acrónimo en árabe.

Decenas de ellos, simpatizantes internacionalistas procedentes de Europa o Turquía, se están uniendo estos días a las milicias kurdas de las Unidades de Protección (YPG) y a los todavía escasos civiles en Kobane para reconstruir la urbe después de que lograra romper el asedio al que la sometieron los yihadistas del EI durante 134 días -hasta su retirada total el lunes 26 de enero. La YPG es el brazo armado del sirio Partido de la Unión Democrática (PYD), que a su vez está afiliado a la organización armada Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), fuertemente influido por la ideología marxista-leninista.

Hasta donde alcanza la vista la urbe de Kobane -sobre todo su este, brutalmente carcomido por fuertes bombardeos de la Coalición- se encuentra sumida estos días en un de amasijos retorcidos, cráteres debido a disparos de mortero, improvisadas trincheras ahora recubiertas de basura, coches pulverizados; ruinas que claman al cielo.

Que el trabajo de reconstrucción es harto difícil lo demuestra la vuelta a la urbe de un periodista local, Jack Shahine, que encontró el cadáver carbonizado de un yihadista frente a la puerta de su casa. Muy cerca halló otro, perteneciente a un islamista decapitado, una prueba de que no solamente los de la marea negra tienen un monopolio sobre la barbarie.

Al menos 1.271 yihadistas han caído en Kobane frente a los quinientos y mucho peor armados guerrilleros kurdos: algo que denota la eficacia de los bombardeos liderados por Estados Unidos. “Kobane será el cementerio del Estado Islámico”, fue una de las consignas que más repetían los kurdos ya a mediados de septiembre, el asedio nada más comenzado. Fue solo la decisión por el martirio -“o Kobane se mantiene o morimos en el intento”- lo que a fin de cuentas precipitó los bombardeos.

Decenas de restos de cuerpos todavía se hallan en los escombros descomponiéndose, un peligro sanitario que añadir a las minas que el EI dejó en la retirada de la urbe y los morteros que yacen en el suelo sin haber explotado.

Bien cubiertas las espaldas, en el centro de la urbe se ha creado una comisión especial, desde la cual se ha realizado llamamientos a ONG internacionales en aras de que se solidaricen para afrontar de forma conjunta la ardua reconstrucción. Durante días las tareas centraron en la retirada de cadáveres -y a veces su repatriación en el caso de yihadistas- así como la detección y destrucción de minas dejadas por el EI en su retirada.

Entre los escombros se han retirado ya docenas de cadáveres, muchos de ellos de nacionalidad turca. También otra prueba más del odio del EI hacia las mujeres: en una vivienda abandonada a todo correr por los islamistas se ha encontrado un retrato de una pareja en el que el rostro descubierto de la fémina ha sido desfigurado con una bala certera.

Entre las propuestas para rehabilitar Kobane y convertirle en un centro conmemorativo de los mártires caídos destaca el dejar una zona de la ciudad intacta -es decir, totalmente destrozada- y acoplarla así a un posible futuro “museo de la resistencia”. En todo caso, las autoridades kurdas sirias en la zona y los internacionalistas de ideología socialista engendran ideas -ya sea en los improvisados despachos o a la lumbre de una primitiva fogata- para intentar convertir la reconstruida ciudad en una suerte de futuro paraíso socialista.

Periodistas que han estado sobre el terreno (o mejor dicho: las ruinas) de Kobane después de su liberación son escoltados por personas cercanas a las milicias kurdas de la YPG y apenas pueden hacer algo que no sea controlado, se quejan. Es debido a su seguridad, dicen los locales, que se esfuerzan por mantener una férrea disciplina, también mediática.

Después de la enorme sangría para los guerreros kurdos, la YPG no desea grietas en la cobertura mediática, más teniendo en cuenta que ha ganado claramente durante el asedio la guerra de los medios.

Asimismo, el comando de la YPG ha hecho un llamamiento a la juventud para que retorne a la ciudad y su entorno para formar parte de la reconstrucción. Los primeros nuevos edificios -por ejemplo el de la municipalidad- ya se están construyendo poco a poco. Oficialmente ya son al menos 1.470 las familias que han retornado y unos 2.400 los jóvenes que han decidido volver.

Estos días los que apoyan una reforzada autonomía kurda en el norte de Siria -lo que se llama Rojava- combaten en dos frentes: en uno se esfuerzan por paliar las necesidades de los ex refugiados que van llegando a cuentagotas desde Turquía para asentarse de nuevo en la población, que llegó a contar antes del asedio con unos 200.000 habitantes.

Y mientras tanto, los enfrentamientos entre las milicias kurdas sirias -apoyadas por los peshmergas o milicias kurdas del norte de Irak y voluntarios extranjeros- y los islamistas prosiguen. Frente a la amenaza del EI en Siria los esfuerzos de las milicias kurdas se centran ahora en liberar los 350 pueblos que rodean a Kobane.

Según informaciones que coinciden tanto del Observatorio de Derechos Humanos de Siria (SOHR) como de medios prokurdos que intentan romper el cordón de los yihadistas alrededor de Kobane, el EI está ofreciendo menos resistencia de la esperada. Ya son más de la mitad los pueblos liberados y pronto se espera una victoria que permita unir las tres provincias que forman la autonomía kurda en Siria: Rojava.

Otro de los efectos de esta retirada—ya sea en desbandada o no—es que ya son numerosos los yihadistas que vuelven a sus lugares de origen, según informaciones entre otras del grupo Raqqa is Being Slaughtered Silently (RBSS) y el rotativo francés Le Figaro.

En particular, ya se cuentan por centenares los que abandonan o intentan abandonar -con peligro de muerte- las filas del Estado Islámico, puesto que lo que encuentran en los territorios conquistados por los yihadistas -el califato ya ocupa el tamaño de Bélgica entre Irak y Siria- no es como esperaban. Muchos de los recién llegados, al no tener una formación técnica o militar acorde con lo demandado, son preparados para lo poco que pueden servir: misiones suicidas.

Así las cosas, el gran perdedor de esta lucha es Turquía. El presidente turco, Recep T. Erdogan, avisó en octubre que “Kobane está a punto de caer” y ahora, cuando ya está siendo reconstruida por unas fuerzas que dicen compartir una ideología marxista-leninista y han defendido a sangre y fuego la autonomía kurda, dice que Ankara no tolerará un proyecto político kurdo como el del norte de Irak, demasiado tarde. Y por si no tuviera suficientes quebraderos de cabeza, Turquía ha recibido recientemente una noticia inquietante. Según la página web turca GriHat, los servicios de inteligencia turcos habrían comunicado a fuerzas de seguridad en el país euroasiático que hasta enero de 2015 unos 3.000 yihadistas del EI habrían cruzado la frontera desde Siria con la intención de planear y cometer atentados en las principales ciudades turcas. Precisamente contra objetivos de países de la Coalición que mediante sus bombardeos rompieron el asedio de Kobane.