Gasolinera en Caracas, Venezuela. Thomas Coex/AFP/Getty images
Gasolinera en Caracas, Venezuela. Thomas Coex/AFP/Getty images

Las economías de ciertos países de América Latina dependen en exceso de una sola materia prima. Éstos son algunos ejemplos.

Venezuela: petróleo

La situación política de Venezuela, así como la onda expansiva que genera en el exterior, no podrían explicarse sin el petróleo, la materia prima que representa la mitad de los ingresos y el 95% de las exportaciones del país. Difícilmente podría el sistema político esgrimido por Hugo Chávez y ahora por Nicolás Maduro, con sus méritos y sus errores, sostenerse sin el oro negro, pues es éste el que ha posibilitado los ingentes ingresos sobre los que se han edificado muchas de las medidas sociales que lo sustentan. Pero el precio del barril de crudo ya no está en los niveles de 2007, cuando el país crecía en torno al 7%. A la controversia sobre los excesos autoritarios y los defectos en la gestión de la economía se suma ahora la de qué hacer con el precio del petróleo en caída libre.

Venezuela no es el único país dependiente del crudo que se ha dejado llevar por los buenos tiempos y que no ha diversificado la economía, pero sí es un caso paradigmático. El recuerdo del dinero fácil que se obtenía con el barril a 100 dólares, de las programas sociales que se podían lanzar, del capital político que podía comprarse y del peso diplomático que pudo arrogarse el Gobierno parecen ya un sueño lejano: con la caída de los precios, Venezuela podría estar hoy al borde del impago de sus deudas exteriores. A todo ello se suma el problema de la corrupción de la compañía estatal, Petróleos de Venezuela, que ya ha comenzado a reformarse.

El país ha adquirido un considerable peso diplomático en América Latina gracias al oro negro, con el que ha financiado a sus aliados, sobre todo, a Cuba. Ahora, los bajos precios y el consecuente retroceso del poderío venezolano se dejan sentir incluso en La Habana, y máxime en un momento en el que ésta se aproxima gradualmente a Estados Unidos. Qué quedará de la complicidad regional conseguida gracias a la bonanza petrolera es otra de las preguntas que se hacen los venezolanos.

 

Chile: cobre

Mina de cobre de Chuquicamata, a unos 1.000 kilómetros al norte de Santiago, Chile. Martin Bernetti/AFP/Getty Images)
Mina de cobre de Chuquicamata, a unos 1.000 kilómetros al norte de Santiago, Chile. Martin Bernetti/AFP/Getty Images)

No sólo es el Estado latinoamericano que goza de más credibilidad internacional en su política económica, sino que Chile también es el mayor exportador mundial de cobre. Ambas cosas van indisolublemente unidas, ya que el mencionado prestigio no sería posible si este país no hubiera hecho un esfuerzo por gestionar de forma adecuada la materia prima de la que en gran medida depende su economía.

Chile ha sido más previsor que sus vecinos y ha establecido un fondo de reserva para las pensiones derivado de sus ingresos mineros. También se ha esforzado más que otros países de la región por diversificar su economía, aunque no lo suficiente, puesto que la caída en el precio del cobre afecta drásticamente a las cuentas nacionales. Igualmente, Chile ha diversificado sus mercados de exportación mediante la firma de varios acuerdos comerciales bilaterales.

A pesar de la digna gestión de ese maná chileno que es el cobre, esta inmensa industria arrastra una gran problemática. Las emisiones de CO2 derivadas de esta actividad han aumentado un 65% en una década, y la industria ha dado lugar a importantes accidentes ecológicos. Sin embargo, las autoridades han demostrado una gran escrupulosidad en la concesión de los permisos para las operadoras mineras. Recientemente, el Tribunal Supremo paralizó un proyecto de una compañía minera canadiense para la extracción de oro y cobre en el norte del país, por no haber consultado debidamente a las comunidades indígenas de la zona. Las autoridades también han paralizado varios proyectos por incumplimientos en materia medioambiental, e incluso se han decretado multas multimillonarias a las empresas que se saltan la normativa. En vez de caer en la permisividad sin freno o en la obstrucción innecesaria, la minería chilena cuenta con un sistema sofisticado de escrutinio, aprobación y sanción.

La seguridad de las actividades extractivas de las que depende su economía a veces deja mucho que desear. El desastre más célebre tuvo lugar en 2010, cuando más de treinta mineros quedaron atrapados durante 70 días. Sin embargo, las autoridades trabajan por reducir la siniestralidad laboral en las minas, que es una de las más bajas de entre las actividades económicas del país.

 

Ecuador: petróleo

Este país posee las terceras reservas de petróleo más grandes de Suramérica. La mitad de sus exportaciones y dos tercios de sus ingresos dependen del oro negro. La riqueza derivada del crudo ha permitido al presidente ecuatoriano, Rafael Correa, financiar el gasto social que lo mantiene al frente del Gobierno desde 2007, ganar tres elecciones consecutivas y recurrir a enmiendas constitucionales para poder concurrir a más comicios y mantenerse en el poder. Pero la bajada de los precios supone una amenaza, y por eso Ecuador, el miembro más pequeño de la OPEP, ha intentado sin éxito convencer a los grandes del cártel para rebajar la producción y hacer subir los precios.

El Gobierno de Quito ha encontrado una fuente alternativa para paliar la flaqueza de sus cuentas públicas como resultado de la caída del crudo: China. El país suramericano ha tomado prestado miles de millones de dólares de Pekín desde 2008, año en el que declaró el impago voluntario de parte de su deuda. El dinero chino ha camuflado la cuerda floja en la que se mueven las cuentas públicas por el descenso de ingresos petroleros, menguando a su vez los incentivos para la divesificación. A cambio de su largueza, el gigante asiático ha acaparado la mayor parte del petróleo producido por Ecuador, que ha puesto su principal recurso económico en manos de China para que éste lo re-exporte a todo el mundo.

Por otra parte, la actividad petrolera ha ocasionado gravísimos accidentes medioambientales en el país. Entre éstos sobresale el inmenso vertido provocado por la corporación Chevron-Texaco en la provincia de Santa Elena, que destruyó grandes espacios de selva amazónica y el modus vivendi de las comunidades afincadas en el área contaminada. Pero la codicia de las grandes multinacionales no es la única amenaza al ecosistema; también lo es el afán productor de las autoridades, que en 2013 dieron permiso a una subsidiaria de la compañía petrolera estatal para operar en un valioso parque nacional, bajo el pretexto de que estas actividades darían vigor a la economía local y aliviarían la pobreza.

 

Bolivia: gas

Inauguración de una planta de gas en la región boliviana de Santa Cruz.
Inauguración de una planta de gas en la región boliviana de Santa Cruz.

El presidente boliviano, Evo Morales, se ha distinguido como uno de los líderes latinoamericanos más populares y con mayor grado de aceptación por parte de sus compatriotas. Buena parte de su prestigio se debe a sus exitosos programas de reducción de la pobreza, que se han financiado en gran medida con los ingresos del gas natural que tan abundantemente ha fluido durante su mandato. Bolivia depende en grado sumo de esta materia prima, que representa casi la mitad de las exportaciones del país, y las autoridades son plenamente conscientes de esa excesiva dependencia. No es la primera vez que Bolivia se hace adicta a una materia prima (en su día, dependió en exceso de la plata y otros metales), y ahora, con el precio del gas desplomándose en paralelo al del petróleo, las autoridades exploran alternativas para la diversificación.

Una parte importante de los ingentes ingresos derivados del gas boliviano se debe a la fuerte demanda china, pero ésta parece estar desacelerándose. A su vez, la bajada de los precios hará aún más acusadas las deficiencias logísticas y de transporte de este país sin salida al mar, mientras que las tensas relaciones con vecinos como Chile complican la llegada a puerto del gas.

Se espera que Bolivia continúe mejorando sus sistemas de procesamiento del gas, de tal forma que pueda incorporar valor añadido a su principal activo económico y dejar de importar gas procesado. Incluso está explorándose la posibilidad de extraer gases no convencionales por medio de métodos tan controvertidos como el fracking. Esto puede generar una fuente adicional de ingresos, pero choca con uno de los teóricos pilares de la filosofía de Evo Morales: el respeto a la tierra y a los derechos de las comunidades indígenas que la habitan. El dilema del líder entre su papel de creador de riqueza y de custodio del modo de vida tradicional del país alcanza aquí su punto álgido.

 

México: petróleo

Los ingresos de México dependen excesivamente del crudo. Un estudio muestra que la dependencia irá reduciéndose, pero a un ritmo insuficiente, ya que los ingresos derivados del oro negro dan lugar a una complacencia que desincentiva el reformismo. Así, durante el boom petrolero, el Estado dejó de lado la diversificación económica, lo que perpetuó el crecimiento de la economía informal y la escasez de ingresos fiscales provenientes de actividades distintas a la extractiva.

Al igual que ocurre con otras petroleras estatales latinoamericanas, la mexicana Pemex arrastra problemas derivados de ineficiencia, sobrecotización de proyectos, infraestructura deficiente, asfixia burocrática, descenso de la producción y exceso de dimensión. El año pasado registró los peores resultados de su historia y ahora se ha recortado drásticamente su presupuesto. También están investigándose contratos fraudulentos que representan un total del 8% de los adjudicados por Pemex, y de los que en algunas instancias se ha podido beneficiar el narcotráfico. Las autoridades han establecido multas millonarias para varios altos cargos de Pemex por infracciones en las adjudicaciones.

En agosto de 2014 se aprobó una reforma del sector para intentar frenar la caída de la producción. La medida más controvertida es la liberalización de esta industria, que permite, por primera vez desde 1934, que las empresas privadas puedan participar y acabar así con el monopolio de Pemex. Este hito no llega en el mejor momento, ya que la bajada de precios ha enfriado a algunos inversores, lo que ha llevado a las autoridades a retrasar algunos contratos a la espera de que los precios repunten, o a hacer las condiciones de los contratos más favorables para las empresas. Pero quizá la cuestión crucial es si la liberalización servirá para lucrar a unos pocos a expensas de unas cuentas públicas peor nutridas, y si los ingresos del crudo fluirán aún en menor medida hacia los muchos ciudadanos y sectores económicos no petroleros que los necesitan.

 

Argentina: soja

Soja descargada desde un camión en la localidad de Perez Millan, a unos 200 kilómetros de Buenos Aires, Argentina. Daniel García/AFP/Getty Images
Soja descargada desde un camión en la localidad de Pérez Millán, a unos 200 kilómetros de Buenos Aires, Argentina. Daniel García/AFP/Getty Images

La soja es el oro verde de Argentina, primer exportador mundial de aceites y de harinas de esta planta leguminosa, y tercer exportador de grano de soja. Más de la cuarta parte de las ventas exteriores del país dependen de la soja, lo que la convierte en la principal fuente de divisas. La expansión de este cultivo parece imparable, y en la actual campaña se prevé una cosecha récord (pero con precios internacionales bajos debido a las inmensas cosechas suramericanas).

La soja continúa así ocupando una parte creciente del campo argentino y desplazando a otras actividades agrarias. Con los ingresos derivados de la soja se financian programas sociales, pero también se empobrece a campesinos y productores de otras materias primas que se ven asediados por el oro verde. El fértil campo argentino avanza hacia un relativo monocultivo, y la sensibilidad ante bajadas en el precio internacional del producto afectan desproporcionadamente a la economía nacional.

La inmensa demanda china está detrás de esta pujanza de la soja, puesto que el país asiático es el primer comprador de este producto. Pero Pekín sale ganando a cambio de ser su principal cliente: mantiene a Argentina como proveedor de un producto agrario de bajo valor añadido, mientras que le exporta capitales y financia proyectos de infraestructuras de alto valor que son acometidos por empresas chinas. Esto debilita al sector industrial argentino, hasta el punto de que su principal sindicato se ha opuesto a que los proyectos financiados por China se adjudiquen automáticamente a empresas del gigante asiático. La sombra de la soja es muy alargada y, al tiempo que proporciona un caudal de ingresos vital, golpea a otras actividades agrarias e incluso a las empresas del país.