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Papel de votación de las elecciones generales del 4 de marzo, 2018. Pier Marco Tacca/Getty Images

Un repaso a los interrogantes y escenarios que dejan los resultados de las elecciones en Italia.

Una nueva etapa política empieza desde esta semana en Italia con la necesidad de acuerdos y una marcada incertidumbre, tras las elecciones generales celebradas en Italia el domingo. La irrupción con fuerza en el Parlamento de los indignados del Movimiento Cinco Estrellas (M5S, por sus siglas en italiano) y de la xenófoba y ultraderechista Liga, han dibujado un nuevo escenario, en el que la coalición de centroderecha ha sido la más votada, pero con menos del 40% de las papeletas y con muchos obstáculos para formar Gobierno.

El nuevo Parlamento —cuya primera sesión está prevista para el 23 de marzo— será un puzle con más piezas de las que tenía el anterior y, además, difíciles de alinear por incompatibilidades entre ellas. La sombra de la ingobernabilidad ha marcado el día después de los comicios y lo continuará haciendo en las próximas semanas —“quizá, meses”, según explicaba un analista—, puesto que el tablero político ha sido completamente revolucionado. Italia se ha quedado sin Gobierno y así seguirá por un buen tiempo.

Pero esto no es lo único nuevo que deja la elección. La otra gran novedad es el desplome del progresista Partido Democrático, una formación que hasta ahora no había sido afectada por la gran crisis que ya han sufrido formaciones similares europeas desde hace una década, y que ahora se encuentra sumida en un momento de confusión.

“El gobierno saliente registraba una popularidad que rozaba el 40%, mucho más que el conjunto de la coalición de centroizquierda y el doble que el PD. Esto se debe quizá a que [el Primer Ministro italiano y miembro de ese partido, Paolo] Gentiloni no ha sido involucrado mucho en la campaña electoral”, explicaba el analista Vincenzo Emanuele, politólogo de la Universidad Luiss de Roma. “El otro fenómeno es que, desde 1994, los italianos han castigado a todos los Gobiernos salientes”, añadía, al afirmar que, sin embargo, también otros elementos han incidido en la evaluación peyorativa que la ciudadanía ha tenido sobre el PD.

“He querido castigar al PD por leyes que no son de izquierda, como el Jobs Acts (una reforma laboral promovida por el centroizquierda y muy amada por los empresarios italianos), que ha flexibilizado aún más al mercado laboral, con el resultado de que mis hijos padecen hoy una inestabilidad laboral inimaginable”, afirmaba una muy politizada exvotante del PD, al resumir el sentir de una parte del electorado de centroizquierda. “He visto gente cuyos padres militaban en el Partido Comunista elegir al Movimiento Cinco Estrellas”, explicaba Mario Fiore, otro votante del PD del barrio de la Magliana, en los suburbios de Roma.

La cuestión remite a la situación socioeconómica del país. Porque Italia ahora crece —alrededor del el 1,5%, según los últimos datos— y ha reducido el paro (ahora, 11%). Pero crece menos que el promedio de la Eurozona y además, la renta per cápita no avanza desde la creación del euro y el bienestar no ha llegado a las calles. El paro juvenil es más del 30% y los jóvenes ni-ni (ni estudian ni trabajan) son el 19%, casi el doble del dato promedio de la UE. Además, el sur todavía continúa en una situación de menos desarrollo socioeconómico que el rico e industrializado norte. Y, como si no fuera suficiente, los bancos tienen deudas por la Gran Recesión que se han destapado con retraso, después —por ejemplo— del caso español.

Con ello, el escenario que viene es de meses de tensión, dentro y fuera de Italia, también por las repercusiones que habrá sobre la estabilidad en la UE. La primera víctima podrían ser precisamente los inmigrantes, puesto que Italia es la puerta de entrada de la inmigración irregular a Europa. “Se ha registrado un aumento de discursos de odio y preocupa. Unos aislados hechos de violencia durante la campaña han sido observados y los observadores han pedido que se investiguen, puesto que estas acciones no deberían tener sitio alguno en el debate político”, han escrito los observadores de la misión de la OSCE, en su informe sobre las elecciones italianas.

Otra consecuencia adicional que se teme es una avanzada del discurso euro-escéptico. El líder de la Liga, Matteo Salvini, aquí se sitúa en primera línea, como también recordó en sus primeras declaraciones después del voto, al decir que el euro es una moneda “equivocada y su destino es morir”. Aunque también llama la atención que, en la región Toscana, la coalición de centroderecha presentó como candidato al economista Alberto Bagnai, conocido como “el profesor antieuro” y autor del libro El atardecer del euro. Y que, en la circunscripción de Siena, el grupo presentó como candidato a Claudio Borghi, otro intelectual considerado euroescéptico. Tanto Borghi como Bagnai cosecharon buenos resultados en la elección, aunque solo el segundo ha resultado elegido como nuevo senador del Parlamento italiano, según el recuento final.

Todo ello amenaza con dinamitar los planes de Ángela Merkel, la Canciller de Alemania, y del Presidente francés, Emmanuel Macron, de la Europa a dos velocidades. Un proyecto, este, que hasta ahora ha garantizado Gentiloni. Prueba han sido los viajes del hasta ahora Primer Ministro a Berlín y París, así como la cumbre del pasado 10 de enero en Roma entre los países Eumed (Italia, Francia, España, Chipre, Malta, Grecia y Portugal), que sirvió para consensuar posiciones frente al Grupo de Visegrado, integrado por República Checa y Eslovaquia, Polonia y Hungría (estos últimos dos países, junto con Austria y Bulgaria, ya gobernados por fuerzas ultras). Países cuyos líderes, por cierto, se han reunido en los pasados meses con representantes de la Liga y de Hermanos de Italia, el otro gran socio de Berlusconi y la Liga.

Un último elemento es que, si bien el partido perdió a nivel nacional, ha logrado mantenerse en la región de Lacio (cuya capital es Roma), donde el gobernador saliente, Nicola Zingaretti, ha vuelto a ganar los comicios regionales por segunda vez. Y Zingaretti, quien pertenece a una corriente interna distinta de la de Matteo Renzi, habría logrado su resultado en particular por su gestión considerada exitosa y por las críticas en estos años a Virginia Raggi, la alcaldesa de Roma y representante del M5S.

Por todas estas razones, la situación del Partido Democrático no es baladí y podría tener repercusión en que Italia logre, o no logre, un Gobierno sin la convocatoria de nuevas elecciones. Tras la derrota, el jefe de la formación, Matteo Renzi, anunció su dimisión, pero dijo que esta se formalizará tras la formación del nuevo Gobierno italiano, según dijo, al añadir que el PD no dará apoyo alguno al M5S. “Nos separa de [el líder de la Liga, Matteo] Salvini y [el jefe de M5S, Luigi] Di Maio su antieuropeísmo, su antipolítica y su odio verbal”, se justificó Renzi.

 

¿Misión imposible? 

Sin embargo, la línea del PD —y la posición de Renzi— podría sufrir cambios, puesto que a la minoría de izquierda del PD no le ha sentado nada bien la decisión de su hasta ahora líder de quedarse al mando un tiempo más y algunos incluso se han dicho disponibles a un acuerdo con el M5S. Esta ha sido, por ejemplo, la postura de Michele Emiliano, perteneciente a esa corriente del PD y quien en una entrevista el martes al diario italiano Il Fatto Quotidiano, resumía así la situación: “Renzi nos está haciendo correr el riesgo de una catástrofe democrática y la destrucción del PD. Quiere impedir que el partido apoye al M5S (…) pero ese es el único camino posible”, ha afirmado Emiliano.

“Debemos dar un apoyo a un Gobierno del M5S pues con esta victoria tienen el derecho de gobernar. Así podremos ejercitar una función de control sobre el programa (…) Si no hacemos eso, las derechas se consolidarán”, ha añadido. Esta es la guerra de las guerrillas que está en estas horas desatándose en el PD. No obstante, esta postura no es única incluso dentro del ala minoritaria de la formación, puesto que algunos se han dicho contrarios a apoyar un Gobierno liderado por el M5S y la hipótesis tampoco tiene el apoyo de buena parte de las bases de la formación.

A este enredo se suma asimismo la posición de la centroderecha, que tampoco es clara. Por una parte, está Salvini, el jefe de la Liga —y aliado en Europa de la también eurofóba francesas Marine Le Pen—, que ha desechado las “alianzas extrañas” con otras fuerzas políticas distintas de las de la coalición de centroderecha y ha reclamado ser él el líder de la centroderecha. Por la otra, se encuentra Silvio Berlusconi quien, tras reunirse el lunes brevemente con Salvini, ha emitido el martes por la tarde una declaración de vídeo grabada en la que dijo que él es “el garante” de la centroderecha y ha pedido que se le entregue a su coalición el encargo de formar Gobierno. Algo que algunos han interpretado asimismo como una estrategia para evitar que la coalición se divida.

Es en este enredado contexto que se contiene la tensión política y que la batalla para dar un Gobierno a Italia se hace mayúscula. “Lo cierto es que los escenarios poselectorales posibles son múltiples y también dependen de las decisiones del presidente [de la República] Sergio Mattarella, quien, con toda probabilidad, le dará primero el encargo para formar Gobierno al partido más votado”, comenta Emanuele, investigador de la LUISS. “En caso de impasse, (Mattarella) también podría decidir convocar nuevas elecciones. Pero, con esta ley electoral, el riesgo es que la situación no cambie”, añade Emanuele.