¿Solo la expropiación de YPF en Argentina ocupa la diplomacia española en América Latina? España tiene la oportunidad y responsabilidad de jugar un papel más activo en las negociaciones de paz en Colombia.

 

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Colombianos se manifiestan para pedir la liberación de rehenes a manos de la FARC en la Plaza Mayor de Madrid, en julio de 2008.

 

El fin de semana pasado escuchamos una serie de discursos y polémicas en la Cumbre de las Américas en Cartagena, Colombia. Sin embargo, queda un tema pendiente, clave para la situación actual del país anfitrión: la mejor ruta a la prosperidad (frase tan nombrada en la cumbre) sería resolver su conflicto interno que dura ya medio siglo. La presencia de treinta y tres jefes de Estado dejando de lado algo tan imprescindible para el bienestar de millones de colombianos, casi provoca la misma reacción de Fermina Daza, personaje inolvidable de El Amor en los Tiempos de Cólera, la novela de Gabriel García Márquez situada en la misma Cartagena, cuando le preguntaron cómo le había parecido París: Más es la bulla….

El Presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, viaja a Colombia esta semana con una clara oportunidad, si no responsabilidad, de promover una agenda para resolver el conflicto que sigue azotando especialmente a afrocolombianos, campesinos, indígenas y desplazados y que, después de 50 años, no parece tener fin.

Por primera vez desde hace una década, las condiciones para emprender una estrategia de resolución del conflicto en Colombia han mejorado. Las dos insurgencias, las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), han señalado su interés en una salida negociada. La sociedad civil colombiana, incluyendo a ex presidentes, partidos políticos, intelectuales, cientos de organizaciones dedicadas a la paz y el público en su mayoría, está a favor del diálogo. Las FARC acaban de  liberar a los últimos diez policías y militares que tenían secuestrados desde hace más de trece años.

Durante la campaña electoral Rajoy comunicó su disposición de mantener la unidad con la oposición política para asegurar la disolución de ETA. Su homólogo en Bogotá no está tan convencido. El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, sigue afirmando que solo él determinará el momento adecuado para iniciar el diálogo con los insurgentes. Pero mientras Santos espere que la insurgencia cumpla con sus requisitos, como por ejemplo un cese al fuego (hecho que normalmente se negociaría durante un proceso de diálogo y no antes), millones de colombianos quedarán atrapados en zonas de combate.

Enfrentamientos en Arauca, Caquetá, Cauca, Chocó, Meta, Nariño, Norte de Santander y Putumayo en los últimos dos meses demuestran que una victoria militar sigue siendo lejana. Las fuerzas armadas colombianas acaban de solicitar helicópteros y drones de Estados Unidos para intensificar la campaña militar hasta el 2014. Sería mejor invertir en un esfuerzo para desmovilizar a los cerca de 8.000 combatientes de las FARC y 2.000 del ELN, evitando así la fragmentación de las guerrillas en cientos de bandas criminales, que ya amenazan al Estado de derecho en toda Colombia.

La violencia atroz de la estrategia militar de la última década ha dejado 5 millones de desplazados internos, más que cualquier otro país en el mundo; miles de violaciones de derechos humanos como ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas de civiles y medio millón de mujeres víctimas de la violencia sexual. Sólo el establecimiento de un primer acuerdo de negociación con monitoreo internacional podría disminuir el sufrimiento humano, como sucedió al inicio del proceso de paz de Guatemala en 1994. El Gobierno colombiano proyecta una pérdida del 2% del crecimiento anual por el conflicto interno, recursos que podrían ser dirigidos a enfrentar las desigualdades históricas que subyacen a este enfrentamiento de medio siglo.

El presidente Santos sigue gozando de índices de aprobación por encima del 80%, así que tiene la credibilidad política para encabezar un esfuerzo de diálogo. Insiste en que los colombianos resuelvan su conflicto sin interferencia externa, pero una presencia internacional de apoyo y colaboración de la ONU y OEA, entre otros, ya lleva una década instalada en el país. El Comité Internacional de la Cruz Roja y la Embajada de Brasil fueron claves en la liberación de los rehenes hace unas semanas.

Hace 20 años España jugó un papel importante en los procesos de paz en El Salvador y Guatemala. Su colaboración activa podría ser decisiva en una posible resolución del conflicto histórico en Colombia. En este momento Rajoy, como presidente del Gobierno español, tiene una clara oportunidad para promover ante el presidente Santos la importancia de reducir el sufrimiento de millones de colombianos a través del diálogo y la paz en Colombia.

 

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