El centro de gravedad de la crisis política en Irán no está en Teherán, sino a kilómetros de distancia, en la ciudad santa chií de Qom.

 

BEHROUZ MEHRI/AFP/GettyImages

Clérigo disidente: Ayatolá Montazerí en 2005.

Durante los meses que precedieron a las elecciones presidenciales iraníes -e incluso tras estos días de manifestaciones, violencia e inestabilidad política-, hay una poderoso grupo de electores que ha permanecido en gran medida silencioso: los clérigos iraníes de la ciudad santa chií de Qom. Pero hace unos pocos días, una potente voz emergió desde este lugar, una que debería haber eclipsado los gritos de miles de manifestantes y policías antidisturbios. Esa voz provenía del gran ayatolá Hosein Alí Montazerí, un fundador de la república islámica que durante muchos años ha sido el disidente con mayor influencia de Irán y un ídolo de la juventud y de los ciudadanos de todas las generaciones.

Montazerí, ahora octogenario, emitió una declaración en su website que denunciaba las elecciones como fraudulentas, una opinión que probablemente es compartida por los miles de clérigos y seminaristas que sin duda están interviniendo entre bastidores en la batalla por el poder en el interior del país.

“Nuestra juventud, esperando ver cumplida su legítima voluntad, hizo su aparición y esperó pacientemente”, escribió Montazerí. "Esta era la mejor de las ocasiones para que los funcionarios del gobierno establecieran lazos con su pueblo. Sin embargo, lamentablemente, la usaron de la peor manera posible. Anunciando unos resultados que nadie en su sano juicio puede creer, y a pesar de todas las pruebas de que han sido manipulados… Y ahora están intentando llevar a cabo una purga, arrestando a intelectuales, oponentes políticos y científicos”.

Existe un secreto sobre Irán que pocos extranjeros conocen: su régimen teocrático teme al consolidado establishment de los clérigos de Qom. ¿Por qué? Porque algunos ayatolá como Montazerí creen que el líder supremo, Alí Jamenei, y su protegido, el presidente Mahmud Ahmadineyad, utilizan una interpretación distorsionada de la teología chií para lograr sus propios objetivos políticos. Como resultado, consideran que Irán se ha convertido en un Estado no islámico y militarizado en el que las milicias reprimen a la población en nombre de Dios. Hay otro hecho que resulta desconocido para quienes no están familiarizados con el país persa: los jóvenes en realidad sienten un gran aprecio por algunos de los clérigos y gritan sus nombres en las manifestaciones.

La típica caricatura de los mulás de Irán es la de personajes ajenos a la modernidad y adictos al opio que esconden sus grandes panzas bajo ondulantes túnicas. Pero durante los años que fui corresponsal en Teherán para el diario Guardian realicé frecuentes viajes a Qom –tantos que de hecho las autoridades me prohibieron viajar allí tras un año. Durante esas visitas, los clérigos me contaron su creencia de que Jamenei, que era un ayatolá de rango medio antes de convertirse en líder supremo en 1989, ha amasado un enorme poder político precisamente para compensar su carencia de credenciales teológicas.

Existe un secreto sobre Irán: su régimen teocrático teme al consolidado establishment de los clérigos de Qom

Jamenei ha otorgado a su vez un enorme poder a los Guardianes de la Revolución Islámica y a los basijís, las milicias islámicas bajo su mando. Estas son las fuerzas que ahora golpean y disparan a los manifestantes en las calles de todo el país.

Dadas las herramientas a disposición de Jamenei, no es de extrañar que durante esta pasada semana haya habido pocos clérigos a los que se les haya permitido, o hayan tenido el atrevimiento suficiente para expresar sus opiniones sobre la actual crisis. No obstante, es muy probable que algunos estén actuando en la sombra contra Ahmadineyad. Algunos ayatolá como Montazerí se oponen al presidente no sólo por las políticas represivas que usa contra el pueblo iraní sino porque cree en ideas que los teólogos consideran heréticas, como el retorno del imam oculto que vendrá a la Tierra tras una guerra mundial en la que el Islam saldrá victorioso.

Esto no quiere decir que la mayoría de los clérigos se oponga a Ahmadineyad y a Jamenei. Es probable que estén divididos, e incluso aquellos que no apoyan al actual líder supremo y al presidente iraní podrían no estar dispuestos a manifestarlo en público por múltiples razones, incluyendo el hecho de que los clérigos dependen en cierta medida del Estado para financiar sus seminarios. Antes de las elecciones, algunos comentaristas, hicieron un llamamiento a los ayatolá para que anunciaran públicamente a quién respaldaban como presidente. La radical Asociación de Clérigos Combatientes –una de las dos asociaciones tradicionalistas de clérigos en Qom- tiene muchos miembros que apoyan a Ahmadineyad. Pero otros no quisieron adoptar una posición oficial antes de las elecciones por miedo a causar un cisma interno. Solo unos pocos miembros de la línea dura de la asociación, como su presidente, el ayatolá Mahdavi Kani, anunciaron abiertamente su apoyo a Ahmadineyad.

Sea cual sea el desenlace de la rebelión popular en Irán, los clérigos que están actuando entre bastidores manifestarán su opinión. No quieren permitir que Jamenei y Ahmadineyad decidan el destino del país sin ellos, ni quieren arriesgarse a ser aún más desacreditados a ojos del pueblo simplemente porque son parte de un sistema teocrático que se está volviendo más y más represivo.

 

 

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