El gigante asiático trata de abrir un acceso marítimo al oeste de su territorio a través de acuerdos con países del entorno de India, que ve con preocupación la emergencia de su vecino en su periferia.

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Entre las múltiples razones que hacen de Estados Unidos una potencia global, su posición geográfica es capital. Su acceso a los dos océanos (Pacífico y Atlántico) más importantes del mundo por su importancia estratégica en el comercio y la guerra han permitido, entre otras cosas, que Washington aparque ahora su atlantismo para reivindicar, en plena emergencia de Asia, que Estados Unidos es una potencia del Pacífico.

Es esa localización privilegiada la que, en clave regional, busca desarrollar China a golpe de talonario y de nuevas alianzas. Pese a ser uno de los diez países con mayor extensión de costa del mundo, al gigante asiático le falta diversificar el acceso a los mares. La media luna que se extiende desde el noreste del territorio chino –en la triple frontera con Rusia y Corea del Norte–, hasta las aguas de la isla meridional de Hainan, en el Mar de la China Meridional, supone un territorio de gran valor para proyectar la influencia china –histórica, comercial y militar–en la región asiática. Ningún país vecino tiene mayor preponderancia geográfica que China en Asia.

Es por eso que Pekín lleva décadas persiguiendo garantizar su acceso a esa región cerrando acuerdos millonarios con países como Birmania, Sri Lanka y –sobre todo– Pakistán, cuya alianza a sangre y fuego le permite tener, entre muchas otras ventajas, acceso al Índico.  Además de garantizar el libre tráfico de mercancías y bienes, China busca crear una red de alianzas que le garantice a su Marina y a su recién estrenado portaviones el acceso a puertos para avituallamiento durante maniobras en la región (y ante un eventual conflicto).

“La paz y la seguridad de navegación en el Océano Índico juega un papel muy importante en la recuperación y el desarrollo de la economía global, y la Marina china mantendrá activamente esta paz y estabilidad”, dijo en diciembre el vicealmirante Su Zhiqian durante un foro celebrado en diciembre en Sri Lanka, uno de los países que mejor ve la emergencia de China como contrapeso a la influencia india.

Pekín seguramente no quiera mostrarse como una potencia militar expansiva, pero incluso los analistas chinos más moderados estiman que dejar en manos de la US Navy y la Armada india una zona por donde transita más de la mitad del petróleo que se consume en el mundo y el 30% del comercio mundial de bienes es demasiado arriesgado para sus intereses.

Ello explica, por ejemplo, que este año se inaugure un gasoducto que conecta por tierra Oriente Medio con China, y el año próximo un oleoducto. Gracias al puerto birmano de Kyaukphyu, en el estado de Arakan, y a las kilométricas tuberías, el oeste de China quedará abastecido evitando el tránsito por el Estrecho de Malacca. La inversión, de casi 5.000 millones de dólares (unos 3.900 millones de euros), ha sido sostenida por el brazo financiero de la diplomacia china, el Eximbank, y la obra recayó en la estatal china CNPC.

En los mismos términos se explica que China se haya mostrado tan activa en estrechar alianzas con países considerados secundarios incluso en el edulcorado discurso Sur-Sur de Pekín, como Nepal, Bangladesh, Sri Lanka o Seychelles. La diplomacia china ha estado muy activa y ha logrado establecer acuerdos para gestionar puertos (Gwadar en Pakistán) o para garantizar que sus navíos que patrullan contra los piratas en el Golfo de Adén puedan repostar o ser reparados (Chittagong en Bangladesh, Hambantota en Sri Lanka y Mahe en Seychelles, entre otras).

Ante esta expansión, en India, las opiniones son contrapuestas. Las alarmas sonaron sin embargo en noviembre, cuando el Gobierno de Maldivas canceló unilateralmente un contrato a una empresa india y otra malaya que debían gestionar y modernizar el aeropuerto de Male. Se especula con que el Gobierno maldivo rescindió el jugoso contrato de más de 500 millones de dólares para dárselo a una empresa china, con el fin de hacer méritos diplomáticos ante el gigante, aunque en Male se evocaron “irregularidades” en las adjudicaciones para justificar la maniobra.

Se ha llegado a elaborar una teoría, según la cual, China estaría tratando de crear un collar de perlas en la región para limitar la influencia de India. En Delhi no tienen duda de que China está sometiendo a la mayor democracia del mundo a un cerco estratégico, cuando no a una agresión táctica. O, como nos explicó el director de la Fundación Marítima Nacional y uno de los analistas militares de referencia en India, Uday Bhaskar, para “desangrar a India con 10.000 cortes”, en referencia a la estrategia de Pekín para debilitar a su vecino con múltiples frentes.  “En la escena global, China tiene como objetivo la multipolaridad, pero en Asia apuesta por la unipolaridad. La tensión será inevitable”.

En cualquier caso, Nueva Delhi parece tener claro que está produciéndose un cambio del status quo imperante hasta la fecha, que hacía de India el ama de llaves de la región. En público, los políticos indios se han mostrado cautos ante el fenómeno, dando la bienvenida incluso a China. En diciembre, el ministro de Exteriores indio, Salman Khurshid, aseguró que “las reglas del juego cambiarán, y China añadirá con su presencia y participación riqueza a la región”. “Creo que la mejor virtud de la política exterior de India será el ser capaz de combinar las fortalezas sin atacar las aspiraciones de ningún otro país en el mundo”. Pero en privado, el escepticismo respecto a la emergencia pacífica de China crece al mismo ritmo que el presupuesto militar de Pekín o sus reclamas territoriales en los territorios periféricos al Imperio del Centro.

 

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