Edward Lucas (‘Ascenso y caída de los tigres bálticos’, FP edición española, julio/agosto, 2009) describe con precisión la situación actual de las economías bálticas, pero no menciona una de las causas subyacentes fundamentales. Cuando leí su artículo, pensé que existen señales de la crisis demográfica de Europa del Este en todos los sitios salvo para los redactores de The Economist. Mientras escribo estas líneas, tengo ante mí un artículo del periódico estonio Aripaev, que informa a sus lectores de que los sistemas sanitarios españoles y británicos están contratando a enfermeras, médicos y otro personal sanitario de origen estonio. Dado el alto paro creciente de Estonia que asciende a 70.000 desempleados, no será difícil encontrar candidatos.

Como indica Lucas, las economías bálticas comenzaron a recalentarse rápidamente a partir de 2005 debido a un “mercado de trabajo restringido”. Pero se olvida de que el mercado de trabajo se restringió especialmente por motivos demográficos. El bajo índice de fertilidad y el alto índice de emigración que se produjeron tras la caída del muro de Berlín arrojaron una larga sombra sobre los países bálticos. Cabe destacar que la caída del índice de nacimientos en los países bálticos se produjo casi a la vez que la caída del índice de producción industrial, pero con un intervalo de nueve meses.

Parafraseando al presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, 20 años después de la caída del muro de Berlín sería una tragedia si todo el magnífico potencial hábilmente descrito por Lucas desapareciera por el desagüe de la historia debido a unas políticas mal planteadas y con falta de visión de futuro, que fracasaran en el intento de afrontar sus problemas reales.

  • Edward Hugh
    Economista,
    Barcelona, España

 

Como admirador de Edward Lucas desde hace tiempo, me alegró leer su análisis sobre la recesión económica en los países bálticos. Sus conocimientos personales y su interés desde hace tiempo en la región le hacen irreemplazable. Por lo tanto ofrezco, con cierta inquietud, una valoración ligeramente más optimista que la planteada en su artículo.

Mi optimismo no se basa en expresar un desacuerdo objetivo específico, sino en dar una perspectiva general. No hay duda de que los países bálticos están sufriendo un duro golpe producido por una burbuja económica a punto de estallar y una crisis mundial (además de una Rusia hostil que añade incertidumbre a este desorden). Pero no hay mal que por bien no venga. Estonia, Letonia y Lituania están sufriendo un duro golpe en parte porque ascendieron de forma muy rápida. Cuando se calmen las aguas, es bastante probable que tengan una trayectoria mejor –tanto por su PNB per cápita como por la media de sus índices de crecimiento– que otros países postcomunistas.

Estonia está especialmente bien posicionada para capear el temporal y recuperarse. Se mantiene firme en sostener el impuesto fijo pro-crecimiento (los políticos de Letonia y Lituania están amenazando con imponer un plan de impuestos “progresivo”). Otro aspecto igualmente importante es que el Gobierno está imponiendo algo de disciplina en sus gastos para compensar algún despilfarro ocurrido durante los años de boom económico, cuando tuvo lugar la erupción de impuestos fiscales.

De acuerdo con el índice de Libertad Económica del Instituto Fraser, Estonia ocupa el undécimo lugar en la lista de los países con mayor libertad económica del mundo. Lituania y Letonia también ocupan puestos bastante aceptables, el trigésimo primero y el cuadragésimo lugar respectivamente, pero el compromiso profundo de Estonia en la búsqueda de una moneda sólida, un mercado competitivo y un gobierno limitado producirá sus beneficios.
Ya podría Estados Unidos, que ha cifrado sus esperanzas en la combinación tóxica del dinero fácil y el libertinaje keynesiano, mostrar una previsión parecida.

  • Daniel J. Mitchell
    Profesor Emérito, Cato Institute,
    Washington DC

 

Edward Lucas responde:
Nunca había oído el “viejo dicho” que ha citado Edward Hugh, salvo en su (excelente) blog. Estoy de acuerdo con él en que la situación demográfica de los países bálticos es pobre, pero no le atribuiría tanta importancia. La escasez no se basa tanto en las personas, sino en la existencia de buenos puestos de trabajo y de servicios públicos decentes. Cientos de miles de personas –especialmente de Letonia y de Lituania– también se fueron al extranjero durante los años de boom económico cuando los sueldos eran altísimos. No por motivos económicos, sino por hechos como relaciones laborales desagradables, una cultura de soborno a baja escala y un tratamiento degradante de los funcionarios.

Además, cabe destacar que los generosos programas han tenido bastante efecto en el índice de natalidad.

Comparto el optimismo a largo plazo de Daniel Mitchell. Sin embargo, no comparto el hecho de tratar a Estonia como un dechado perfecto de los principios del mercado liberal. Este punto de vista ignora la privatización y renacionalización chapucera del ferrocarril, la incompetencia y corrupción del Gobierno local, y el fracaso de mantener el impulso inicial hacia la innovación (especialmente en la educación superior) que surgió durante los años de boom económico.
El liberalismo económico por sí solo tiene valor, pero no es suficiente. Los países postcomunistas también deben concentrarse en establecer un Estado de derecho y unas instituciones honestas, efectivas y sólidas.