Impulsados por el régimen, por Irán, por la guerra de Irak, por la resistencia de Hezbolá
y por la emigración de Líbano, los chiíes se fortalecen en una sociedad inestable.

Desde la invasión de Irak y con la guerra de Líbano del pasado verano, alrededor de un millón de chiíes han huido a Siria. Junto a la alteración del equilibrio demográfico, la expansión de la influencia iraní y la reciente victoria divina de Hezbolá han impulsado a muchos sirios a convertirse al chiismo. La guerrilla libanesa consiguió algo que no había logrado ningún Estado árabe: no caer derrotado ante Israel en cuestión de días. Después de obtener el reconocimiento
general por haber restaurado parte de la maltrecha dignidad árabe, su triunfo se ve ahora reforzado con una supuesta intervención divina. Muchos creen que descendieron unos ángeles blancos para proteger los escasos edificios que subsisten entre las ruinas apocalípticas del barrio de Haret Hreik en el Dahiyeh, el antiguo feudo de Hezbolá en el sur de Beirut. También dicen que se aparecieron espíritus similares en el sur de Líbano para ayudar a los combatientes de Hezbolá a poner en evidencia el mito de la invencibilidad de las Fuerzas de Defensa israelíes. Incluso se cuenta que un soldado israelí perdió el brazo bajo la espada luminosa de un ángel que galopaba a lomos de un corcel blanco.

Entre los rótulos de letras blancas sobre fondo rojo que bordean la carretera que une el aeropuerto internacional de Beirut con la capital abunda uno que dice Nasr min Allah (Victoria de Dios). Es un hábil juego de palabras con el apellido del secretario general de Hezbolá, Hasan Nasralá. En el casco antiguo de Damasco, la imagen paternal del jeque libanés preside ya la entrada a una escuela chií para niñas. Otros carteles de la ciudad muestran los rostros sonrientes del presidente de Siria, Bachar al Asad, y Nasralá juntos, que proclaman: "Felicidades por la victoria". Asimismo, en la mezquita de Saida Rouqayya, el mayor templo chií en el corazón de Damasco, permanece simbólicamente presente la caja de solidaridad con la guerrilla libanesa.

Dos hombres y un destino
Dos hombres y un destino

Existe además hoy una tendencia a la tashia (la conversión al chiismo), que está agudizando las tensiones sociorreligiosas en Siria. La buena relación entre el régimen de Asad y las instituciones suníes se quebró hace poco a raíz de la crisis de la educación religiosa. La discordia se inició cuando el Comité de los Ulemas de Damasco hizo una declaración (la primera en más de cuarenta años) pidiendo al presidente que no aplicara la circular del ministro de Educación que prohibía la enseñanza religiosa oficial en el nivel básico, aduciendo que los chiíes no la estaban acatando. Lo más importante de la reclamación de los clérigos suníes es que menciona, por primera vez en la vida pública en Siria, la chiización, que se percibe tanto en el aumento de sus escuelas como en la negativa de esta comunidad a obedecer la mencionada circular. Ambos casos demuestran el apoyo gubernamental que reciben los chiíes extranjeros en Siria. Además, el régimen de Bachar al Asad tiene proyectado otorgar la nacionalidad a más de un millón de inmigrantes de esa confesión. Ese plan afectaría a la composición de la población del país, que apenas roza los 20 millones, y cuyos chiíes no son originarios de Siria (en 1990, éstos ascendían a 70.000). Las repercusiones demográficas se advierten de forma especial en Saida Zeinab, un pueblo al sur de Damasco, donde los suníes se han convertido en minoría entre los inmigrantes chiíes. En la ciudad de Hatla, en el este del país, la mayoría de los suníes se ha pasado también al chiismo.

La consecuencia no es que Hezbolá vaya a atacar Israel desde Siria ni que Damasco vaya a tratar de recuperar los Altos del Golán mediante la fuerza militar, sino que Siria está transformándose en un rehén de Irán, y eso podría hacer que el creciente chií acabe siendo una profecía autocumplida. Aunque este concepto es, hasta ahora, una noción que utilizan los regímenes suníes para conservar el apoyo occidental ante la presunta amenaza de los grupos islamistas internos, Irán está contribuyendo de forma sustancial a promover el chiismo en Oriente Medio. En Siria, financia organizaciones sociales y escuelas religiosas. El dinero de Teherán, Líbano y Nayaf ha ayudado a integrar a los refugiados chiíes procedentes de Irak y Líbano. La chiización no es un mero asunto religioso ni una opción personal. Es, ante todo, una cuestión política. El objetivo del movimiento consiste en consolidar el creciente chií político (Irán, sur de Irak, régimen alauí sirio y sur de Líbano). Este objetivo quedaría probado por la visita secreta del negociador nuclear iraní, Ali Lariyani a Raqa, en la región este de Siria. El líder iraquí chií Múqtada al Sáder también realizó un viaje a esa zona en 2005, con el supuesto fin de crear incentivos para convertir a la población al chiismo.

Teniendo en cuenta que la secta alauí está considerada como una oscura rama del islam chií establecido, da la impresión de que el régimen está permitiendo una rápida chiización de la sociedad con el fin de mantenerse en el poder. Ahora bien, si los chiíes sirios adquirieran una proporción demográfica importante, podrían exigir representación política y, tal vez, obtener el poder por medios democráticos. La advertencia del rey Abdalá de Jordania sobre un creciente chií de influencia iraní demostraría haber sido profética, a oídos de Occidente, y desestabilizaría aún más Oriente Medio. Mientras tanto, el régimen alauí se encuentra en una situación muy incómoda. Aunque sigue siendo autoritario en el interior y da una imagen externa de calma, lo cierto es que la acelerada chiización está creando tensiones reales y religiosas dentro de Siria.

Impulsados por el régimen, por Irán, por la guerra de Irak, por la resistencia de Hezbolá
y por la emigración de Líbano, los chiíes se fortalecen en una sociedad inestable.
Stuart Reigeluth y Abdel Rahman al Haj

Desde la invasión de Irak y con la guerra de Líbano del pasado verano, alrededor de un millón de chiíes han huido a Siria. Junto a la alteración del equilibrio demográfico, la expansión de la influencia iraní y la reciente victoria divina de Hezbolá han impulsado a muchos sirios a convertirse al chiismo. La guerrilla libanesa consiguió algo que no había logrado ningún Estado árabe: no caer derrotado ante Israel en cuestión de días. Después de obtener el reconocimiento
general por haber restaurado parte de la maltrecha dignidad árabe, su triunfo se ve ahora reforzado con una supuesta intervención divina. Muchos creen que descendieron unos ángeles blancos para proteger los escasos edificios que subsisten entre las ruinas apocalípticas del barrio de Haret Hreik en el Dahiyeh, el antiguo feudo de Hezbolá en el sur de Beirut. También dicen que se aparecieron espíritus similares en el sur de Líbano para ayudar a los combatientes de Hezbolá a poner en evidencia el mito de la invencibilidad de las Fuerzas de Defensa israelíes. Incluso se cuenta que un soldado israelí perdió el brazo bajo la espada luminosa de un ángel que galopaba a lomos de un corcel blanco.

Entre los rótulos de letras blancas sobre fondo rojo que bordean la carretera que une el aeropuerto internacional de Beirut con la capital abunda uno que dice Nasr min Allah (Victoria de Dios). Es un hábil juego de palabras con el apellido del secretario general de Hezbolá, Hasan Nasralá. En el casco antiguo de Damasco, la imagen paternal del jeque libanés preside ya la entrada a una escuela chií para niñas. Otros carteles de la ciudad muestran los rostros sonrientes del presidente de Siria, Bachar al Asad, y Nasralá juntos, que proclaman: "Felicidades por la victoria". Asimismo, en la mezquita de Saida Rouqayya, el mayor templo chií en el corazón de Damasco, permanece simbólicamente presente la caja de solidaridad con la guerrilla libanesa.

Dos hombres y un destino
Dos hombres y un destino

Existe además hoy una tendencia a la tashia (la conversión al chiismo), que está agudizando las tensiones sociorreligiosas en Siria. La buena relación entre el régimen de Asad y las instituciones suníes se quebró hace poco a raíz de la crisis de la educación religiosa. La discordia se inició cuando el Comité de los Ulemas de Damasco hizo una declaración (la primera en más de cuarenta años) pidiendo al presidente que no aplicara la circular del ministro de Educación que prohibía la enseñanza religiosa oficial en el nivel básico, aduciendo que los chiíes no la estaban acatando. Lo más importante de la reclamación de los clérigos suníes es que menciona, por primera vez en la vida pública en Siria, la chiización, que se percibe tanto en el aumento de sus escuelas como en la negativa de esta comunidad a obedecer la mencionada circular. Ambos casos demuestran el apoyo gubernamental que reciben los chiíes extranjeros en Siria. Además, el régimen de Bachar al Asad tiene proyectado otorgar la nacionalidad a más de un millón de inmigrantes de esa confesión. Ese plan afectaría a la composición de la población del país, que apenas roza los 20 millones, y cuyos chiíes no son originarios de Siria (en 1990, éstos ascendían a 70.000). Las repercusiones demográficas se advierten de forma especial en Saida Zeinab, un pueblo al sur de Damasco, donde los suníes se han convertido en minoría entre los inmigrantes chiíes. En la ciudad de Hatla, en el este del país, la mayoría de los suníes se ha pasado también al chiismo.

La consecuencia no es que Hezbolá vaya a atacar Israel desde Siria ni que Damasco vaya a tratar de recuperar los Altos del Golán mediante la fuerza militar, sino que Siria está transformándose en un rehén de Irán, y eso podría hacer que el creciente chií acabe siendo una profecía autocumplida. Aunque este concepto es, hasta ahora, una noción que utilizan los regímenes suníes para conservar el apoyo occidental ante la presunta amenaza de los grupos islamistas internos, Irán está contribuyendo de forma sustancial a promover el chiismo en Oriente Medio. En Siria, financia organizaciones sociales y escuelas religiosas. El dinero de Teherán, Líbano y Nayaf ha ayudado a integrar a los refugiados chiíes procedentes de Irak y Líbano. La chiización no es un mero asunto religioso ni una opción personal. Es, ante todo, una cuestión política. El objetivo del movimiento consiste en consolidar el creciente chií político (Irán, sur de Irak, régimen alauí sirio y sur de Líbano). Este objetivo quedaría probado por la visita secreta del negociador nuclear iraní, Ali Lariyani a Raqa, en la región este de Siria. El líder iraquí chií Múqtada al Sáder también realizó un viaje a esa zona en 2005, con el supuesto fin de crear incentivos para convertir a la población al chiismo.

Teniendo en cuenta que la secta alauí está considerada como una oscura rama del islam chií establecido, da la impresión de que el régimen está permitiendo una rápida chiización de la sociedad con el fin de mantenerse en el poder. Ahora bien, si los chiíes sirios adquirieran una proporción demográfica importante, podrían exigir representación política y, tal vez, obtener el poder por medios democráticos. La advertencia del rey Abdalá de Jordania sobre un creciente chií de influencia iraní demostraría haber sido profética, a oídos de Occidente, y desestabilizaría aún más Oriente Medio. Mientras tanto, el régimen alauí se encuentra en una situación muy incómoda. Aunque sigue siendo autoritario en el interior y da una imagen externa de calma, lo cierto es que la acelerada chiización está creando tensiones reales y religiosas dentro de Siria.

Stuart Reigeluth es gestor de proyectos para el Programa de África y Oriente Medio en el Centro Internacional de Toledo para la Paz (www.toledopax.org). Abdel Rahman al Haj es investigador de movimientos islámicos en el Centro de Damasco para los Estudios de Derechos Humanos en Siria.