Aislacionismo o una política exterior más agresiva son dos posturas incoherentes dentro del movimiento teapartista estadounidense.

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Nadie lo creería escuchando los monólogos militaristas de Glenn Beck, comentarista en la cadena de televisión Fox, y portavoz mediático del Tea Party, pero hay algunos en las filas más variopintas de este nuevo movimiento populista que creen que Estados Unidos debería abandonar sus aspiraciones “imperiales” en Afganistán, Irak y el resto del mundo.

Ron Paul, congresista estadounidense perteneciente al Partido Republicano en Texas, reivindica la herencia del histórico senador Robert Taft, padre del aislacionismo republicano en el periodo de entreguerras. Taft se opuso no sólo al New Deal del presidente Franklin Roosevelt, sino también a la intervención de EE UU en la Segunda Guerra Mundial. Paul cree que el sueño de cada miembro del Tea Party de levantar el yugo del Big Government, debe incluir también al Pentágono. "América es grande pero no se puede exportar la grandeza por medio del cañón de un fusil", apunta Paul, cuyo hijo, Randal Paul, cosechó una de las victorias más espectaculares del Tea Party, al ganar las elecciones al Senado en Kentucky.

Pocos creen que estos neoliberales vayan a tener la última -ni la primera- palabra en la estrategia republicana que se debate en estos momentos en los diversos comités de asuntos exteriores. Ahora bajo control republicano. El giro hacia la derecha en el Congreso tras las elecciones de noviembre ha otorgado gran poder en la Cámara a los conservadores, como Ileana Ros Lehtinen, posiblemente la nueva presidenta del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara. Lehtinen prefiere a Theodore Roosevelt, el presidente beligerante que arrebató Cuba a los españoles en 1898, antes que a Robert Taft. Bajo su tutela todo indica que los republicanos lucharán por una política exterior más agresiva, sobre todo en América Latina. “Van a complicar mucho la vida del presidente Obama”, asegura Julia Sweig, analista para Latinoamérica en el Consejo de Relaciones Exteriores. “Van a concentrarse en Hugo Chávez y Cuba, e intentar forzar a la Administración estadounidense a adoptar una política de mayor enfrentamiento", añade. Los guerreros de la derecha en la Cámara contarán con el apoyo de uno de los senadores más estrechamente identificados con el Tea Party, Marco Rubio, que se hizo con uno de los escaños en el Senado por Florida.

Es más, la autodenominada líder del Tea Party, Sarah Palin, es neoconservadora de la vieja escuela y no comparte las dudas de Ron Paul respecto al expansionismo militar. Sus dos principales asesores son Randy Scheunemann y Bill Kristol, editor de la revista Weekly Standard, ambos firmantes del manifiesto neocon el Nuevo Siglo Americano. “Hay alguna gente en el partido que rechaza las políticas de injerencia en otros países, meternos donde no nos corresponde, pero ni Palin ni Fox News apoyan el aislacionismo. Así que los neoliberales no van a llegar muy lejos", dijo Jeff Taylor, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Jacksonville (Florida). Ni tan siquiera está claro que Randal Paul apoyará a su padre en la cruzada idealista contra el intervencionismo militar.

Pese a ello, ciertos analistas creen que "algunas voces en el Partido Republicano están haciendo causa común dentro del Demócrata", escribe Barry Gewen en la revista New Republic. "Si el Presidente propone recortes del gasto militar, probablemente habrá tea partistas dispuestos a apoyarlo" plantea. Algunos republicanos vinculados con el Tea Party liderados por Jason Chaffetz, representante en el Congreso por el Estado de Utah, ya se unieron con los demócratas en verano, en un intento de adelantar la retirada de las tropas de Afganistán. Aunque no lo lograron.

Michael Tomasky, director de la edición estadounidense del periódico The Guardian, cree que, a largo plazo, los problemas presupuestarios crónicos de EE UU y el inevitable declive de su poder político, conforme China le supera en fortaleza económica, forzará a los republicanos a aceptar recortes del enorme presupuesto militar  y adoptar iniciativas más aislacionistas.

Peter Baker, responsable de internacional del diario New York Times, coincide y plantea que el aislacionismo de algunos segmentos del Tea Party, "puede reabrir la división histórica" que se remonta a inicios del siglo XX cuando la beligerancia fanfarrona y la diplomacia “buque de guerra” de Theodore Roosevelt, provocó una reacción contraría en el seno del partido. Una fuerte corriente no intervencionista en las filas, bajo Henry Cabot Lodge, político republicano, y Taft, que perduraría hasta la Segunda Guerra Mundial.

El Tea Party recupera algo de esta tradición. Sin embargo, hay enormes contradicciones en un movimiento que se formó en abril de 2009, supuestamente para recuperar el espíritu rebelde de los revolucionarios del Boston Tea Party de 1773, precursor de la independencia de EE UU. Lo que une a los miembros actuales del partido es un deseo de bajar los impuestos, a la vez que reducir la deuda pública, que rebasará el 100% del PIB el próximo año. Para los neoliberales como Paul, esto sólo puede hacerse mediante una reducción del astronómico presupuesto para el Ejército, más de 720.000 millones de dólares (540.000 de euros) en 2011. Lo que conlleva una redefinición de la estrategia de hegemonía militar en la esfera internacional. Muchos seguidores del Tea Party no están dispuestos a reconocer este quid pro quo. Andrew Sullivan, bloguero de la revista The Atlantic, advierte que: “Por mucho que los miembros de este nuevo partido se opongan al Big Government y quieran equilibrar el presupuesto, son incondicionales del complejo militar e industrial ideológico. Además, quieren extender al máximo el alcance de las tropas en la construcción de naciones en Afganistán e Irak y la guerra en Irán". Jennifer Rubin, columnista del Washington Post coincide: "Si excluimos las posiciones chaladas de Ron Paul no hay un sólo candidato del Tea Party que base su campaña en posiciones aislacionistas".

Una cuestión fascinante es si estos republicanos tratan de redefinir las relaciones especiales que EE UU tiene con Israel. El congresista Eric Cantor, trató de eliminar ayudas a Tel Aviv del presupuesto de operaciones extranjeras. Aunque, un contraataque de los grupos de apoyo al país, como el American Israel Public Affaire Comitte (AIPAC), le obligó a rectificar. Lo cierto es que la posibilidad de una revisión de las relaciones de ambos países por presiones del Tea Party es muy remota. Palin apoya la colonización de Cisjordania con más entusiasmo que el propio presidente israelí, Benjamín Netanyahu. Es más una parte importante de la base del partido, formado por cristianos fundamentalistas, que defienden al país hebreo con pasión. “Para ellos Israel es el reino de Dios”, señala Jeff Taylor.

Lo más probable es que la corriente neoliberal del Tea Party acabe siendo destinada al frente económico de la oposición republicana, donde Ron Paul librará una guerra contra el gasto excesivo del Estado federal. Pero bajo ordenes de enfocar sus ataques contra la salud pública, pensiones, protección social y no contra el Pentágono. Paul puede presidir el Comité se Asuntos Monetarios de la Cámara, pero es Ros Lehtinen quien tendrá el poder en política exterior. Esto quiere decir que la oposición republicana probablemente exigirá a Obama más, y no menos, presencia en Afganistán y Oriente Medio, más presiones sobre Irán, una postura mucho más agresiva frente a los hermanos Castro, Hugo Chávez y los países del ALBA en América Latina y una mayor disposición a plantar cara a China. Aunque muchos estadounidenses estén cansados de las guerras en tierras lejanas, no suelen encontrarse en las bases republicanas, por mucho que los neoliberales reivindiquen, al aislacionismo de Robert Taft. Según varios observadores, cuando Paul hablaba en los mítines durante la campaña electoral, la gente aplaudía cuando arremetía contra la deuda y el déficit, pero si  abordaba su crítica personal a la “arrogancia imperial” de EE UU, se desataba los abucheos.