La debilidad de las instituciones democráticas amenaza los avances económicos experimentados por la región.

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Para América Latina 2011 fue un año que, en general, se vivió con una sensación de optimismo. Las buenas noticias relacionadas con el crecimiento económico y la reducción de la pobreza en un periodo de crisis financiera global han sido fundamentales para generar este sentimiento. Además, la ampliación de la clase media, la activa y horizontal relación política entre países y el fortalecimiento del comercio en la región han sido clave.

No olvidemos también algo que muchas veces se deja de lado al hacer análisis y balances de cierre de año, debido a que sus manifestaciones y efectos son menos concretos que los resultados económicos y por ello difíciles de identificar. Me refiero a la democracia como sistema político que ha echado raíz y prevalece en la región. Esto lo destaca acertadamente el Secretario General de la Organización de Estados Americanos, José Miguel Insulza, en un artículo sobre los retos en la región para 2012: “la democracia parece haberse asentado como forma de gobierno predominante en este continente, en el cual apenas hace unas pocas décadas las dictaduras y las guerras civiles eran la regla general”. Sin embargo, no hay que ignorar que aún existen muchos retos por delante y que será fundamental abordarlos para consolidar los avances económicos, políticos y sociales en América Latina. Uno de los temas pendientes en la región es sin duda el de la gobernabilidad democrática. Cuando se habla de democracia como sistema no hay que olvidar que no solo consiste en poder elegir mediante el voto a gobernantes y representantes políticos -tema en el cual la región ha avanzado mucho-, sino en trata de ejercer una serie de derechos, porque la democracia no termina el día de las elecciones.

La democracia como sistema de gobierno se vive de diversas maneras: la capacidad de demandar y recibir información pública de calidad para conocer como se gastan los impuestos, la posibilidad de expresar libremente ideas y opiniones sin el temor de ser sancionado o la seguridad de que uno será tratado de manera imparcial por un sistema de impartición de justicia predecible y profesional. Todas ellas son manifestaciones de un sistema de buen gobierno en un régimen democrático que funciona.

Cuando tomamos en cuenta esta dimensión o definición más amplia de democracia nos damos cuenta que es necesario hacer mucho trabajo y redoblar esfuerzos en América Latina. No olvidemos que existen intereses poderosos que están en contra del fortalecimiento de la gobernabilidad democrática, ya que ésta dificulta y pone en riesgo el acceso a los beneficios de los que gozan. Empresarios que acceden de manera indebida a contratos para proveer bienes y servicios al Estado, políticos que una vez que llegan al poder entregan favores a sus aliados como manera de recompensarles el apoyo recibido en sus campañas políticas, funcionarios que desvían fondos públicos para el beneficio propio, el crimen organizado que necesita operar rutas de tránsito de mercancía ilegal, ...