La crisis de los 50
En medio de la parálisis de Europa, la celebración del medio siglo del Tratado de Roma, que dio lugar al proyecto europeo, parece condenada a pasar con más pena que gloria.
La cuestión que preocupa estos días a los dirigentes de la UE en Bruselas no aparece en la agenda política. Sin embargo, es uno de los asuntos más delicados que deben resolver sin dilación. El problema que las autoridades europeas tienen que abordar no es el del malogrado tratado constitucional de la Unión ni la cuestión igualmente complicada de cómo modificar la estrategia de la ampliación de la UE ante la falta de una Constitución.
El espinoso asunto que permanece sobre la mesa es el de la forma de celebrar el 50º aniversario del Tratado de Roma.
Se ha producido un debate importante en torno al perfil que debe darse al acto: ¿las celebraciones deberían dirigirse a todos los ciudadanos europeos para quienes la conmemoración de un acontecimiento político de tono menor que tuvo lugar hace medio siglo tendría poco eco o deberían limitarse a la clase política? Si se opta por la primera alternativa, el riesgo sería generar un embarazoso bostezo colectivo. Sin embargo, si se elige un enfoque apagado, restringido, entonces la UE podría verse acusada de dejar pasar una oportunidad única de tender la mano a la opinión pública y encontrar en ella un punto de simpatía. Al margen de esta cuestión, está el tema de si la celebración debe limitarse al 25 de marzo, día en el que Francia, Alemania, Italia y los tres países del Benelux firmaron efectivamente el Tratado, o bien si la conmemoración de la firma como inicio de todo el proyecto europeo justifica alargar las celebraciones durante un mes o incluso durante todo el año.
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