He aquí los principales problemas económicos que lastran el futuro del país.

Gente camina al lado de una oficina del banco italiano Monte Dei Paschi di Siena, Roma. Tiziana Fabi/AFP/Getty Images

La reciente nacionalización de la tercera entidad bancaria de Italia, el Monte dei Paschi di Siena (MPS), ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre los profundos problemas de la tercera economía de la eurozona, y que, para preocupación de muchos, siguen sin abordarse con decisión. En ese sentido, el Gobierno de Matteo Renzi (desde febrero de 2014 a diciembre de 2016) dio pasos importantes para afrontar esta interminable crisis económica, pero su abultada derrota en el referéndum del pasado 4 de diciembre ha dejado en suspenso algo que lleva a Italia a correr el riesgo de dejar de ser una de las principales potencias económicas mundiales. Es tal la gravedad de la situación que en este momento España, a pesar de tener seis puntos más de paro que Italia, posee mayor renta per cápita que el país vecino, y si éste le supera en importancia es sencillamente porque tiene casi 14 millones más de habitantes.

Si tuviéramos que centrarnos en el problema o desafío más importante al que se enfrenta la economía italiana, ese es ciertamente el referido al crecimiento. Para hacernos una idea de cuál es la dimensión del problema, resulta necesario remontarse a 2000 para ver un crecimiento del PIB por encima del 3% (el país creció un 3,7%). Más aún, desde entonces no ha habido ni un solo año en que se haya crecido por encima del 2%, apareciendo con excesiva frecuencia el fenómeno de la recesión. Dos años resultaron, en relación con ello, particularmente negativos: 2009, en la que economía italiana decreció un -5,5%, y 2012, que concluyó con un -2,8% de crecimiento del PIB. Esto explica que ex primer ministro Silvio Berlusconi, a pesar de haber logrado una amplísima victoria en las elecciones de 2008, tres años y medio después tuviera que presentar su dimisión porque los mercados amenazaban con colapsar Italia.

Otro importante problema es el crecimiento exponencial de la deuda pública del país, posiblemente su mayor lastre desde hace décadas. A pesar de que el Tratado de Maastricht estableció en 1992, entre los criterios necesarios para que las economías europeas convergieran, una deuda nacional no superior al 60% de su PIB, Italia solo consiguió reducir esta cifra al 99,8% en 2007. A partir de ahí, el crecimiento de esa deuda ha sido meteórico: 102,4% en 2008; 116,5% en 2011… y, para 2017, dicha deuda seguramente se situará ya en el 134% de su PIB, una cifra solo superada por la Grecia de Alexis Tsipras.

¿Cómo ha podido llegarse a esta situación? Básicamente, por varias circunstancias. La primera de todas es, con diferencia, el anquilosado mercado laboral en el que se ha movido el país hasta la Navidad de 2014, en que se aprobó la reforma laboral. Hasta ese momento, Italia tenía un Estatuto de los Trabajadores que se ...