Alasdair Roberts expone algunas perversas conclusiones a partir de sus observaciones sobre el escaso sacrificio público [estadounidense] en la guerra contra el terror de EE UU [en ‘La guerra que Estados Unidos se merece’, diciembre/enero, 2008]. Sugiere que los ciudadanos tienen una gran parte de responsabilidad en los esfuerzos de la Administración Bush por asegurar la nación y pacificar OrienteMedio. Estas aventuras se han visto frustradas, afirma, por el “compromiso de los estadounidenses con una filosofía política que exige mucho de su Gobierno pero poco de sus ciudadanos”. Roberts presupone que el sacrificio de la población salvaría las intervenciones militares de la Administración Bush del fracaso, y que esas empresas merecen ese sacrificio. Reconoce que el presidente nunca pidió a los ciudadanos que soportaran ninguna carga en la guerra contra el terror. Tras los atentados del 11-S, Bush les dijo que “siguieran con sus negocios” y se tomaran unas vacaciones (…). Una guerra con participación de la población podía exponer la política de seguridad nacional del inquilino de la Casa Blanca a la inconveniente responsabilidad democrática.

La Administración Bush ha querido reinventar la guerra para hacerla menos vulnerable a las presiones políticas que se originan fuera de la esfera de autoridad del comandante en jefe, lo que ha creado un ejército de contratistas privados y voluntarios y ha cambiado las tropas sobre el terreno por potencia de fuego, aviones de combate y armamento de alta tecnología, para minimizar la influencia de las operaciones militares en la sociedad civil estadounidense (…). Las encuestas realizadas poco después del 11-S confirmaron que los estadounidenses estaban dispuestos a apoyar la acción militar contra los terroristas, incluso si implicaba subidas de impuestos, escasez de petróleo y gas, reclutamiento forzoso o recesión. Estaban dispuestos a sacrificarse, pero la Administración Bush les robó la oportunidad.

  • Mathew Crenson
    Catedrático emérito
  • Benjamin Ginsberg
    Catedrático David Bernstein, Departamento de Ciencia Política,
    Universidad Johns Hopkins, Washington, EE UU

Alasdair Roberts opina que el hecho de que el pueblo estadounidense no se “sacrificara a escala nacional” ha contribuido al fracaso de (…) Irak. Lo que no dice es lo grande que ha sido el engaño del que ha sido víctima la población. Y fue ese engaño lo que hizo que los estadounidenses aceptaran la guerra contra el terror y lo que les convenció de que la invasión del país árabe tenía algo que ver con la lucha contra Al Qaeda, el 11-S y otros atentados cometidos en su país.

  • Dean Henry
    Tiffin, Ohio, EE UU

Alasdair Roberts responde:

La Administración Bush manipuló las pruebas sobre Irak, como Dean Henry afirma, pero (…) las encuestas realizadas en la pasada década también sostenían que los estadounidenses apoyaban la acción militar para derrocar a Sadam Husein. ¿Por qué eran tan agresivos? En parte porque la guerra se había reinventado. (…) Fue una transformación que duró varias décadas y que comenzó con la supresión de la conscripción (…). Una consecuencia imprevista fue que resultó más fácil vender la idea de la guerra (…). Crenson y Ginsberg sostienen que puede criticarse a Bush por no frenar las bajadas de impuestos, pero hay que recordar que los estadounidenses apoyaron esas reducciones fiscales tras el 11-S. También se le puede reprochar que fomente el consumismo, pero es de conocimiento público que los votantes penalizan a los políticos que no logran mantener la economía en buena forma (…). No tengo dudas de que EE UU puede democratizar Irak (…). Muchos iraquíes estarían en peligro en caso de retirada; y muchos podrían salvarse si se incrementa el esfuerzo. Preservar vidas que están en peligro debido a las políticas estadounidenses es un empeño que merece sacrificio.