La UE debe exigir reformas democráticas y llevar a cabo una política coherente sobre Ucrania para contrarrestar la tendencia de ésta a un férreo control estatal.

 

Hugo Chavez
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Bajo la Administración del presidente Víctor Yanukóvich, Ucrania parece haber emprendido de forma firme el camino hacia una democracia dirigida, un tipo de gobierno cada vez más popular entre los líderes postsoviéticos. La reciente detención de la ex primera ministra y líder de la oposición, Yulia Tymoshenko, es la última de una serie de actuaciones que dan fe del deterioro democrático del país. Hasta ahora, la reacción de Occidente se ha caracterizado más por las palabras cautelosas que por los hechos. Es verdad que la estrategia de sanciones de la Unión Europea ha tenido escasos resultados, como muestra el caso de Bielorrusia, pero el diálogo con los líderes autoritarios tampoco les ha vuelto más liberales.

Si la UE continúa el diálogo y se muestra precavida con las críticas es, sobre todo, por el temor a que Rusia le arrebate Ucrania. Esa preocupación se agravó con la firma del acuerdo de Jarkiv, que prolonga la presencia de la flota rusa del Mar Negro en territorio ucraniano 25 años más, y los repetidos llamamientos al Partido de las Regiones para que Ucrania se incorporara a la Unión Aduanera encabezada por Rusia.

Cuando este partido, que es el de Yanukóvich, estableció una coalición parlamentaria, infringiendo las normas constitucionales, en marzo de 2010, la UE permaneció callada. Y mientras el Tribunal Constitucional del país reinstauró una república presidencial mediante la anulación de una reforma de 2004 que había disminuido los poderes presidenciales para dar más al Parlamento, tampoco hubo críticas por parte de Bruselas a pesar de que la decisión coincidió con la visita a Ucrania del Comisario Europeo de Ampliación.

Sin embargo, los Veintisiete si expresaron su preocupación por el deterioro de la libertad de prensa y cuando se  iniciaron diligencias penales contra Yulia Tymoshenko y otros miembros de su gobierno. Además, condenaron –aunque esperaron a que lo hubiera hecho antes Estados Unidos—  las infracciones cometidas durante las elecciones locales de 2010.

Las reacciones de crítica de Occidente por la detención de Tymoshenko fueron inmediatas y unánimes. La Unión Europea exigió unos “procesos legales limpios, transparentes e independientes para evitar cualquier sensación de que hay una justicia selectiva”. Estados Unidos fue más allá e instó al Gobierno a valorar la liberación inmediata de la ex primera ministra. Hasta Rusia se unió a las peticiones de juicio justo e imparcial, aunque sólo fuera por el miedo a que se revisaran los acuerdos de 2009 sobre el gas, el principal elemento del proceso. No obstante, parece que también en este caso la UE vacila en ofrecer algo más que palabras.

La detención de Tymoshenko forma parte de los preparativos del régimen para las elecciones parlamentarias previstas para finales de 2012. Los comicios serán cruciales para la posible reelección de Yanukóvich en 2015. De este modo, al decapitar al principal partido de la oposición, el Gobierno aspira a competir sin problemas contra los comunistas y ultranacionalistas. Los resultados de un sufragio de estas características  serían fáciles de predecir.

¿Qué debería hacer la Unión Europea? Muchos observadores, tanto en Ucrania como en otros países, opinan que las sanciones no mejorarían las credenciales democráticas ucranianas, sino que empujarían a Yanukóvich todavía más hacia Rusia. Ahora bien, la UE no puede mirar hacia otro lado ante la reacción de Yanukóvich contra la democracia, ni seguir ofreciéndole su apoyo incondicional, porque eso podría fácilmente derivar en una crisis política en Ucrania en un futuro no muy lejano.

La UE debe responder al creciente autoritarismo del régimen de dos maneras. La Unión y sus Estados miembros deben apoyar a la sociedad ucraniana acelerando la eliminación del visado y cumpliendo su promesa de impulsar la financiación de las organizaciones de la sociedad civil. Es especialmente importante reforzar la capacidad de los ciudadanos de pedir cuentas a sus autoridades, sobre todo en vísperas del año electoral.

Asimismo, debe continuar su diálogo político con las autoridades ucranianas e intentar culminar las negociaciones del Acuerdo de Asociación y las conversaciones sobre la zona de libre comercio sin más dilación(es lo que la propia Yulia Tymoshenko pidió a la UE antes de que la detuvieran). No obstante, la entrada en vigor del Acuerdo debería estar condicionada a que la campaña electoral de 2012 sea limpia y libre, para lo que es necesario que termine la persecución de la oposición por motivos políticos. Aunque se concluyan las negociaciones este año, el proceso de ratificación tendría que esperar hasta que el Gobierno muestre su compromiso y su cumplimiento de las obligaciones previstas en el Acuerdo.

El Acuerdo pretende establecer entre la UE y Ucrania una asociación basada en los principios de democracia, imperio de la ley y derechos humanos. Si Bruselas no reacciona ahora, cuando Kiev está violando esos principios, estará dando un mal ejemplo a las autoridades ucranianas. Querrá decir que no es verdaderamente necesario centrarse en las reformas democráticas contempladas en el documento.

Impulsar la exigencia de reformas democráticas y llevar a cabo una política coherente sobre Ucrania es la única forma eficaz de contrarrestar la tendencia de ésta a una democracia dirigida.

 

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