Los desafíos de las empresas en un mundo plagado de incertidumbres.
La incertidumbre propia de un entorno empresarial globalizado conduce a sus directivos a una dificultad extrema en la toma de decisiones, muy especialmente, en determinadas regiones del mundo. En estas, además, aumentan aquellos factores incontrolables como son las convulsiones financieras; las alteraciones regulatorias; las movilizaciones sociales frente a determinados gobiernos (y sistemas políticos) e incluso, en aumento, los actos de terrorismo transnacional, los desastres naturales y las enfermedades infecciosas. Ante todas estas alteraciones constantes, impredecibles e insólitas está claro que los modelos clásicos de gestión corporativa y la medición de escenarios y riesgos se convierten en inservibles. Por su parte, determinados consultores aprovechan la coyuntura para ofertar sus servicios de seguridad-defensa y análisis de big data, arrojando así, algo de luz en este ángulo muerto del management.
A gran escala, determinadas potencias occidentales llevan ya largo tiempo (las orientales, algo menos) confeccionando y desarrollando para su propia salvaguarda económica y estabilidad interior un tipo de política y servicio exterior denominado en la literatura académica como “diplomacia comercial”. Para ello, los Estados van lenta pero rotundamente de la mano de sus empresas señeras (en términos de tamaño-facturación e imagen) creando misiones especiales, comisionados específicos y consorcios público-privados. A su vez, empaquetan ante la opinión pública local y la comunidad financiera extranjera este tipo de iniciativas como un perfecto entendimiento y fusión de fuerzas para la generación de grandes ventas, así como de una inmejorable proyección internacional de la imagen-país. En ocasiones y en paralelo, diseñan otro modelo de diplomacia apodada como “pública” o soft power, impulsada por las industrias culturales clásicas (literatura, cine y universidades, entre otros) y los medios de comunicación mayormente audiovisuales. De este modo, su identidad nacional e idioma propio se potencian complementariamente en términos de influencia intelectual y comercial.

La diplomacia comercial podríamos redefinirla como aquella de corte global, expansivo y algo impositivo (asentada a mediados del siglo XX), en contraposición con la diplomacia clásica entre Estados (arraigada en el siglo XIX) compuesta por acuerdos o tratados más bien, generales, rígidos y en ocasiones, confidenciales entre un número de jugadores muy reducido. Esta mercantilización diplomática condujo a mediados de los 90, tanto en Estados Unidos como en Francia a un tímido debate intelectual sobre el papel e impacto y moldeamiento económico de algunos países sobre-desarrollados frente a otros que no lo son tanto. Se encadenaron argumentos a favor y en contra del control y reparto del protagonismo de determinadas empresas, industrias y sectores en el rápido (anticipándose a los Estados) condicionamiento normativo y funcional de mercados e instituciones fuera de sus fronteras de origen.
El concepto en movimiento
En cuanto a la huella científica, hasta el momento, de la diplomacia comercial es todavía discreta (más aún, el de la diplomacia corporativa, casi inexistente), tanto en términos de ...
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