Los grupos que están beneficiándose económicamente del conflicto se resistirán a la reconstitución del control central en el país.

Un hombre sirio a las afueras de Al Raqqa, que anteriormente. AFP/Getty Images


Tres años después de que estallaran las primeras protestas en Siria, no se vislumbra el fin del conflicto. La revuelta que comenzó como reivindicación de una vida más justa, libre y digna se ha convertido en una guerra civil prolongada. A medida que se ha ido intensificando, tanto el régimen como el bando rebelde han aprovechado las circunstancias cambiantes para asegurarse la capacidad de obtener recursos con los que financiar su lucha; y aumenta la importancia del papel que desempeña la dinámica de esta nueva economía de guerra en el rumbo del conflicto.

Cada vez más individuos y grupos de ambos bandos están obteniendo cuantiosos beneficios materiales de la guerra, y eso constituye un poderoso incentivo para prolongar la situación. En el lado del régimen, las milicias apoyadas por el Estado están aprovechando el control local que se les ha concedido para ejercer una coacción económica sobre la población y beneficiarse de ella.

Al mismo tiempo, se cree que muchas brigadas rebeldes están dedicadas casi por completo a sus actividades económicas, como el lucrativo control de los yacimientos de petróleo en el nordeste y los pasos fronterizos en el límite con Turquía, y que han abandonado, en la práctica, la lucha contra el régimen. Para estos y otros muchos individuos, la guerra ofrece y consolida nuevas oportunidades de hacer dinero que tienen una importancia creciente, dada su incapacidad de acabar con Bachar Al Assad.

Este proceso ha debilitado de forma irreversible el poder del Estado central y ha permitido que nuevos intervinientes y nuevas fuerzas controlen diversas partes del país, tal como se explica en el informe Syria’s War Economy, presentado al Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. Los nuevos centros de poder han reforzado sus capacidades gracias al acceso a distintos recursos económicos fundamentales, e incluso donde el régimen conserva el control teórico, los actores locales son los que ejercen la verdadera influencia sobre el terreno.

Durante los últimos tres años, el instrumento económico más poderoso de la Unión Europea en Siria ha sido la imposición de sanciones, sobre todo en relación con el petróleo, que Siria vendía antes en un 90% a Europa. Sin embargo, aunque las medidas han ejercido un efecto considerable en los ingresos del Estado, no han tenido la repercusión política que se buscaba: obligar al régimen a aceptar las demandas de cambio político. Por el contrario, su contribución a la economía de guerra ha consistido en fomentar la creación de nuevas redes ilícitas de suministro dominadas por los amigos del régimen.

Además, las sanciones han proporcionado a Al Assad un chivo expiatorio al que responsabilizar del coste público del conflicto, han provocado problemas de abastecimiento, han incrementado el coste de los alimentos y los medicamentos importados y han hecho que el régimen dependa aún ...