
Las debilidades y fortalezas económicas del país euroasiático, que atraviesa un año marcado por la caída del turismo, la inseguridad y la inestabilidad política.
En el Gran Bazar de Estambul, estos días, los comerciantes se dedican, como bien dice una expresión turca, a “cazar moscas” de puro aburrimiento. Según su federación, al menos 600 tiendas —de las 3.600 con las que cuenta el tradicional y enorme complejo comercial— han cerrado en lo que va de año. No pueden pagar el alquiler por falta de clientes. Y parece que lo peor está por llegar, puesto que la asociación de profesionales calcula que en total de 1.000 a 1.500 cerrarán en un plazo no muy lejano.
Seis siglos de existencia dan para recordar tiempos mejores. Llegarán, sin duda, pero este año el panorama en todo caso es devastador y se debe sobre todo a una razón: el desplome del turismo. Según datos oficiales del Instituto estadístico turco (Türkstat) de finales de octubre, también en el cuarto tercio de año la industria del turismo no levantaba cabeza y descendía un 32,7% respecto a 2015 (ya en el segundo tercio: 35%).

Precisamente Estambul, una de las ciudades más visitadas del mundo, ha sido escenario de al menos dos atentados suicidas que tenían como objetivo a turistas extranjeros. Y por si el clima de incertidumbre no fuera suficiente, a finales de octubre el Departamento de Estado de EE UU ordenó a los miembros de las familias de empleados del Consulado General estadounidense en Estambul salir de la ciudad por razones de seguridad. Y, asimismo, se daba a conocer un audio presuntamente del líder de Daesh, Abu Bakr al Baghdadi, en el que apremiaría a sus combatientes a atacar a Turquía.
Y la situación precaria no solo tiene que ver con Estambul, sino que se extiende a todo el país. Para muestra, varios botones: en Antalya, la tradicional meca turística del sur de Turquía, se perdieron en los primeros nueve meses más de cuatro millones y medio de llegadas foráneas respecto a las de 2015, lo que convierte la presente temporada en “la peor de la historia”. Así las cosas, no extraña que en lo que va de año en una ciudad tan bella como Mardin, en el sureste, 16 hoteles hayan tenido que cerrar dejando en paro a unas seiscientas personas. A ello se une la situación agravada en el sureste del país y el hecho de que Ankara se encuentre presente en la guerra contra Daesh tanto en Irak como en Siria, países vecinos.
En este sentido, evidentes éxitos de las fuerzas de seguridad como el reciente hallazgo e incautación de 157 toneladas de nitrato de amonio tienen el doble filo de subrayar el grado de la amenaza terrorista en el país.
El talón de Aquiles
“Si el sector turístico no hubiera vivido este tipo de shock, el crecimiento de ...
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