(Ethan Miller/Getty Images)
  • The Measure of Civilization

Ian Morris
391 págs.,
Princeton University Press, 2013 (en inglés)

 

 

 

En los últimos 30 años se han llevado a cabo arduos debates sobre cómo las civilizaciones se desarrollan y por qué Occidente alcanzó tanto poder. The Measure of Civilization presenta una manera distinta de tratar estas cuestiones y provee nuevas herramientas para evaluar el crecimiento de las sociedades a largo plazo. Mediante un innovador índice numérico del desarrollo social que compara sociedades en diferentes épocas y lugares, el autor, Ian Morris, establece un extenso análisis del desarrollo de Oriente y Occidente a lo largo de 15.000 años.

 

Cuatro factores clave en el desarrollo social

Con The Measure of Civilization, Ian Morris complementa su libro anterior –Why the West Rules – For Now– para ofrecer una nueva versión revisada y extendida y así realizar una versión mejorada del índice de desarrollo social y una explicación más sólida del ascenso del poder y la riqueza de Occidente. Según Morris, el consumo de energía debe ser la base para cualquier medida aplicable al desarrollo humano. Si no consumen energía (alimentos, combustible y materias primas), los seres humanos, al igual que animales y plantas, mueren. De la misma manera, si las sociedades que los humanos han creado no toman energía de su entorno, se desmoronan. Para ampliar su dominio del entorno físico e intelectual y obtener resultados, los grupos de personas deben aumentar su consumo de energía. Por otra parte, las fases de la historia del consumo de energía y de la capacidad organizativa del tamaño de las ciudades tienen mucho en común. Según Morris, ambos crecieron muy lentamente después de la Edad de Hielo, acelerando durante los dos últimos milenios a.C. y luego explotando en los siglos XIX y XX con Occidente puntuando más alto que Oriente durante los últimos mil años.

Así establecidas las sociedades, la capacidad para hacer la guerra ha sido también una función del consumo de energía y una parte crucial del desarrollo social. Cambios muy discretos en el consumo energético han producido grandes avances en la capacidad bélica. Como la capacidad militar es siempre dependiente del contexto y resulta muy complejo de medir, sobre todo entre sociedades en diferentes periodos, Morris equipara esta capacidad a la de destrucción.

Y aquí llega al último punto clave: la tecnología de la información. Para medir la información, el autor recurre a las habilidades para usar la tecnología disponible en cada época. La Revolución Industrial británica de finales del siglo XVIII habría sido imposible sin determinados niveles previos de alfabetización, y la “segunda Revolución Industrial” de finales del siglo XIX, en la que la ciencia se aplicó por completo en las fábricas, dependió aún más, si cabe, de la tecnología de la información.

 

La energía y la geografía, piezas fundamentales

Para el autor, el índice numérico del desarrollo social que emplea permite demostrar de forma clara, en primer lugar, la gran explosión que Occidente experimentó en su desarrollo entre los años 1400 y 1800. Además sostiene que la dominación moderna de Occidente no se debió al “declive previo de Oriente” (como muchos autores contemporáneos defienden), ya que el desarrollo de las sociedades de Oriente durante esa época fue óptimo, sino que, más bien, el desarrollo de Occidente fue extraordinario. Morris señala que este avance le permitió a la Europa moderna temprana reconquistar los niveles de desarrollo social que había alcanzado casi dos milenios atrás, durante el Imperio Romano, aunque el momento de verdadero cambio revolucionario para Europa no llegaría hasta la Revolución Industrial.

Esta notable evolución paralela durante casi más de 15.000 años le permite al autor concluir que las particularidades culturales poco tuvieron que ver con el desarrollo social que tuvo lugar en Oriente y Occidente. Según Morris–en línea con la última obra de Robert Kaplan La Venganza de la Geografía–, si el contexto medioambiental hubiera sido otro, los resultados también lo hubieran sido. Por ese motivo, justifica que el “ascenso de Oriente” durante los últimos cincuenta años no ha sido un bache temporal en la dominación de Occidente, sino una tendencia a medio-largo plazo que se ha venido produciendo por los cambios en la geografía (sobre todo por el estrechamiento del Océano Pacífico desde hace más de un siglo). Y aunque Occidente podrá gestionar este traslado de poder y riqueza, según el autor, para bloquear o invertir el ascenso de Oriente sería necesario “una serie de acontecimientos aun no identificados” que cambiase por completo el significado de la geografía a favor de Occidente.

Por último, Morris concluye que si el índice muestra algo, éste es el papel de la energía. Si la bonanza energética de los siglos XIX y XX resulta ser única en la Historia, el siglo XXI promete ser el peor de los siglos. Si, de lo contrario, la Revolución Industrial fue la primera fase de una larga revolución energética, este siglo transformará sin ninguna duda el conjunto de la humanidad como nunca antes visto.

 

La reseña original ha sido publicada completa por ESADEgeo, el Centro de Economía Global y Geopolítica de ESADE.