La ética de la muerte
'Mañana no estarán: La sacralidad de la vida' (FP
EDICIÓN ESPAÑOLA, octubre/noviembre 2005) es Peter Singer vintage.
Es claro y directo, pero también tiene los vicios habituales del autor:
el fundamentalismo como chivo expiatorio, un punto de vista radicalmente reduccionista
de la naturaleza humana y un asombroso determinismo tecnológico. En
suma, lo que Singer nos ofrece es una utopía utilitarista.
El autor utiliza la palabra fundamentalista para desacreditar a todo el que
sostenga el valor esencial de la vida humana. Es insultante etiquetar a los
miembros del Comité de Bioética del presidente George W. Bush -que
incluye a personalidades como Leon Kass (judío), Gilbert Meilaender
(luterano) y Francis Fukuyama (conservador laico)- como fundamentalistas.
Además, Singer no debería estar tan seguro de que el futuro será laico.
Incluso en Europa, el laicismo sufre el reto de la creciente marea islámica.
Singer usa el caso Terri Schiavo para retomar la estrategia retórica
que empleó en su anterior libro, Repensar la vida
y la muerte. En esa
obra, la trágica historia de Tony Bland, un paciente británico
en estado vegetativo irreversible a quien desconectaron los aparatos que le
mantenían con vida con consentimiento judicial, se presentaba como el
paso del Rubicón a la tierra de una nueva ética de la vida y
la muerte, repleta de los propios "mandamientos" del autor. Desde
entonces, muchos países han estudiado atentamente las leyes sobre la
eutanasia activa y después las han rechazado. En los Países Bajos,
donde se ha presentado este tipo de legislación, los peligros que representa
este terreno resbaladizo han sido evidentes.
La ridiculización racionalista que hace Singer...