He aquí los elementos clave que equilibran y alteran a Jordania, un país estable en una región consumida por la violencia.

A pesar del caos regional en el que se encuentra inmerso, Jordania es un país relativamente estable y seguro. Sin embargo, navega entre el radicalismo interno, simbolizado por los ataques de junio en el campo de refugiados palestinos de Baqa’a y de julio en la frontera siria, y el reformismo político, manifestado en las elecciones legislativas que tendrán lugar el próximo 20 de septiembre. Fronterizo con Siria, Irak y los territorios palestinos e Israel, el reino hachemí tiene que hacer frente con bastante frecuencia a las consecuencias derivadas de la situación política en esos países, especialmente la acogida de millones de refugiados, lo que supone un reto estructural para Jordania de una gran magnitud, a la vez que debe lidiar con todos sus condicionantes internos.

 

Factores desestabilizadores

Dos miembros del Ejército jordano distribuyen bebidas a refugiados sirios. Khalil Marzaawi/AFP/Getty Images
Dos miembros del Ejército jordano distribuyen bebidas a refugiados sirios. Khalil Marzaawi/AFP/Getty Images

Entre los factores que hacen temer un colapso del reino hachemí, en primer lugar, hemos de hablar del radicalismo interno que, junto al extremismo, tienen una larga historia en Jordania. De hecho, la primera manifestación se podría atribuir a los grupos palestinos que estaban haciéndose con el control del país y poniendo en jaque al régimen, siendo al final expulsados del reino en 1970, en lo que fue conocido como Septiembre Negro. Desde los 80, en consonancia con el resurgimiento islamista en toda la región, también se ha producido un aumento del radicalismo y extremismo de carácter islamista en el país. Las figuras más prominentes han sido Abu Musab al Zarqaui, fundador de Al Qaeda en Irak y responsable de los atentados en varios hoteles de Amán en 2005, y Abu Muhammad al Maqdisi, el más influyente clérigo yihadista en la actualidad. A esto se suma que más de 2.000 jóvenes jordanos han ido a luchar a Siria e Irak en las filas de los distintos grupos extremistas, siendo Jordania el país con la mayor tasa de foreign fighters per cápita con 315 militantes por millón de habitantes.

Otro factor desestabilizador es la inseguridad regional. Los conflictos existentes en los países vecinos hacen que Jordania viva en un estado de alerta constante. Es perceptible la presencia de fuerzas de seguridad en los puntos más importantes y críticos de la capital jordana, pero también en las fronteras con Siria e Irak. Esta presencia ha impedido que los extremistas de Daesh hayan podido penetrar en territorio jordano, limitándose a diversas escaramuzas en zonas fronterizas, especialmente en la localidad siria de Daraa, a escasos kilómetros de la frontera jordana. Jordania también es parte de la coalición internacional que lucha contra el autoproclamado Estado Islámico, lo que supone un añadido más a las amenazas que sufre por parte de los extremistas.

En cuanto a la cuestión de los refugiados, Jordania es por tradición un país acogedor de refugiados, los palestinos expulsados en la Nakba en 1948, millones de iraquíes que huyeron durante la ocupación estadounidense de 2003 y la actual acogida de cerca de dos millones de refugiados sirios, aunque las cifras oficiales son algo más bajas, en torno a 1,3 millones. ACNUR atiende a más de 650.000 refugiados sirios en distintos campos y en zonas urbanas. En 10 años la población jordana se ha duplicado, alcanzando la cifra de aproximadamente 10 millones de habitantes, según datos del Departamento de Estadísticas Jordano. Como consecuencia, están teniendo lugar graves problemas de abastecimiento, en especial respecto al agua, de la que el país es un deficitario crónico. Esto está llevando a la aparición, incluso, de actitudes xenófobas hacia los refugiados sirios y otros inmigrantes de la región como los egipcios.

En este punto, la ausencia de una identidad nacional compartida es uno de los factores clave al entender la conformación del país. Primero porque cuenta con 70 años de historia y segundo porque la propia construcción se ha dado por la acogida de distintas oleadas de poblaciones que mantienen un fuerte sentido de su propia identidad. Los palestinos se siguen sintiendo palestinos en lugar de jordanos, los circasianos, chechenos o kurdos igual. A ello hay que unir los refugiados sirios, que nadie sabe cuánto tiempo tendrán que quedarse pero seguro influyen en esta construcción de la identidad nacional.

La dependencia económica de la ayuda exterior es uno de los factores que más lastra el desarrollo del reino. Con frecuencia, el país sufre intervenciones del FMI que suponen un alza en los precios de los productos básicos, que merman el poder adquisitivo de los ciudadanos aún más. Además, la deuda pública supone un 80% del PIB, lo que resulta en nuevos ajustes presupuestarios que impiden la financiación de otros proyectos necesarios. A esto se une la dependencia energética de los países del Golfo, en concreto para la producción de electricidad, un 96% de la cual proviene de combustibles fósiles.

 

Factores estabilizadores

El rey jordano, Abdulá II, junto con el vicepresidente de EE UU, Joe Biden, en Amán. Khalil Mazraawi/AFP/Getty Images
El rey jordano, Abdulá II, junto con el vicepresidente de EE UU, Joe Biden, en Amán. Khalil Mazraawi/AFP/Getty Images

La monarquía es uno de los factores más importantes que explican la estabilidad del país, precisamente por esa falta de identidad nacional mencionada. La figura de Abdalá II actúa como aglutinador de la nación, ya que gran parte del sistema político se configura en torno a las lealtades que las distintas tribus le juran. El propio monarca fue el promotor del proceso de reforma política que está dándose desde 2011. La mayor novedad ha sido la incorporación del sistema de representación proporcional, que se pondrá en práctica por primera vez en las elecciones legislativas del próximo 20 de septiembre.

Es especialmente importante tener en cuenta el rol de las mujeres en la política. Desde que en 2003 la cuota obligatoria fue introducida en el Parlamento, cada vez más jordanas están presentes en la política del país. Sin embargo, esta cuota sólo asigna 15 escaños a las mujeres, siendo muy difícil lograr escaños compitiendo con el resto de listas electorales. Ejemplo de ello es que en las pasadas elecciones de 2013, apenas tres mujeres consiguieron un escaño fuera de los asignados por la cuota. Aún así, las organizaciones de mujeres siguen batiéndose para mejorar esta situación, hasta que la cuota se establezca en el 30% de los asientos.

Otro de los factores importantes en la política jordana es el rol de moderación que han jugado los Hermanos Musulmanes. Siempre presentes en la política jordana, han contado con el apoyo del sistema para hacer frente a los políticos partidos de izquierda. Esta situación cambió en 2013 cuando la Hermandad comenzó a hablar contra el rey y, especialmente, en consonancia con la situación egipcia. Cuando el Gobierno de Mohamed Morsi cayó en Egipto, Jordania se alineó con el general Abdelfatá al Sisi y los Hermanos Musulmanes fueron apartados de sus privilegios. Su posición en ministerios de importancia como el de Educación se vio afectada, tampoco se renovó la licencia de partido al Frente de Acción Islámica (IAF, por sus siglas en inglés), el brazo político de los Hermanos Musulmanes, de acuerdo con la nueva ley de partidos políticos de 2014. Es más, el Gobierno jordano clausuró su cuartel general en Amán el pasado mes de abril y un año después concedió la licencia de partido a los Hermanos Musulmanes, dando lugar a una división interna, materializada en la existencia de dos entidades distintas: una liderada por el director general y la otra por Abdel-Majid Thnaibat. En la actualidad, su posición y su calado en la sociedad se ha visto ciertamente debilitado como consecuencia de su postura y de las divisiones internas.

La configuración tribal de la sociedad jordana también actúa como cohesionador social aunque también como freno al progreso. Las tribus controlan y canalizan la participación política, situando a sus candidatos en el Parlamento y dificultando la formación de bloques políticos en el mismo. Aún así, también actúan como red de seguridad en tiempos de crisis y como un actor clave en evitar la unión de jóvenes a grupos extremistas en Siria e Irak.

El rol de las fuerzas de seguridad y la asociación con Estados Unidos son factores clave para la estabilidad del reino. La policía y fuerzas de seguridad jordana han desarticulado distintas células locales que planeaban ataques en el país, así como han actuado con rapidez cuando éstos han sucedido, como el pasado 6 de junio en el campo de refugiados palestinos de Baqa’a. Además, la asociación con los estadounidenses, que le considera el único aliado fiable en la región, otorga cierta tranquilidad al régimen, sobre todo en lo que se refiere a la seguridad en la frontera con Siria.

Dados todos estos factores, las elecciones del próximo 20 de septiembre son una incógnita, al ser la primera vez que el país elija un Parlamento mediante el sistema de representación proporcional. Pese a que no representen un cambio drástico en la situación de Jordania, al menos ilustran sobre el lento pero progresivo proceso de reformas políticas que inició en 2011.