La obsesión de Kenia con Barack Obama representa una forma de escapismo para un país africano acosado por la disfuncionalidad política.

 

El 4 de noviembre, en Kenia, uno podía creer equivocadamente que Obama era candidato a la presidencia allí, y no en Estados Unidos. La ciudad de Kisumu, la cuna de los antepasados del presidente estadounidense electo, en el oeste del país, celebró unas elecciones simuladas desde las ocho de la mañana. En Nairobi, en el Centro Internacional de Conferencias Kenyatta, grandes pantallas de televisión daban noticias sobre la votación en EE UU. Y en el elegante supermercado Nakamutt, los empleados saludaban a los clientes con una sencilla pregunta: ¿ha votado por Obama?

SIMON MAINA/AFP/Getty Images

Obamanía: Los kenianos han recibido la victoria de Obama como si fuera uno de los suyos.

Sin embargo, es innegable que esta adopción que ha hecho Kenia de Obama tiene algo de excesiva. El Gobierno declaró fiesta nacional para celebrar la victoria del senador de Illinois sobre John McCain. El Teatro Nacional está preparando una obra titulada Obama: el musical, que examina su vida a través de canciones. Hay llamamientos a que Kenia pida oficialmente a EE UU convertirse en el Estado número 51. Y el país ya está haciendo planes para acoger una visita del que será el próximo presidente, pese a que éste no ha indicado cuándo ni si va a ir.

La obamamanía de Kenia no se debe sólo a las raíces del presidente electo, sino que parece representar una especie de fantasía escapista en un Estado africano acosado por la disfuncionalidad política. Con el recuerdo aún fresco de la violencia electoral que dejó cientos de muertos la primavera pasada, el país anhela precisamente un cambio como el que representa Obama. El senador de Illinois parece poseer todo aquello de lo que carecen los dirigentes políticos kenianos: juventud, una imagen conciliadora y la esperanza de trascender las identidades étnicas estrictas en favor del interés nacional común.

Para comprender cómo nació la fascinación de Kenia con Obama, hay que remontarse a enero de este año, cuando el país sufrió la peor violencia poselectoral en sus 45 años de historia. Se alcanzó un pacto político que puso fin a la crisis pero que no abordó la enemistad entre facciones rivales y grupos étnicos. El primer ministro, Raila Odinga, obtiene gran parte de su apoyo de la etnia lúo, que desconfía profundamente del grupo dominante, el kikuyu, encabezado por el presidente, Mwai Kibaki. Y el escepticismo es recíproco.

En un país en el que casi todos los miembros de la clase política tienen más de 60 años pero la mitad de la población tiene menos de 20, la juventud de Obama y su mensaje de unidad tienen un enorme atractivo. Como escribió el lunes un columnista del periódico East African, habría que apartar a los “viejos chicos” de la política de Kenia y sustituirlos por una generación nueva. “Los kenianos jóvenes”, escribió  B. Amaya, de Nairobi, “deberían emular a Obama para cambiar el carácter tribal de nuestra política”.

La victoria del senador demócrata ofrece una lección evidente sobre la diversidad: Estados Unidos ha hecho lo impensable y ha elegido a un presidente que no es blanco. ¿Podrían aprender los kenianos a aceptar sus propias diferencias étnicas? Odinga ha señalado que esta victoria significa que una reconciliación de ese tipo es posible. “Si Obama puede ganar y obtener el apoyo de los blancos”, dijo poco antes de las elecciones, “¿por qué, en un país totalmente negro como Kenia, van a estar luchando sus ciudadanos unos con otros?”

Ahora bien, aunque Obama sea un modelo que hay que emular, ¿puede verdaderamente su presidencia transformar la realidad política de Kenia? Al fin y al cabo, las luchas políticas del país no surgieron con las elecciones fallidas de este año, sino mucho tiempo antes. El Gobierno y los privilegios suelen depender de las diferencias étnicas, según quién esté al mando. La corrupción oficial sigue siendo muy elevada incluso en comparación con el resto de África, y a pesar del compromiso actual de reparto de poder. Kibaki y Odinga son muy duchos en el arte del clientelismo étnico y no aguantarían un cambio trascendental como el que representa Obama. Ambos lamentan en público la violencia, pero ninguno parece dispuesto a examinar cómo reconciliar a los grupos que se disputan su sitio en una sociedad profundamente dividida entre ricos y pobres. Ambos están acusados, por ejemplo, de oponerse a los esfuerzos para identificar y procesar a los responsables de esta violencia étnica, y la comisión independiente que hizo esa recomendación la semana pasada se encuentra hoy en el limbo.

El nuevo Gobierno de Obama podría presionar a los dirigentes kenianos, y existen argumentos poderosos para que lo haga. Este país alberga la mayor embajada de Estados Unidos en África y es vecina de la tumultuosa Somalia, un campo de entrenamiento de terroristas. Además se cree que hay redes de terrorismo islámico que operan en Kenia, por lo que sus problemas de seguridad interna tienen interés estratégico para EE UU. Sin embargo, son muchos, tanto en este país africano como en la comunidad internacional, los que insisten en que sólo con un examen de conciencia interno será posible impedir que el país caiga presa de la violencia étnica en los próximos meses.

No hay duda de que la victoria de Obama es un tremendo estímulo para el orgullo de un pueblo abatido y un ejemplo de lo que los hijos del país podrían lograr fuera de ese tenso paisaje político. Pero, en vez de limitarse a celebrar el triunfo, Kenia debería seguir el consejo que él ofreció durante su viaje al país en 2006, y contemplar su nación como les gustaría que se viera desde lejos.

“Puedo decir que, desde la perspectiva de Estados Unidos, cuando miran Kenia, todo lo que ven es Kenia”, declaró Obama al grupo de comunicación de Nairobi Nation Media Group. “No se detienen a distinguir entre lúo, kamba, kikuyu, masai, etc. Si todos empiezan a adoptar una perspectiva global, se darán cuenta de que Kenia no puede permitirse el lujo de seguir con estas divisiones”.

Entonces, tal vez, los sueños de Kenia sobre Obama se harán realidad.

 

Artículos relacionados