China_digital_portada
Lu Qi, el presidenta de la compañía tecnológica china Baidu en una presentación en Pakín. Liu Guanguan/CHINA NEWS SERVICE/Visual China Group via Getty Images

Cuando la nueva Ruta de la Seda comienza a formar parte del nuevo paradigma de la geopolítica internacional, de nuevo la diplomacia china, pero en esta ocasión orientada al ámbito tecnológico y digital, surge como el propulsor de nuevos cambios en el esquema de la geopolítica de la tecnología.

Dos años después de que el gobierno de Xi Jinping anunciara en 2013 la iniciativa de la nueva Ruta de la Seda, compuesta por los seis corredores terrestres que forman el Cinturón económico de la Ruta de la Seda, y una ruta por mar, la denominada Ruta de la Seda Marítima del siglo XXI, la visión geopolítica de conectar China con Europa se completaba con el lanzamiento de la Ruta de la Seda de la Información. Comúnmente conocida como la Ruta de la Seda Digital, supone para China abordar una segunda etapa en el proceso de internacionalización de sus “campeonas nacionales tecnológicas”.

Si en 1999 la política Go Global llevó a las empresas chinas mejor posicionadas, como ZTE y Huawei, a competir en los mercados internacionales, en la versión renovada se unen los grandes titanes tecnológicos que China ha conseguido generar en apenas dos décadas. La estrategia Go Global de hace  20 años es hoy la gran iniciativa de la Ruta de la Seda Digital que tiene a su favor beneficiarse del impulso del juego geopolítico de alianzas que Pekín ha conseguido con el despliegue de la nueva Ruta de la Seda. Mientras los grandes proyectos en infraestructuras son la piedra angular en el nuevo esquema de conexiones terrestres y marítimas que ha conseguido China en el despliegue de la nueva Ruta de la Seda por el Indo-Pacífico hasta llegar a Europa, la tecnología y los estándares chinos de la nueva generación de tecnologías de la información son el centro sobre el que pivota la estrategia de la Ruta de la Seda Digital para conectar al gigante asiático, en el centro del esquema, con los países por los que discurre la ruta.

Digital_China
Los logos de las empresas tecnológicas chinas Baidu, Alibaba, Tencent, Xiaomi, cuyo acrónimo es BATX.Photo Illustration by Chesnot/Getty Images

Dos décadas han sido suficientes para que China haya conseguido generar compañías tecnológicas que compiten con gigantes estadounidense en la generación de las últimas innovaciones del sector. En tiempo récord el Pekín ha conseguido desarrollar titanes tecnológicos que impulsan la economía digital de China, representando el 34,8% del PIB en 2018, según el informe de la Administración del Ciberespacio de China. Alibaba, Tencent y Baidu, más conocidos como los BAT, son parte de la revolución tecnológica que está transformando la economía china, siendo los impulsores de replicar en los países de la nueva Ruta de la Seda los modelos digitales que caracterizan el ecosistema tecnológico del gigante asiático. En apenas dos décadas, el comercio electrónico de China ha pasado a representar el 42% de la cuota de mercado global y los pagos digitales se han convertido en una parte inherente entre las tendencias digitales de los consumidores chinos, realizándose a través del móvil 11 veces más transacciones que las que se registran en Estados Unidos. Se trata de dos mercados maduros, el comercio digital y las Fintech (sector tecnofinanciero), que son la parte esencial de las inversiones tecnológicas que han realizado los titanes chinos en los países donde Pekín ha desplegado la diplomacia de la nueva Ruta de la Seda, haciendo de la Ruta de la Seda Digital una iniciativa de tanta envergadura en la geopolítica tecnológica como tienen las rutas terrestres y marítimas para la geopolítica mundial.

La expansión de los grandes titanes tecnológicos por los países de la ruta constituye la red de conexiones de la Ruta de la Seda Digital, y son aquellos Estados más emblemáticos de la iniciativa los que reciben una mayor inversión tecnológica. El dominio de Alibaba en el ámbito del comercio online ha fomentado la creación de una Zona de Libre Comercio Digital en Malasia, potenciando la componente logística de la nueva Ruta de la Seda al convertir a Kuala Lumpur en e-hub para la región. Asimismo, las inversiones de Alibaba en el programa de ciudades inteligentes en Malasia, la alianza con DaraPay en Camboya para potenciar el uso de pagos electrónicos a través de Alipay y el acuerdo de la Oficina de Turismo de Sri Lanka con Fliggy, la plataforma de viajes del Grupo Alibaba, sitúan al gigante asiático como una de las palancas más activas en la construcción de la Ruta de la Seda Digital. En cuestión de medios de pago, los acuerdos también incluyen la adquisición de Daraz, la empresa de comercio online líder en Pakistán con presencia en todo el mercado del Sureste Asiático, la adquisición a la noruega Telenor del 45% del Banco Telenor Microfinance, propietario de Easypaisa, la mayor plataforma de servicios financieros online de Pakistán, la adquisición del 20% de bKash, el mayor proveedor de servicios financieros móviles de Bangladesh. Estos acuerdos se suman a otras inversiones que van desde el proveedor de e-comercio Paytm en India a los servicios de pagos electrónicos TrueMoney en Tailandia, GCash en Filipinas, Dana en Indonesia y Touch ‘n Go (TnG) en Malasia, entre otros, una red de nuevos mercados para los titanes tecnológicos chinos en su extensión por los países de la ruta.

La Ruta de la Seda Digital es también infraestructura de telecomunicaciones. De la inversión de China en la Ruta de la Seda Digital de 17.000 millones de dólares desde 2013, más de 10.000 millones de dólares se han destinado a proyectos de comercio online y acuerdos de pagos por móvil, y al menos 7.000 millones de dólares se han destinado a completar el despliegue de redes de telecomunicaciones y fibra óptica, según Merics. Las inversiones en infraestructura digital no tienen la dimensión económica de los proyectos de la nueva Ruta de la Seda pero, sin duda, son un valor en alza para la diplomacia china y una actividad que irá creciendo en los próximos años. El Corredor Económico China-Pakistán, considerado el buque insignia de la iniciativa, es también beneficiario de la expansión digital con el despliegue de un cable de fibra óptica de 820 km que conecta ambos países. Con ello, se potencia aún más la dimensión de este corredor, además de permitir a China sortear el cuello de botella que supone el Estrecho de Malaca, esta vez desde una visión digital. En cuestión de cables submarinos, el más emblemático es la conexión del cable de fibra óptica (South Atlantic Inter Link, SAIL) de 6.000 km entre Camerún y Brasil a cargo de una participación de China Unicom, una de las tres operadoras de telecomunicaciones del país.

Digital_Pakistan_China
Un anuncio de la empresa de pago eletrónico bKash en Daca, Bangladesh. MUNIR UZ ZAMAN/AFP via Getty Images

Este tipo de iniciativas impulsan la integración global de los países al conectarlos con la red de telecomunicaciones mundial, complementando la integración económica y comercial regional que están consiguiendo con su incorporación a los proyectos terrestres y marítimos de la nueva Ruta de la Seda. De hecho, la participación de China en la construcción de nuevas redes de cables submarinos presenta una alternativa para aquellos Estados que quieren ampliar sus conexiones digitales ante las reticencias de las empresas occidentales que no encuentran una rentabilidad suficiente a la inversión. China ha pasado de participar en el 7% de los proyectos de construcción de cables submarinos entre 2012 y 2015, exclusivamente vinculados a la conexión de la parte continental con Taiwán y Hong Kong, a representar el 20% de todos los proyectos de cables submarinos mundiales entre 2016 y 2019, con especial atención a los despliegues en la zona del Mar del Sur de China. De esta forma, el dominio de las infraestructuras lideradas por consorcios de origen norteamericano afronta la competencia de la creciente influencia de China, lo que genera a la vez una mayor expansión de los estándares chinos y una creciente preocupación por posibles implicaciones en cuestión de ciberseguridad.

La apuesta de China por convertirse en una superpotencia en ciberseguridad y el despliegue en Europa y Asia-Pacífico de la nueva red 5G a cargo de Huawei, uno de los proveedores de sistemas de telecomunicaciones más importantes del mundo y el que mayor número de estándares 5G dispone, está generando cierta preocupación entre los países occidentales. Asimismo, las consideraciones sobre posibles agujeros de seguridad en la tecnología 5G de Huawei que favorezcan el espionaje se suman al cuestionamiento de la independencia de las compañías de telecomunicaciones chinas del Gobierno, motivando la creación de dos polos en la geopolítica de la tecnología. De hecho, la amenaza de que Estados Unidos pierda el liderazgo tecnológico mundial frente a China ha motivado que Washington adopte una actitud más decisiva para frenar las aspiraciones de Pekín, de ahí la incorporación del caso Huawei como parte del definitivo acuerdo que ponga fin a la guerra comercial que mantienen ambos países.

China ha conseguido en tiempo récord cubrir sus necesidades de conexión digital y exportar su modelo de estándares chinos, haciendo que cada vez cobre más relevancia otro de los proyectos estrella del Gobierno chino, el Made in China 2025. Sin embargo, el escenario que se plantea de pasar de un liderazgo tecnológico de Occidente a otro donde los Estados se vean impulsados a alinearse a favor de uno de los dos polos tecnológicos que están surgiendo no presenta el mejor escenario a futuro. Las nuevas necesidades tecnológicas que afrontará la sociedad cuando comiencen a popularizarse los negocios impulsados por el despliegue de la tecnología 5G van a requerir de los actores tecnológicos que se preserve la libertad de Internet y la seguridad de la Red. El despliegue global del 5G a cargo de Huawei en varios países occidentales ha producido el primer gran choque tecnológico entre la diplomacia de Washington y de Pekín. Cómo se resuelva y evolucione este conflicto sentará las bases para una posible futura consolidación de dos bloques tecnológicos, no deseable en ningún caso.