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Señal de vacunación en un centro médico en Podgorica, Montenegro. Filip Filipovic/Getty Images

Frente a problemas globales, como el de la pandemia por la COVID-19, la UE debe acelerar el ritmo y lograr mayor eficacia en sus políticas hacia los Balcanes Occidentales, porque actores como China y Rusia saben aprovecharse de las propias desigualdades y contradicciones del proyecto europeo.

Tras el fracaso de intentar adquirir vacunas occidentales, el presidente macedonio aceptó que no tenía otra opción que adquirirlas producidas por Rusia o China. Zoran Zaev declaró que estaba en contacto con Washington y la Alianza Atlántica y que era un derecho soberano de cada Estado adquirir las vacunas que se consideraran. "Somos miembros de la OTAN, pero somos conscientes de la falta de vacunas en el mundo. Somos un país pequeño. Tenemos un acuerdo con Pfizer y con Sinopharm, que esperamos la próxima semana", dijo Zaev. Hace pocos días llegaban 3.000 dosis de Sputnik V al aeropuerto de Skopje con el Embajador ruso y el ministro de Sanidad presentes. Macedonia del Norte fue de los últimos países en comenzar la vacunación y fue, en cualquier caso, gracias a una donación de Serbia de 4.860 dosis de Pfizer, con ceremonia en la frontera, en Tabanovce, mediante.

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Un hombre recibe la vacuna rusa Sputnik V en Republic Srpska, Bonsia y Herzegovina. Miomir Jakovljevic/Anadolu Agency via Getty Images

Estas dudas mostradas por los actores regionales para hacerse con vacunas no europeas no han sido mostradas por Serbia. El presidente serbio el año pasado, al comienzo de la pandemia, ganó repercusión en los medios de comunicación internacionales, cuando en una conferencia de prensa declaró su gratitud al hermano Xi en contra de la insolidaridad mostrada por la UE a la hora de echar una mano a los vecinos del sureste europeo: "La solidaridad europea no existe. Es un cuento de hadas". Belgrado ha mostrado un plan de provisión y vacunación exitoso. Hasta el momento ha logrado reunir más de dos millones de vacunas, muy lejos de Albania que apenas supera las 30.000 dosis de Pfizer. Belgrado, además, ha ejercido de donante con sus vecinos adoptando el rol de potencia regional. Hace nada entregó 10.000 dosis de Astra Zeneca a la Federación de Bosnia y Herzegovina, entidad formada mayoritariamente por bosníacos y croatas, adelantando por la derecha a la UE y diluyendo la dimensión del aparente litigio entre los nacionalismos serbios, croatas y bosníacos por marcar diferencias nacionales en la agenda política bosnia.

En realidad, el lento avance del programa COVAX, iniciativa, entre otras, impulsada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha forzado a los países del sureste y este europeo a buscar alternativas para obtener una provisión de vacunas. Bisera Turković, la ministra de Exteriores bosnia, dijo hace poco que la iniciativa respaldada por la UE no ha logrado entregar hasta la fecha "una sola dosis". Bosnia y Herzegovina ha sido uno de los países donde proporcionalmente se han perdido más vidas humanas debido a la COVID-19. Aunque no se trate de un programa gestionado directamente por la UE, desde los medios locales en estos países se interpreta como tal, mientras reportan como Moscú y Pekín inmunizan a los ciudadanos serbios, diplomáticos, jóvenes y mayores. Todo esto parece ocultar a efectos de la opinión pública que la Unión Europea en febrero, en asociación con la OMS, lanzó un nuevo proyecto regional por valor de más de 7 millones de euros para apoyar la vacunación en los Balcanes Occidentales, como parte de una asistencia más amplia que supera los 3.000 millones de euros para combatir los efectos de la pandemia en la región. El problema principal es que parece improbable que ninguno de los países balcánicos, a excepción tal vez de Serbia, logren alcanzar el objetivo propuesto de lograr vacunar al 70% de la población adulta antes del verano, de acuerdo con las expectativas de la Comisión Europea. China o Rusia, con mayor maniobrabilidad para estos quehaceres, ponen en evidencia la rigidez burocrática de la estructura garantista y securitaria de la Unión.

Ante la falta de avances, los Estados sin acceso a los mercados han terminado por depositar su confianza en la vacuna rusa que se ha probado eficaz en un 92%, cuando hace solo algunos meses muchos medios se burlaban de la celeridad rusa para crear una vacuna contra la COVID-19. La UE acepta que cada Estado se busque la vida, la propia canciller alemana, Angela Merkel, lo ha confirmado, pero muestra, como ha ocurrido en otros episodios, la lentitud de Bruselas para ayudar a los candidatos a la UE cuando se presentan catástrofes de esta naturaleza frente a los que se suponen son sus rivales geopolíticos. Y son cuestiones de relevancia, hasta el punto de que países con relaciones tradicionalmente tirantes con Moscú han tenido que ceder ante la imperiosa necesidad de vacunar a sus ciudadanos. Polonia se encuentra ante la tesitura de hacerse con vacunas Sputnik V y asumir que tendrán que comprar también la china Sinopharm. La República Checa, con una tasa de infección extremadamente elevada, ha declarado que está considerando pedir Sputnik V antes de que sea aprobada por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA).

En realidad, la necesidad de vacunar a las poblaciones respectivas no esconde las implicaciones políticas del proceso. Albin Kurti, la máxima figura política kosovar, dijo que no aceptaría vacunas de Serbia, que las adquiere de Rusia y China, y agregó que, en términos de valores e intereses, "nuestra orientación" siempre ha sido hacia Occidente. Mientras tanto, los serbo-kosovares se van a territorio serbio, Kuršumlija, Raška, Bujanovac y Vranje a vacunarse. En Bosnia y Herzegovina la llegada de vacunas airea las costuras administrativas del territorio entre cómo se gestiona el acceso a vacunas en la Federación de Bosnia y Herzegovina y en la otra entidad, la República Srpska. Además de la donación recibida por la Federación, la Repúblika Srpska ha recibido 22.000 dosis de la vacuna Sputnik V, todas donadas por Serbia. El primer ministro croata, Andrej Plenković, dijo en una sesión del gobierno el 4 de marzo que Croacia está "más que lista" para adquirir una vacuna rusa cuando sea aprobada por la EMA. Mientras tanto, en Montenegro, las primeras vacunas de Sputnik V fueron donadas por Belgrado, pero ya ha recibido más, entre ellas 30.000 adquiridas como donación desde la china Sinopharm.

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Un hombre mayor recibe la vacuna china Sinopharm en Serbia. Aleksandar Jovanovic/Anadolu Agency via Getty Images

A nivel local, plantear la capacidad de obtener beneficios de las relaciones con China y Rusia sin renunciar al proyecto europeo cada vez tiene un público más favorable, porque en la región saben que, en un estado de geopolítica confrontativa, son los primeros europeos en verse perjudicados. Los retos globales, para el que se preparan las administraciones locales, parecen seguir solucionándose a ojos de la opinión pública con recetas nacionales y eso contradice las bases del proyecto europeo. La respuesta política ante las vacunas condiciona y pone en tela de juicio las relaciones de lealtad de los países de la región con la UE, situándolos en una posición delicada ante sus conciudadanos, con unos grandes costes políticos internos. Sin una perspectiva cercana de ampliación europea, las claves del buen funcionamiento interno adquieren mayor relevancia porque se cuestiona un horizonte inmediato de prosperidad asociado a Bruselas. La tangibilidad de las vacunas no opera en el ámbito de la comunicación y de las legitimidades políticas, sino en el de la eficiencia administrativa y sanitaria. No admite subterfugios políticos.

El impacto de una política interpretada como errática desde la UE en la región no solo puede tener consecuencias en términos de vidas humanas, sino en relación a la credibilidad del mismo proyecto europeo a medio plazo. Esto ocurre especialmente en un momento histórico donde estas sociedades asumen resignadas que las libertades y derechos políticos no han traído las mejoras materiales que la transición iba detrayendo entre privatizaciones fraudulentas, desigualdades económicas y corrupción rampante. El mantra de la estabilidad regional se ha impuesto sin que ello suponga prosperidad, y el proceso de vacunación expone a las claras la condición de ciudadanos de segunda de los balcánicos cuando arrecian los problemas globales.

Los Balcanes occidentales desnudan la geopolítica internacional porque no están sujetos a los mismos arneses de los Estados miembros de la UE. La rivalidad o la competitividad con Rusia o China no debe ocultar que sus órdagos geopolíticos no excluyen las propias fallas del proyecto europeo, porque precisamente son las propias debilidades internas las que agigantan la magnitud de los embates externos. La vacuna rusa va ganando aceptación entre los expertos europeos, pero con reticencias y sospechas basadas no solo en criterios científicos que solo reafirman las tesis antieuropeístas y euroescépticas. La aprobación del programa "UE por la Salud" para 2021-2027 es un avance en la dirección europeísta, cuando de lo que se trata es de ser ágiles en un mundo donde hace falta acelerar el ritmo, porque los actores externos saben cómo aprovecharse de las propias desigualdades y contradicciones. Los Balcanes occidentales siguen siendo el mejor termómetro de las enfermedades europeas.