Moscú tiene un equilibrio en sus relaciones centro-periferia muy complejo, que podría derivar en tensiones secesionistas teniendo en cuenta la coyuntura actual.
La invasión militar rusa a Ucrania y la posibilidad de asistir a un escenario de eventual desintegración territorial de facto del Estado ucraniano implican observar otra realidad, en este caso enfocada en el país invasor, Rusia. La atención se concentra en observar en qué medida el conflicto podría reactivar tensiones secesionistas hasta ahora aletargadas dentro de Rusia, y cómo las mismas podrían afectar a las relaciones centro-periferia e, incluso, a la propia definición de la identidad nacional rusa.
Partiendo del hecho de que el carácter plurinacional de la Federación Rusa permite observar ciertos esquemas de autonomismo regional, el conflicto armado en Ucrania podría eventualmente constituirse en un catalizador de posibles tensiones secesionistas hasta ahora "adormecidas" en el espectro político ruso.
La integridad estatal como prioridad máxima
La integridad estatal de Rusia y, particularmente, la preservación de su identidad nacional se han convertido en prioridades absolutas para el Kremlin. Lo que repercute también en sus decisiones tanto a nivel interno como regional.
Con la finalidad de ofrecer cánones que legitimen su decisión de intervenir militarmente en Ucrania, el presidente ruso Vladímir Putin ha utilizado en algunos de sus discursos oficiales determinados factores relativos a la "unidad histórica y cultural" e incluso "espiritual" de una "identidad común ruso-ucraniana" que, visto desde la perspectiva histórica para Moscú, implica compatibilizar dentro del "mundo ruso" bajo un nuevo relato histórico.

No obstante, y a treinta años de la desintegración de la URSS, la Rusia postsoviética ha observado también la aparición de fuerzas secesionistas internas, especialmente en el Cáucaso ruso (Chechenia entre 1991 y 2008), que terminaron con la imposición por la fuerza por parte del poder estatal.
Toda vez reforzaba internamente el poder estatal evitando mayores desafíos insurgentes, Rusia procreaba simultáneamente una geopolítica de Estados de facto (Abjasia, Osetia del Sur, Transnistria, Donbás) en aquellos países de su periferia euroasiática ex soviética (Georgia, Moldavia, Ucrania) como mecanismo que le permitieran asegurar sus esferas de influencia. Con el foco en la defensa de las comunidades étnicas y lingüísticas rusas, así como erigiéndose, en otros casos, como interlocutor de la resolución de conflictos (Nagorno Karabaj).
Cómo compatibilizar esa geopolítica de Estados de facto para garantizar sus intereses, mantener la integridad estatal, reforzar el nacionalismo y la identidad nacional rusas y contener cualquiera reactivación de tensiones secesionistas internas supone para Moscú un desafío que, a priori y tomando en cuenta el contexto actual, no parece constituir un problema inmediato para la Federación rusa.
No obstante, debe tomarse en consideración que estas tensiones secesionistas podrían alterarse dependiendo de la evolución del conflicto ucraniano. Así que podría traducirse en un desafío para los equilibrios entre el centro y la periferia del poder ruso.
Rusia: Estado plurinacional y relaciones centro-periferia
Una radiografía de la composición político-territorial y étnica de Rusia ...
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