Ni Estados Unidos ni China. La Guerra Fría del siglo XXI se parecerá mucho más a la que ya empiezan a librar compañías como Apple y Google que a la que enfrentó a EE UU con la Unión Soviética. Esta vez, además, condicionada por una serie de estrellas invitadas: gobiernos, agencias de espionaje, big data, ciberactivistas o sociedad civil organizada.
Thomas Lohnes/Getty Images
Las grandes compañías tecnológicas manejan presupuestos superiores al PIB de la inmensa mayoría de los Estados de la Tierra. Sólo dos de ellas, Apple y Google, se reparten la práctica totalidad del mercado de sistemas operativos móviles, a gran distancia de Blackberry y Windows. Otras empresas crecen a la sombra de Android, el sistema operativo de Google, como Samsung, HTC o LG.
Pero para completar el repóquer de ases que combatiría en esta Guerra Fría ‘no estatal’ tendríamos que mirar también a Amazon, a Microsoft o a Facebook; especialmente a sus ingentes almacenes de datos recopilados. Que si Facebook fuera un país, por cierto, hoy sería el tercero más poblado de la Tierra, sólo por detrás de China e India.
Cada uno de los contendientes va moviendo sus fichas. En 2012 Facebook compró Instagram por 1.000 millones de dólares, y ahora ha comprado Whatsapp por 19.000 millones de dólares, apropiándose de la empresa de mensajería instantánea más exitosa del mundo –y, por lo tanto, una amenaza–. Whatsapp, sin embargo, pagaba a menos de 60 empleados.
¿Qué compra Facebook entonces? Datos. Google compró YouTube tras su fallida apuesta por Google Vídeos. Fue en 2006 y pagó 1.600 millones de dólares, casi diez veces menos de lo que paga ahora Facebook por Whatsapp. Microsoft ya se ha hecho con la compañía finlandesa Nokia, antaño hegemónica, hoy venida a menos. Intenta no perder el tren móvil, aunque hay quien dice que quizá ya sea tarde. Apple decidió prescindir de Google Maps y de YouTube como aplicaciones nativas en iOS y desarrolló sus propios Maps con TomTom. Fue un desastre y la compañía mandó una inédita carta de perdón a los usuarios. También Jeff Bezos, fundador y CEO de Amazon, ha decidido mover ficha y se ha comprado la emblemática cabecera The Washington Post.
Cada una de estas compañías pugna por la supremacía tecnológica con diferentes visiones, sea apostando por sistemas abiertos o cerrados. El campo de batalla entre ellas no se diferencia mucho de cualquier otro sector con libre competencia basado en la oferta y la demanda. Sin embargo, hay un hecho diferencial. La verdadera ‘bomba nuclear’ que tiene cada compañía es la ingente cantidad de datos privados de los usuarios y la enorme dependencia que hemos generado de sus servicios. La protección de la privacidad es la gran batalla, que por cierto vamos perdiendo. Aprovecho para mandar un saludo a los amigos de la NSA, que seguro que nos acompañan en la lectura.
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