¿Llegarán los republicanos divididos y a la deriva a las elecciones en 2014?
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AFP/Getty Images |
El portavoz de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos, John Boehner, hablando con los medios de comunicación, octubre de 2013. |
Cuando un matrimonio empieza a mantener acaloradas discusiones en público, saltan todas las alarmas entre sus allegados: si se comportan así con gente escuchando, ¿cómo serán sus peleas de puertas adentro?
Algo parecido ocurrió el pasado 10 de diciembre, cuando el portavoz de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos, John Boehner, echó una tremenda bronca a los grupos más conservadores y cercanos al Tea Party ante las Cámaras. No se recuerda nada parecido. La lucha entre las facciones saltaba a la primera plana de la actualidad política. Los trapos sucios se aireaban delante de todo el mundo.
Grupos activistas republicanos, clave dentro del partido y con mucho dinero en los bolsillos (Heritage Action, FreedomWorks y Club for Growth) habían estado despotricando contra el acuerdo presupuestario que habían alcanzado los republicanos con los demócratas. Se trataba de financiar el Gobierno durante los próximos dos años. El proyecto de presupuesto intentaba poner fin al ciclo pernicioso de guirigáis políticos que han marcado los últimos años en Washington y han dificultado la recuperación económica. Boehner, el tercer hombre más poderoso en el escalafón político estadounidense, había sido humillado en varias ocasiones por las facciones más ultras de su partido, que habían obligado a cerrar el Gobierno durante 17 días para intentar frenar la Ley de Sanidad Asequible de Barack Obama. No lo consiguieron, pero con su juego acabaron con la poca reputación que les quedaba a los congresistas tras melodramas similares en 2011 y 2012. El líder republicano explotó: esos grupos habían criticado el acuerdo incluso antes de leerlo, dijo. Empezó a elevar la voz: “Están usando a nuestros miembros [del Congreso] y a los estadounidenses para conseguir sus objetivos. ¡Es ridículo! Si están por la reducción del déficit debería gustarles este acuerdo”.
Algunos pensaron que se trataba de un calentón pasajero, un desahogo del jefe republicano después de unos años en los que los freshmen (los congresistas elegidos en las elecciones de 2010) del Tea Party le habían estado amargando la existencia, negándose a cualquier compromiso con Obama. Para despejar dudas, él mismo se encargó de insistir al día siguiente: “Creo que están empujando a los miembros del Congreso a hacer cosas que no quieren. Y creo que con eso [los más conservadores] han perdido toda su credibilidad. Nos obligaron a luchar para quitar la financiación al Obamacare y a cerrar el Gobierno. La mayoría de vosotros sabéis que esa no era mi estrategia […] y luego uno de esos grupos reconoció que nunca pensaron que iba a funcionar. ¿Están de broma o qué?”, gritó el congresista.
Entre bambalinas, los republicanos de centro y los ...
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