
Un repaso a las oportunidades y desafíos de la primera Presidencia Búlgara de la Unión Europea.
La primera presidencia búlgara en el marco de la Unión Europea ha despertado, lógicamente, cierto interés hacia Bulgaria y sus gobernantes. Conocido por los tópicos negativos de ser el más pobre de la Unión, con una renta per cápita por debajo de algunos Estados de América Latina como Chile, según datos del FMI, el país situado al Sureste de Europa todavía es un gran desconocido. Ni siquiera los mismos europeos son conscientes de sus riquezas naturales, del increíble patrimonio histórico y cultural y del entorno dinámico de finanzas y negocios, basado en mano de obra bien cualificada y un mercado laboral flexible.
Con la caída del muro de Berlín, Bulgaria, igual que los demás antiguos satélites de la Unión Soviética, pasó por años convulsos de una dura transición económica y política, que dejó sus huellas en la sociedad. Por su situación geopolítica, la dependencia energética de Rusia y la peculiaridad de su clase gobernante, este proceso fue más lento y más dramático que en otras zonas de Europa Oriental. Sin embargo, los búlgaros demostraron que no por casualidad han sobrevivido casi 500 años bajo del dominio otomano sin perder su identidad e integridad. Su capacidad de resistencia silenciosa y de adaptación a toda clase de condiciones y circunstancias es una de sus grandes, aunque no reconocidas, cualidades. El interés por la educación y la formación continua es la otra. No en vano, el ídolo del actual Primer Ministro de Bulgaria es un revolucionario y después Primer Ministro del Principado Búlgaro de finales del siglo XIX, Stefan Stambolov. Un político que, con su hábil trabajo diplomático, intentó poner Bulgaria a su nivel en el mapa europeo. El momento histórico tiene sus paralelos y hoy en día, casi 150 años más tarde, parece que este sueño europeísta está cumpliéndose.
Con la Presidencia europea, los búlgaros por fin pueden decir que no sólo están geográficamente en el continente, no sólo se sitúan por su historia como cuna de los tracios, fuerza estatal medieval y guardianes del alfabeto cirílico, sino que hoy en día pueden presumir de ser un país moderno y democrático, mediador en los Balcanes e interlocutor equilibrado entre los países limítrofes y la Unión. El momento de mayor escenificación de este nuevo rol de Bulgaria vino cuando el Presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, recitó en puro búlgaro, durante la ceremonia de la apertura de la Presidencia, el poema “Mi patria, querida”, una obra emblemática del icono literario nacional, Ivan Vasov. Ha sido un pequeño gesto, que quizá ha paliado un poco la sensación de desconfianza y desengaño, después de todos los sacrificios hechos por los búlgaros en su camino hacia su aceptación no sólo política, sino emocional, en el mapa de los sentimientos europeos.
La situación dentro y fuera del país en ...
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