Caly Czas (Todo el tiempo)
Janusz Anderman
309 págs., Wydawnictwo Literackie, Cracovia, Polonia,
2006 (en polaco)


Para los occidentales que recuerdan la Polonia de 1989, cuando triunfó Solidaridad

y no sólo derrocó al Gobierno comunista de Varsovia sino que
desató una reacción en cadena por toda la región, la Polonia
de hoy es un lugar desconcertante. Pese a los enormes logros económicos
que han hecho que el país se transforme de una tierra de escasez crónica
en una dinámica sociedad de consumo, pese a su entrada en la OTAN y
en la Unión Europea, pese al abandono del miedo y el surgimiento de
una sociedad libre, el malestar reina entre los polacos. Es un malestar que
se debe a la reciente aparición de un inestable Gabinete de coalición
compuesto por populistas de derechas en constante enfrentamiento interno. Lo
que un día fuera el bando Solidaridad está ahora dividido en
media docena de formas y la atmósfera se ha llenado de recriminaciones
mutuas sobre una supuesta colaboración bajo el antiguo régimen
y corrupción en la nueva era. En definitiva, el romance de la revolución
se ha olvidado hace mucho tiempo.

Según la nueva y polémica novela polaca Caly
Czas (Todo el tiempo)
,
las versiones populares, tanto dentro como fuera del país, exageraron
hasta el infinito el grado de idilio que llegó a existir. Janusz Anderman,
que escribía para editoriales clandestinas en los tiempos del comunismo
y que fue considerado, por legítimo derecho, parte de la valiente oposición
a un sistema político opresivo, ofrece una imagen despiadadamente sombría
de la realidad política, pasada y presente. Al hacerlo, presenta una
visión reveladora que se adentra en la mentalidad de los polacos que
siempre piensan lo peor de las figuras públicas y de los acontecimientos
políticos de su país.

Anderman alude a la imagen que sus compatriotas tienen de sí mismos,
en lugar de a las más obvias fuentes de descontento popular, como el
18% de tasa de desempleo y otros males durante un periodo de impresionante
crecimiento económico. Su protagonista, identificado sólo con
las iniciales A. Z., personifica todos los rasgos posibles del cinismo: falta
de honradez, manipulación descarada, mezquindad y autobombo (y esto
es sólo un pequeño resumen). En los círculos literarios
de la Varsovia comunista, A. Z. se hace pasar por un audaz escritor disidente,
pero su imagen pública es un fraude total. Al dejar al descubierto,
capa tras capa, los engaños del protagonista, Anderman ofrece un espectáculo
fascinante y exasperante, concebido como una provocadora parábola de
la sociedad polaca.

Para tal fin, el autor emplea el clásico recurso novelístico
de una persona que ve su vida pasar fugazmente ante sus ojos cuando está a
punto de morir. En las celebraciones del 25º aniversario del nacimiento
de Solidaridad en Gdansk, A. Z. conoce a una mujer mayor que él, vieja
gloria de la interpretación, que acude para recitar poemas en uno de
los eventos marginales que rodean el acontecimiento con el fin de recaudar
una módica cantidad de dinero. Defraudada por el organizador, esta mujer
es un blanco fácil para A. Z., quien finge sentir compasión por
ella, la emborracha y la lleva a la cama con la esperanza de que la actriz
todavía conserve algún contacto útil en el mundo del cine.
Cuando, a la mañana siguiente, se dirigen de vuelta a Varsovia, ella
conduce mientras habla y, de repente, el protagonista se da cuenta de que un
camión que está adelantando a unos coches en la dirección
opuesta va a estrellarse contra ellos. En la estrecha carretera de dos carriles
no hay escapatoria, y, durante las casi trescientas páginas siguientes,
al lector se le presentan imágenes de la vida de los dos personajes,
seguidas del recuerdo de A. Z. de cada momento importante de su existencia.

En sus años de estudiante, éste escribe poesía y consigue
que le publiquen su primer trabajo en una prestigiosa revista. Eso le hace
saborear una modesta fama y su poder afrodisiaco. En lugar de perfeccionar
su escritura, se acuesta con mujeres que pueden ayudarle primero a aprobar
los exámenes y, después, a eludir el servicio militar. No tiene
que acudir a filas porque una de sus amantes le consigue un trabajo en una
institución psiquiátrica. Allí, un paciente moribundo
le confía su manuscrito. Cuando se da cuenta de que se trata de una
reflexión muy aguda sobre el sistema comunista, la presenta a una editorial
clandestina con su nombre y así se convierte en una figura literaria
de culto de la oposición. Pronto, su reputación decae al ser
incapaz de escribir algo de su puño y letra, así que opta por
robar guiones de radio abandonados por un polaco que ha emigrado a Australia,
de nuevo haciéndose pasar por el autor.

Nada en el universo de A. Z. es del todo lo que parece. En el funeral de su padre, se entera de que el hombre al que él consideraba un arribista del Partido Comunista también se convirtió en un miembro de Solidaridad y en un ferviente católico cuando serlo estaba de moda; resulta que, durante la guerra, su padre había sido un miembro de la resistencia anticomunista, pero que, más tarde, pasó a engrosar las filas de las fuerzas de seguridad del nuevo Gobierno prosoviético que dio caza a sus antiguos camaradas. En su despedida, sus amigos de ambos bandos le prodigan halagos. Mensaje implícito: hay pocos villanos auténticos y todavía menos héroes.

Conforme va asimilando estos hallazgos, A. Z. no deja de realizar observaciones
mordaces sobre el reducido universo en que habita. Durante los 80, escribe
cartas anónimas denunciándose a sí mismo en los periódicos
comunistas, ya que eso mantiene viva su reputación como blanco de la
ira del régimen durante un poco más de tiempo.

Cuando trata de hacer carrera política afiliándose al primer
partido que lo admita, A. Z. actúa convencido de la falsedad de una
nueva generación de líderes que supuestamente defienden principios
democráticos. ¿Deben sentir los lectores polacos cierta pena
por este repulsivo personaje? En cierta forma sí, ya que representa
los peores rasgos presentes en tantos de sus compatriotas.

Pese a su oscura visión, Caly Czas ofrece un rayo de esperanza. Demostrando
que puede ser tan crítico respecto a su propio medio como aquellos a
los que desprecia, Anderman pone de manifiesto las virtudes purificadoras de
la autocrítica. Es un ejercicio doloroso y corre el riesgo de resultar
cínico. Pero si este libro hace que algunos polacos asuman responsabilidades
sobre los defectos de su sociedad en lugar de limitarse a atribuirles la culpa "a
ellos", podría resultar muy útil.

Andrew Nagorski, editor senior
y ex jefe de la oficina de Varsovia de Newsweek, está escribiendo un
libro sobre la batalla de Moscú durante la Segunda Guerra Mundial.