Alfredo Solís, propietario de Mezcalero Cocina Mexicana, trabaja en una cocina al aire libre durante la festividad mexicana del Cinco de Mayo, en Washington D.C (Allison Shelley/The Washington Post/Getty Images)

¿Cómo se posiciona en el exterior y qué fuerza tiene la comunidad latinoamericana?

El término diásporas, hoy desprovisto del estigma del exilio, la persecución o el anhelo del retorno, engloba a individuos y comunidades repartidos por el mundo, vinculados por una conexión emocional y material con sus lugares de origen. El fin de las diásporas o comunidades transnacionales ya no es el regreso, sino un apego individual o colectivo, a veces temporal o transitorio, y transmitido a las siguientes generaciones. Ese compromiso con el país de los ancestros genera dinámicas económicas, políticas y culturales que varían también según la ecuación con el lugar de residencia. Las diásporas son además diversas y representan intereses nacionales, regionales o etnolingüísticos, dentro de los cuales habrá a su vez pluralidad de opiniones, cuyo impacto podrá dirigirse a la sociedad anfitriona o a la de origen. Latinoamérica, como gran corredor y región de origen migrante, tiene una vibrante comunidad en el exterior, que incide y se posiciona como agente global de influencia en otros continentes, principalmente en Europa y Norteamérica.   

Fotografía de la diáspora latinoamericana

Según el Informe de 2022 de la Organización Mundial de las Migraciones (OIM), cerca de 11 millones de personas procedentes de Latinoamérica y el Caribe vivían fuera de sus países en 2020. Ese mismo año, de los casi 59 millones de migrantes que residían en América del Norte, 26 millones procedían de América Latina y el Caribe. Estos flujos globales hacia América del Norte conforman actualmente el mayor corredor migratorio global, intensificado por el éxodo venezolano, las caravanas de centroamericanos y las catástrofes climáticas. Estados Unidos es el mayor emisor mundial de remesas y acogió en 2020 a casi 341.000 refugiados y a cerca de un millón de solicitantes de asilo, en su mayoría de países latinoamericanos (venezolanos, mexicanos y centroamericanos). Se prevé que en 2060, EE UU será el segundo país hispanohablante del mundo, después de México y el 27,5 % de la población estadounidense será de origen hispano. ​Los migrantes nacidos en México siguen siendo el grupo mayoritario en el vecino del norte, pero se ha diversificado el origen de las llegadas desde la región.

La migración latinoamericana hacia Europa se remonta a los procesos de independencia de Portugal y España y los lazos lingüísticos, culturales e históricos con la antigua metrópoli. Por otra parte, los vínculos generados por las migraciones europeas de los siglos XIX y XX, sobre todo de italianos, españoles y portugueses hacia América, generaron todo un tejido familiar y cultural que posteriormente fue formalizado en leyes de naturalización. En la Unión Europea, España es el principal país de destino de la migración latinoamericana. Sólo en 2019, antes de la pandemia, más de tres millones de españoles nacidos en América del Sur, Centroamérica o el Caribe residían legalmente en España frente a 2.340.247 en 2016 y 2.459.098 en 2010. La Ley de memoria histórica de 2007 otorgó automáticamente la nacionalidad española a las personas (incluso no residentes) cuyo padre o madre hubiesen sido originariamente españoles y lo solicitaran en el plazo de dos años, posteriormente prorrogado. Supuso que, tras dos años de residencia, y no 10 como para el resto de nacionalidades, millones de latinoamericanos accedieran a la nacionalidad española y por tanto a la UE. Esta naturalización tuvo un efecto directo en los datos de migración, que transformaron a muchos migrantes en nacionales, desapareciendo de las estadísticas de extranjería y, además les permitió viajar o mudarse a otros Estados miembros al beneficiarse de las libertades de movimiento y establecimiento. Por nacionalidades, según datos del INE de enero de 2021 residían en España 513.583 colombianos, 416.347 ecuatorianos, 395.747 venezolanos y 292.775 argentinos, seguidos de peruanos, dominicanos y bolivianos.

La historia de latinoamericanos asentados en África tiene que ver con la colonización española y portuguesa, la esclavitud o conflictos del periodo de la descolonización. El propio Fidel Castro dijo que “Cuba es un pueblo latino africano” y con esa “deuda moral” y “deber de compensación” envió a casi medio millón de soldados cubanos a luchar en las guerras revolucionarias de Angola (1975-1991). Esa diáspora latinoamericana también proviene de antiguos esclavos de las élites coloniales que decidieron quedarse en la tierra de sus ancestros, es el caso de afro cubanos en Guinea Ecuatorial (Emancipados) y Nigeria (Amaros) o afro-brasileños en Angola o Mozambique.

En el caso de Asia, es en Oriente Medio donde más huella de Latinoamérica se puede apreciar. La poderosa diáspora libanesa en México, Brasil, Argentina, Venezuela, Chile y Colombia tiene como contrapartida la influencia de esa diáspora en el país de los ancestros. En las elecciones libanesas de 2022, las organizaciones de la diáspora trabajan para registrar a sus expatriados y lograr el cambio político en el país. En la ley electoral de 2018, se propuso la designación de seis escaños parlamentarios para la diáspora libanesa: tres para cristianos y tres para musulmanes. En cuanto a la aliyá o migración a Israel, la comunidad judío latinoamericana (especialmente presente en Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, México y Perú) que ha decidido regresar, gracias a la Ley del Retorno, se convierte automáticamente en ciudadanos israelíes. La aliyá argentina es una de las más dinámicas, con en torno a 100.000 personas. La inseguridad, las crisis económicas, el creciente antisemitismo o la crisis del Covid, han impulsado estas migraciones. Israel ofrece a los olim (retornados) un paquete de beneficios que apuestan por una integración directa.

¿Qué papel podrían tener como actor de influencia global?

En lo que se refiere a la organización institucional de sus diásporas, Latinoamérica es muy desigual. El mejor ejemplo de compromiso es la República Dominicana, que con 2,1 millones de personas tan sólo en EE UU fue el primero en adoptar una política pública de implicación de la diáspora, a la que dio rango ministerial. En 2008, creó un Consejo Nacional para las Comunidades Dominicanas en el Exterior y el nuevo gobierno (2020) incluye el apoyo a la diáspora y el aprovechamiento del talento como ejes de sus políticas. En cambio México, a pesar de originar la mayor diáspora latinoamericana, y la segunda en el mundo, con más de once millones de “paisanos” o “connacionales” solo en Estados Unidos (el 97,8% de su población en el exterior) no tiene una política de participación de la diáspora propiamente dicha. Hay un marco de proyectos, iniciativas, leyes y normas, pero no está debidamente organizada para su relevancia.

Tampoco Colombia es un ejemplo de organización y apoyo a la diáspora, salvo algún esfuerzo como el Colombia nos une. Un ejemplo regional fue la decisión en 2014 de la Alianza del Pacifico (Chile, Colombia, México y Perú) de abrir ocho embajadas compartidas con el fin de tener una presencia global y conectar con sus nacionales en el extranjero.

Como actores económicos y dinamizadores de desarrollo 

Miami Schools Teach Adults English As A Second Language
Personas de origen latinoamericano asisten a una escuela en Miami que ofrece clases de educación para adultos que han emigrado a Estados Unidos. (Joe Raedle/Getty Images)

Desde el punto de vista económico, las diásporas suelen asociarse únicamente al envío de remesas, pero sus contribuciones van más allá, desde el fomento del comercio, las inversiones, la filantropía, la transferencia de competencias o el propio turismo que genera esta comunidad (OIM, 2017). Según VoxDev, la migración impulsa la mejora de la productividad a nivel industrial para los países de origen y de acogida, a través del fomento de una especialización eficiente, de innovación y sobre todo de complementariedad con los mercados laborales de destino. En esta lógica, las diásporas podrían actuar como facilitadores de esa mayor productividad, un mejor clima empresarial y acceso al mercado. Un ejemplo de la llamada "diplomacia comercial" fue la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en vigor desde 1994, en la que participó la diáspora mexicana, en especial el consorcio empresarial Alianza Hispana para el Libre Comercio, o desde la órbita de derechos civiles, el Latino Consensus on NAFTA, cuyo fin era obtener mayor visibilidad y reconocimiento de los hispanoamericanos y mayor implicación política de las diásporas.

También la filantropía, como donación privada y altruista por parte de esas diásporas hacia determinadas causas en sus países de origen, excede hoy el marco de la caridad para añadir un componente transformador y de cambio. Esta nueva filantropía ha hecho emerger a nuevos actores de desarrollo no gubernamentales (sector privado, filántropos y migrantes), ha generado nuevas tendencias globales a través de donaciones estratégicas acompañadas de incidencia política y ofrece nuevas formas de compromiso y voluntariado que tienen impacto en los países de origen y de residencia.

El mapeo de la diáspora centroamericana realizado por la OIM, sitúa entre los mayores desafíos de las organizaciones estudiadas, su propia identificación como actores de la diáspora, la falta de reconocimiento de sus contribuciones, su debilidad organizativa, su escasa participación en las políticas públicas o la desigual incorporación en el país de residencia. Para la OIM, procurar que estas organizaciones alcancen su pleno potencial como agentes de desarrollo requiere actividades de capacitación y fortalecimiento, crear ventanillas únicas dirigidas a inversores, incentivos fiscales o de otro tipo, establecer centros de intercambio de conocimientos y colaboración con la diáspora o la mejora de los datos para diseñar políticas públicas adecuadas. 

En el caso de la Unión Europea, el Pacto de Migración y Asilo de la Unión Europea, anunció en 2020 la apertura de vías de cooperación formal a través de Asociaciones de Talento, apoyando programas de movilidad y migración con fines laborales y de formación entre los Estados miembros y países terceros. Un paso en la dirección de conectar con las diásporas fue la creación en 2020 de un Grupo de expertos de la Comisión Europea sobre las opiniones de los migrantes. En una de las primeras reuniones de este foro se señaló el papel clave de las diásporas en materia de capacitación previa a la partida orientada a la sociedad de destino o como apoyo y facilitador de políticas y proyectos de integración en la UE o de readmisión en el caso de retorno.

Diásporas como actores políticos

En las últimas décadas, las diásporas se han convertido en actores políticos con un poder de incidencia evidente. En EE UU existen las que operan como grupos de interés o lobbies consolidados, como es el caso de las asociaciones judías, griegas, cubanas o armenias-estadounidenses que forman parte de la normalidad democrática. En el contexto actual, las nuevas tecnologías y la globalización han multiplicado su capacidad de movilización y compromiso. Las diásporas modernas no tienen su origen únicamente en el desplazamiento forzoso, sino que también la integran estudiantes, migrantes económicos, familiares y descendientes. El papel de estos actores diversos también enriquecerá el enfoque de las medidas de fomento de la paz o de perpetuación del conflicto en el país de los ancestros.  También hay diversidad en cuanto a la clase social, la educación, la lengua, la religión, las afiliaciones políticas, los hábitos culturales e incluso, a veces, el origen étnico de sus miembros. Si a ello se añade el cambio generacional de los descendientes ya nacidos o criados en el país de residencia, el sentimiento del exilio o de la pérdida, es una evocación heredada en las generaciones siguientes. La participación política a través del voto y la movilización, la financiación, la protesta y las campañas de sensibilización son hoy herramientas potentes.

La diáspora italiana en Argentina (donde más de la mitad de su población tiene orígenes italianos) eligen diputados y senadores del Parlamento Italiano desde la reforma constitucional de 2006. Doce diputados y seis senadores intervienen directamente en la política italiana como circunscripción América del Sur.

También apuntar la importancia de los programas extraordinarios de regularización de personas migrantes como herramienta política y de reajuste económico, social y de convivencia. Las diásporas suelen estar detrás del impulso de estas amnistías o procesos de legalización por sus efectos en la mejora de la integración y la contribución de los migrantes, la gestión migratoria o la lucha contra el empleo irregular y la explotación. En el caso de España, donde casi cuatro de cada cinco (77%) extranjeros sin papeles tiene su origen en Latinoamérica, los inmigrantes irregulares suponen ya un cuarto del total de los flujos procedentes de América Latina. Su incorporación a la ciudadanía plena les convierte en miembros de esa diáspora o comunidad transnacional con derechos y obligaciones en los países de residencia.

Las diásporas como oportunidad y no como amenaza

Claudio Magris comparaba la identidad con una muñeca rusa, en la que cada una de sus partes o identidades se insertaba en otra más grande. Del mismo modo, los miembros de la diáspora encajan cada una de esas identidades, vividas o heredadas en un constante equilibrio entre la cohesión y la diferenciación.

Las lealtades duales en las que se mueven las diásporas, especialmente las que provienen de regiones en conflicto, suelen estar acompañadas de la sospecha y percibirse como amenaza para la seguridad o la paz social.  Debates como el iniciado en Francia por el Emmanuel Macron sobre “la blasfemia y la amenaza yihadista”, en línea con el concepto de “separatismo” (antes comunitarismo) y la supuesta “existencia de una contrasociedad de seis millones de musulmanes evidencian el fracaso de las políticas de asimilación, de integración y de lucha contra la discriminación. Desde una lectura positiva, las llamadas "diáspora generada por conflictos" como sería hoy el caso de la siria, afgana o ucraniana podrían participar posteriormente en los procesos de justicia, transición y reconciliación, lo que contribuiría a aliviar los traumas y ayudaría a obtener resultados más eficaces en estos dolorosos procesos.

El cambio de discurso de las migraciones y sus diásporas hacia un marco positivo y de enriquecimiento mutuo también enlaza con el enfoque de la “ganancia de cerebros” (brain gain) y la “circulación de talentos” (brain circulation) en lugar de la fuga y la pérdida. El Programa Mundial de la UE para la Diáspora (EUDiF) recomienda para sacar un mejor aprovechamiento de estas comunidades transnacionales, una mayor formalización de sus organizaciones, sus capacidades y vías de financiación; pero sobre todo empezar a tomarlas como verdaderos interlocutores e impulsores no solo de redes regionales y temáticas, sino como partícipes del diseño, desarrollo e implementación de políticas públicas.