Osama Bin Laden estudió Ingeniería. Igual que el terrorista del 11-S, Mohammed Atta, y su ideólogo, Khalid Sheikh Mohammed, o Ramzi Yousef, responsable del atentado del World Trade Center en 1993. ¿Casualidad? No lo parece. La gran parte de los terroristas islamistas de mayor relevancia cuentan con una muy buena educación. Y, según el reciente estudio de la Universidad de Oxford realizado por los sociólogos Diego Gambetta y Steffen Hertog, la mayoría de ellos pueden ser ingenieros.

Tras recopilar las biografías de cerca de trescientos miembros de grupos islamistas violentos de 30 países, los autores encontraron que la gran mayoría –el 69%– habían estudiado en la Universidad. De aquellos de los que se sabe qué estudios realizaron, la mitad había cursado una ingeniería. Por todo Oriente Medio y el sureste asiático, el número de estos profesionales involucrados en grupos violentos islamistas era nueve veces mayor que la media, según la proporción de la población masculina trabajadora. Es tentador pensar que son reclutados por sus habilidades técnicas (léase, para la preparación de bombas). Sin embargo, Gambetta y Hertog rechazan esta premisa. En su lugar, alegan que los ingenieros más radicalizados están muy presentes en las filas terroristas debido a sus frustradas ambiciones profesionales y, lo más controvertido, a una mentalidad predispuesta al extremismo.Estos individuos bien preparados, que se consideran a sí mismos el remedio a los problemas, suelen sentir atracción por las soluciones “intelectualmente claras, sin ambigüedad e integrales” que proporcionan tanto las leyes científicas como el islam radical, según ambos autores. Su investigación cita también estudios realizados en Canadá, Egipto y Estados Unidos como evidencia de que tienden a ser más religiosos y conservadores que profesionales de otras disciplinas. Los estudiantes de estas carreras en muchos países musulmanes se licencian en sociedades que no les pueden proporcionar las suficientes oportunidades de trabajo, lo que crea una volátil mezcla de ambición y frustración. “Una de las fórmulas para alimentar el terrorismo es educar a la gente y después no darles trabajo”, explica Marc Sageman, antiguo oficial de la CIA cuyo libro Understanding Terror Networks (Entender las redes del terror) en 2004 fue el primero en plantear el vínculo entre terrorismo e ingeniería. ¿El reto? Pararles antes de que se conviertan en ingenieros del terror.