
Algunas medidas que podría tomar Rusia para evitar la radicalización y emigración de los yihadistas de la región a Daesh.
La violencia en la región rusa del Cáucaso Norte, que ha vivido conflictos armados desde hace dos décadas, ha disminuido de forma sustancial en los dos últimos años, en parte porque la mayoría de los radicales de la zona se han unido a los combatientes extranjeros en Siria e Irak. En junio de 2015, casi todos los grupos insurgentes locales habían jurado fidelidad a Daesh, quien posteriormente designó a la región como nueva "provincia", Vilayat Kavkaz. Algunos grupos pequeños en Daguestán y Kabardia-Balkaria todavía siguen siendo leales al Emirato del Cáucaso (EC), la violenta organización yihadista de la zona, pero sus apoyos y su capacidad son mínimos.
Rusia y Daesh están directamente enfrentados: los responsables de seguridad han anunciado que el pasado año evitaron varios atentados terroristas inspirados por el autoproclamado Estado Islámico, que ha prometido hacer daño a Rusia y ha revindicado, además del derribo en octubre del avión en el que murieron sobre el desierto del Sinaí 224 rusos que volvían de Egipto, dos atentados en Daguestán. Además de proteger su seguridad nacional, el Kremlin debería hacer un esfuerzo mayor de desradicalización, prestar atención con la máxima urgencia a las reclamaciones legítimas en el Cáucaso Norte y abordar sistemáticamente las causas fundamentales de la violencia.
Las circunstancias de los seguidores de la yihad en el Cáucaso Norte cambiaron radicalmente en vísperas de los Juegos Olímpicos de 2014 en Sochi. Los servicios rusos de seguridad derrotaron y paralizaron al EC, que vio imposibilitadas sus operaciones y comunicaciones justo cuando lo que Daesh denomina su "yihad de cinco estrellas" adquiría cada vez más popularidad. Varios miles de habitantes de la zona se unieron a la lucha, desde su país y desde los lugares en los que está establecida su diáspora, en Europa y Oriente Medio. La exportación de la yihad a esta última zona le ha creado a Rusia nuevos enemigos y ha hecho que el problema deje de ser local para internacionalizarse.
Desde la represión del salafismo antes de los Juegos Olímpicos en Rusia, Turquía se ha convertido en uno de los destinos favoritos tanto de los yihadistas rusos que se dirigen a Siria como de los musulmanes conservadores y pacíficos que, con sus familias, han establecido allí su nuevo hogar. Los nuevos muhajirun (inmigrantes) procedentes de Rusia han formado comunidades cerradas, casi autosuficientes, sobre todo en torno a Estambul. Hasta los atentados inspirados por Daesh que golpearon suelo turco en 2015, las autoridades no se habían mostrado muy preocupadas por ninguno de estos grupos. Los enlaces del autoproclamado Estado Islámico que hablaban ruso y ayudaban a los recién llegados a cruzar la frontera con Siria trabajaban con gran eficacia. Se ha dicho que había varios agentes e ideólogos destacados del EC en el país, dedicados a facilitar el ...
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