Nombre: Raúl Carrasco Contero
La integración educativa de los inmigrantes extracomunitarios

A menudo nos encontramos con situaciones en las que estudiantes tienen serias dificultades para alcanzar los objetivos académicos, quedando expuestos al terrible abandono escolar, corriendo el riesgo de engrosar los ya dramáticos números de los que adolecen los Estados miembros de la Unión. Pero este fenómeno resulta más agudo en jóvenes con unas características específicas: la población joven inmigrante. 

Resulta relevante destacar los datos de pobreza y exclusión social de la población inmigrante de fuera de la UE en el territorio comunitario. Así, observamos que la población de esta naturaleza de entre 0 y 17 años presentaba en 2019 una tasa de riesgo de pobreza del 35,8%, encontrándose el dato más alto en España (58,6%). Asimismo, la cifra no mejora para esta población entre los 20 y los 64 años, alcanzado el 44,8% en 2019. Considerando que la población inmigrante procedente de fuera del territorio comunitario se situaba en 2021 en 23,7 millones de personas, y asumiendo que los porcentajes de 2019 (los últimos disponibles) se han mantenido estables, estaríamos hablando de más de 10 millones de personas en riesgo de pobreza. La situación para la población inmigrante de países de fuera de la Unión es dramática y esto repercute en los jóvenes inmigrantes. 

Los científicos Álvaro Choi de Mendizábal y Jorge Calero Martínez, ya señalaron en su artículo “Determinantes del riesgo de fracaso escolar en España en PISA-2009 y propuestas de reforma” que la población joven inmigrante, en este caso en España – que quizá resulte el mejor caso de estudio por sus dramáticos datos– se encuentra, en ocasiones, en unas condiciones no demasiado propicias para el buen desempeño académico. Así, podemos destacar tres aspectos cruciales: los alumnos inmigrantes de primera generación en España presentan peores resultados académicos por la dificultad en la adaptación a un nuevo contexto; los alumnos inmigrantes cuyos padres no sean económicamente activos muestran un peor desempeño académico (no olvidemos que la tasa de desempleo entre los inmigrantes de fuera de la UE dobla a la de los nativos del territorio, un 12,3% frente a un 6%, según datos de 2019); y una peor situación socioeconómica afecta, por lo general, al rendimiento académico de manera negativa. Tomando en consideración que el 44,8% de la población inmigrante no comunitaria se encontraba en 2019 en riesgo de pobreza, los jóvenes de estas familias pueden experimentar claramente peores resultados. 

Por ello, la Unión Europea no puede olvidar a estos jóvenes, a los que debe ayudar a integrarse de una manera más eficaz para que alcancen un desarrollo académico óptimo (pues, como ya ha comprobado la OCDE, aquellos con estudios superiores llegan incluso a doblar los salarios de los que únicamente han alcanzado la educación secundaria obligatoria) independientemente de su situación socioeconómica familiar. Es crucial que, desde las etapas tempranas de la educación se intente romper con la perpetuación del mayor riesgo de pobreza al que pueden verse sujetos esta cohorte. Y esta idea se refuerza en tanto que las previsiones de flujos migratorios desde países extracomunitarios hacia la UE están al alza y la población europea está inmersa en un envejecimiento acelerado por sus bajas tasas de natalidad. 

Resulta, por lo tanto, crucial integrar a los jóvenes inmigrantes extracomunitarios que se prevé que llegarán de manera abultada y sostenida en el futuro, pero debe comenzarse a actuar ahora, pues hay que brindarles una igualdad de oportunidades a estos futuros ciudadanos europeos que, como indican los estudios, son más vulnerables al fracaso escolar, lo que no solo afectaría negativamente sus proyectos de vida, sino también al proyecto comunitario en su conjunto.