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Ataque terrorista con bomba en Kabul, Afganistán. (WAKIL KOHSAR/AFP via Getty Images)

Las muertes totales por terrorismo caen más de un 52% desde su cota más alta en 2014, pero no el número de países afectados por él. Afganistán ha reemplazado a Irak como el país más afectado por el terrorismo.

Esta es la séptima edición del Índice de Terrorismo Global (ITG). Este informe ofrece un resumen general de las tendencias y patrones clave del terrorismo durante los últimos 50 años, cubriendo el periodo que va desde el inicio de 1970 hasta el final de 2018 y poniendo especial énfasis en las tendencias desde 2014, que corresponden al comienzo de la caída del Estado Islámico de Irak y el Levante (Daesh).

El ITG lo elabora el Institute for Economics & Peace (IEP) y se basa en los datos de la Base de Datos Global sobre el Terrorismo (GTD, en sus siglas en inglés) y otras fuentes. Los datos de la GTD son recopilados y organizados por el Consorcio Nacional para el Estudio del Terrorismo y las Respuestas al Terrorismo (START, en sus siglas en inglés) de la Universidad de Maryland. La GTD recoge más de 170.000 incidentes terroristas registrados durante el periodo 1970-2017.

Las muertes por terrorismo cayeron por cuarto año consecutivo, después de alcanzar su punto máximo en 2014. Esta disminución se corresponde con los éxitos militares logrados contra Daesh y Boko Haram. El número total se redujo en un 15,2% entre 2017 y 2018 para situarse en 15.952. La mayor caída se produjo en Irak, que registró 3.217 muertes menos por terrorismo en 2018, un descenso del 75% respecto al año anterior. Por primera vez desde 2003, Irak no es ya el país más afectado por el terrorismo.

El declive de Daesh continuó por segundo año consecutivo. Las muertes atribuidas al grupo disminuyeron un 69% y los ataques se redujeron un 63% en 2018. Se calcula que a Daesh le quedan ahora unos 18.000 combatientes en Irak y Siria, en comparación con los más de 70.000 de 2014.

Somalia registró la segunda mayor reducción de muertes por segundo año consecutivo, con 824 víctimas contabilizadas menos que en 2017. Los ataques de Al Shabaab disminuyeron un 24%b tras la intensificación de los ataques aéreos liderados por Estados Unidos contra el grupo.

Las muertes totales por terrorismo han caído ahora más de un 52% desde su cota más alta en 2014.

El descenso en el número total de muertes por terrorismo tuvo también su reflejo en una reducción del impacto del terrorismo en todo el mundo, y 98 países registraron una mejora en su puntuación del ITG, en comparación con los 40 que registraron un deterioro.

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Militares en Francia tras el ataque terrorista en Estrasburgo vigilan las ciudades. (PATRICK HERTZOG/AFP via Getty Images)

Aunque la intensidad del terrorismo ha disminuido, su alcance no lo ha hecho: 103 países registraron al menos un incidente terrorista en 2018 y 71 sufrieron al menos una muerte en el mismo año. Este es el segundo peor año que se registra en lo que se refiere al número de países que sufren al menos una muerte, y pone de relieve la necesidad de acciones internacionales firmes y continuadas para combatir el terrorismo.

El conflicto sigue siendo el principal motor del terrorismo y más del 95% de las muertes por terrorismo ocurren en países que ya están en conflicto. Cuando se combina con países con altos niveles de terror político, el número aumenta a más del 99%. El terror político implica asesinatos extrajudiciales, tortura y prisión sin juicio previo. Los diez países con mayor impacto del terrorismo están involucrados en al menos un conflicto armado.

Afganistán ha reemplazado a Irak como el país más afectado por el terrorismo, con un aumento del 59% en las muertes hasta alcanzar las 7.379 en 2018. Esta subida está estrechamente asociada a la creciente intensidad de la guerra civil. Se ha producido un aumento en muertes tanto en actos terroristas como en el campo de batalla durante la última década a medida que la situación de seguridad continúa deteriorándose. Las muertes totales por terrorismo en Afganistán han aumentado un 631% desde 2008.

Además de Afganistán, solo otros tres países registraron un aumento sustancial de las muertes por terrorismo en 2018: Nigeria, Malí y Mozambique. Cada uno de estos países registró más de 100 muertes adicionales.

El aumento de la actividad terrorista en Afganistán, junto con la reducción de los conflictos en Siria e Irak, significó que los talibanes superaron a Daesh como el grupo terrorista más mortífero del mundo en 2018. El número de muertes atribuidas a los talibanes aumentó en poco menos de un 71%, hasta situarse en 6.103. En contraste, las muertes atribuidas a Daesh disminuyeron ligeramente por debajo del 70% a nivel global, cayendo de 4.350 en 2017 a 1.328 en 2018. Esta es la primera vez desde 2014 que el Estado Islámico no se convirtió por sí solo en el grupo terrorista más mortal. Sin embargo, algunos grupos afiliados a él han registrado mayores niveles de actividad terrorista. El Estado Islámico-Jorasán fue el cuarto grupo terrorista más mortal en 2018, con más de 1.000 muertes registradas, la mayoría de ellas en Afganistán. En total, hubo 13 grupos o movimientos que fueron responsables de más de 100 muertes en 2018.

El aumento de las muertes por terrorismo en Afganistán significó que el Sur de Asia sigue siendo la región más afectada por el terrorismo. Este es el primer año desde 2012 que el Sureste Asiático registra más muertes que cualquier otra región. En África Subsahariana se produjo el segundo mayor número de muertes por terrorismo, superando a la región de Oriente Medio y Norte de África (MENA, en sus siglas en inglés), que ahora ocupa el tercer lugar. Este es el primer año desde la creación del índice en el que en África Subsahariana tuvieron lugar más muertes que su región vecina. El principal impulsor del crecimiento del terrorismo en la región fue un aumento de la actividad terrorista en Nigeria, atribuida a extremistas fulani. De los 13 grupos o movimientos que registraron más de 100 muertes, seis están principalmente activos dentro del África Subsahariana.

Europa y MENA fueron las dos regiones en las que tuvo lugar la mejora más importante en el impacto del terrorismo, con un número de muertes que disminuyó en un 70 y un 65% respectivamente. La mayor caída en números absolutos se produjo en MENA, con más de 4.400 muertes menos que en 2017. Solo tres países de la región registraron un aumento de las muertes: Irán, Marruecos y Jordania. Por el contrario, 12 países tuvieron reducciones. El número de muertes por terrorismo en la región es ahora un 83% más bajo que en su punto máximo en 2014.

En Europa, el número de muertes por terrorismo cayó por segundo año consecutivo, de más de 200 en 2017 a 62 en 2018. Solo dos ataques mataron a cinco o más personas, en comparación con los 11 de 2015, que fue el peor año de actividad terrorista en la región en la última década. El número total de incidentes terroristas también se redujo en un 40% en 2018, hasta los 245. Europa occidental registró su menor número de incidentes desde 2012: 183. El número de países de Europa occidental que contabilizaron alguna muerte en 2018 se redujo de nueve a cinco, poniendo de relieve la fuerza de la mejoría. El colapso de Daesh en Siria e Irak también se vio reflejado en Europa, donde no se produjeron muertes atribuidas al grupo en 2018, aunque 16 sí fueron imputadas a “extremistas de inspiración yihadista”. No obstante, existen informaciones de la huida de prisioneros del Estado Islámico tras la retirada de EE UU de Siria y la incursión turca en el norte del país. Esto, combinado con la falta de seguridad en la zona, aumenta el riesgo de una reescalada del conflicto en la región, con una posible subida de los afiliados de grupo terrorista que regresan a Europa. A pesar de su declive, es probable que en los próximos años gran parte de la actividad terrorista global provenga de un pequeño número de movimientos militantes islamistas/yihadistas de base regional que controlan algún territorio.

Aunque el número total de muertes por terrorismo ha disminuido, el impacto del terrorismo sigue estando muy extendido. En 2018, 71 países experimentaron al menos una muerte por terrorismo, que es el segundo mayor número de países con una o más muertes por esta causa en los últimos veinte años, y supone un ligero aumento respecto a 2017, año en que fueron 69 los países que contabilizaron al menos una muerte. Solo tres registraron más de 1.000, el número más bajo desde 2011.

El impacto económico global del terrorismo fue de 33.000 millones de dólares en 2018, un 38% menos que en 2017. En comparación con otras formas de violencia, como el homicidio y los conflictos armados, y con los gastos militares, el terrorismo supone solo un pequeño porcentaje del coste global total de la violencia, que fue equivalente a 14,1 mil millones de dólares en paridad de poder adquisitivo (PPA) en 2018. Hay que señalar que las cifras relativas al terrorismo son conservadoras, ya que no tienen en cuenta los impactos indirectos sobre los negocios y la inversión y los costes asociados a lucha contra el terrorismo por parte de las agencias de seguridad. El terrorismo también conlleva consecuencias económicas de gran alcance que tienen el potencial de extenderse rápidamente a través de la economía global con ramificaciones sociales importantes.

Una de las tendencias más preocupantes es el aumento del terrorismo político de extrema derecha en los últimos cinco años, aunque el número absoluto de ataques de extrema derecha sigue siendo bajo en comparación con otras formas de terrorismo. En América del Norte, Europa occidental y Oceanía, los ataques de extrema derecha aumentaron en un 320% en los últimos cinco años. Esta tendencia ha continuado en 2019, con 77 muertes atribuidas a terroristas de extrema derecha hasta septiembre de 2019. El número de detenciones vinculadas a este terrorismo en Europa en 2019 aumentó por tercer año consecutivo. No obstante, el nivel de terrorismo político en Occidente fue mucho más alto en el pasado. En los últimos diez años se han producido 322 ataques terroristas clasificados como de extrema izquierda o extrema derecha, en comparación con los 1.677 ataques registrados entre 1970 y 1980.

También es más probable que los actos terroristas de extrema derecha sean llevados a cabo por personas no afiliadas a un grupo terrorista específico. Casi el 60% de los ataques de extrema derecha registrados de 1970 a 2018 fueron ejecutados por personas no afiliadas, en comparación con menos del 10% para los grupos terroristas de extrema izquierda y separatistas.

El aumento de los ataques con motivaciones políticas de personas no afiliadas a ningún grupo se produce en un momento en el que la Paz Positiva está en descenso en todo Occidente. Estados Unidos registro uno de los mayores deterioros en la Paz Positiva, con una puntuación que empeoró un 6,7% durante la última década. La disminución de esta, generalmente, se asocia a mayores niveles de desorden social.

La investigación también descubrió que los conflictos armados con altos niveles de terrorismo tienden a durar más y a ser más mortíferos. En los conflictos donde el grupo rebelde o insurgente principal comenzó siendo un grupo terrorista, la duración media del conflicto fue de 33 años, en comparación con los 17 años de los conflictos en los que los insurgentes no comenzaron como terroristas. También existe una fuerte correlación entre las muertes en combate y el número de ataques terroristas en la que los dos aumentaron o disminuyeron en tándem. Los ataques terroristas en países en conflicto también son tres veces más letales que los ataques terroristas fuera de conflictos, y es mucho más probable que los objetivos sean la policía y al Ejército. Por el contrario, los ataques terroristas en países sin conflicto están desproporcionadamente dirigidos a turistas, negocios y medios de comunicación.

Ha habido una tendencia creciente hacia la mayor participación femenina en el terrorismo, aunque todavía supone un pequeño porcentaje de todos los ataques. Entre 1985 y 2018 se produjeron 300 ataques suicidas que involucraron al menos a una mujer. Estos ataques mataron a más de 3.000 personas. La tendencia se ha intensificado en los últimos cinco años, y el número de ataques suicidas femeninos aumentó un 450% entre 2013 y 2018. En contraste, los ataques suicidas masculinos cayeron un 47% durante el mismo periodo.

La mayor parte de este aumento puede atribuirse a Boko Haram, con casi el 80% de todos los ataques suicidas llevados a cabo por mujeres en los últimos cinco años. Esta táctica inicialmente condujo a ataques más letales, ya que las mujeres suicidas podían evitar ser detectadas por las fuerzas de seguridad de manera más fácil que los hombres. Sin embargo, las fuerzas de seguridad se han adaptado a esta táctica y, como resultado, los ataques suicidas femeninos son ahora menos mortales que los realizados por sus equivalentes masculinos.