La
sacralidad de la vida

Peter Singer Los
partidos políticos

Fernando Henrique Cardoso El euro
Christopher HitchensLa
pasividad japonesa

Shintaro Ishihara La monogamia

Jacques Attali

La
jerarquía religiosa

Harvey Cox

El Partido
Comunista Chino

Minxin Pei

Los
coches contaminantes

John Browne

El
dominio público

Lawrence Lessig

Las
consultas de los médicos

Craig Mundie

La monarquía
inglesa

Felipe Fernández-Armesto

La
guerra contra las drogas

Peter Schwartz

La
procreación natural

Lee Kuan Yew

La polio
Julie Gerberding

La soberanía

Richard Haass

El anonimato

Esther Dyson

Los subsidios
agrícolas

Enrique Iglesias

Durante siglos, la mayoría de la gente ignoraba que podía
escoger en cuestiones religiosas. Todos estaban rodeados de personas
como ellos, y sólo unos cuantos conocían alguna vez a creyentes
de otras confesiones. Ya no es así. A la vuelta de la esquina
están construyendo una mezquita, y el Dalai Lama está otra
vez en la televisión. En Internet han surgido miles de foros y
blogs (bitácoras) espirituales. No sólo estamos en la era
del católico de café, sino del budista, el baptista y el
mormón de café. Cada vez más gente considera las
tradiciones religiosas del mundo como un bufé en el que escoger.

Las nociones de capacidad
de elección del consumidor y de control local han invadido
el ámbito religioso

En este contexto, la jerarquía religiosa está viniéndose
abajo a toda prisa. Las nociones de capacidad de elección del
consumidor y control local han invadido el ámbito religioso, y
la descentralización de la fe está a la orden del día.
Los dirigentes espirituales, que antes podían ordenar, instruir
y expulsar, ahora tienen que seducir, convencer y competir.

Los protestantes siempre se han mostrado suspicaces frente a la jerarquía,
por principio. Sin embargo, en la práctica, han dejado muchas
veces que los burócratas dirijan sus asuntos. Hoy, las congregaciones
locales de metodistas o luteranos suelen ignorar los dictados de sus
jefes religiosos y la lealtad de marca de cada confesión está pasada
de moda. La Iglesia anglicana, con 77 millones de miembros, se enfrentó hace
poco a un cisma por la ordenación de un obispo gay. El arzobispo
de Canterbury tuvo que fomentar el diálogo entre las partes; ni
se le ocurrió pensar en resolver la crisis desde arriba.

Los cristianos no son los únicos que luchan contra las antiguas
jerarquías. A principios de los 90, toda el ala seglar organizada
de Nicheren, la mayor organización budista de Japón, se
escindió y dejó a un grupo mínimo de sacerdotes
sin feligreses. Aunque un observador superficial podría suponer
que en el islam la jerarquía está viva y coleando, la verdad
es, más bien, lo contrario. Los musulmanes nunca han tenido una
cadena de mando clara, y han discutido las cuestiones relacionadas con
la sucesión y la doctrina desde que murió el profeta. Y
la poca que existía se ha desintegrado. El líder talibán,
el mulá Omar, se convirtió en jefe espiritual de Afganistán
sin el consentimiento de otras figuras religiosas. Osama Bin Laden se
atreve a dictar fetuas sin tener ninguna preparación formal. Es
más, es posible que la crisis actual en el mundo musulmán
proceda de la existencia de demasiadas voces, demasiado ruidosas y conflictivas,
que aseguran tener la autoridad.

Hasta la Iglesia católica –el norte y guía de la
jerarquía religiosa– es vulnerable a la descentralización.
El papa Benedicto XVI sabe que el organigrama tradicional está en
apuros, y tiene intención de salvarlo. Desde luego, tiene un largo
historial, que incluye su campaña contra los teólogos de
la liberación latinoamericanos que intentaron dedicar los recursos
eclesiásticos al cambio social radical. Lo que le preocupaba no
eran tanto sus supuestas tendencias marxistas como las miles de comunidades
de base católicas y llenas de vida que organizaban por todo el
continente y que no encajaban en la cadena de mando. Ahora, los católicos
estadounidenses también se dedican a pedir más voz y voto,
realizar vigilias en sus templos para que no los cierren, retirar sus
aportaciones y llevar a las diócesis ante los tribunales. Se oyen
voces desde abajo y se extienden desde los bordes, y la curia muestra
signos de decadencia.

Los guardianes de la jerarquía comprenden el peligro. Satisfacer
las preferencias del comprador es tal vez esencial, pero puede arrebatar
la integridad del producto religioso. ¿Qué habría
sido de los Diez Mandamientos o el Sermón de la Montaña
si Moisés o Jesucristo los hubieran sometido a sondeos? Sin embargo,
puede que la cuidada elaboración de los mensajes sea la clave
del éxito de las megaiglesias, que pocas veces dan un paso sin
consultar los estudios de mercado.

Esforzarse para elegir contribuye a una madurez espiritual imposible
para alguien que acepte lo que le imponen, y por eso debería incluso
reforzar la capacidad de lo religioso para enfrentarse al reto del secularismo.
La falta de autoridad también podría desembocar en fragmentación.
Pero incluso esa posibilidad tiene ventajas: el pentecostalismo no tiene
clase dirigente, pero sus divisiones han creado una energía que
lo ha convertido en el movimiento cristiano de crecimiento más
rápido en el mundo. Ha demostrado que la religión sin jerarquía
puede durar y hasta prosperar.

 

 

La jerarquía religiosa. Harvey
Cox

La
sacralidad de la vida

Peter Singer Los
partidos políticos

Fernando Henrique Cardoso El
euro

Christopher HitchensLa
pasividad japonesa

Shintaro Ishihara La
monogamia

Jacques Attali

La
jerarquía religiosa

Harvey Cox

El
Partido Comunista Chino

Minxin Pei

Los
coches contaminantes

John Browne

El
dominio público

Lawrence Lessig

Las
consultas de los médicos

Craig Mundie

La
monarquía inglesa

Felipe Fernández-Armesto

La
guerra contra las drogas

Peter Schwartz

La
procreación natural

Lee Kuan Yew

La
polio

Julie Gerberding

La
soberanía

Richard Haass

El
anonimato

Esther Dyson

Los
subsidios agrícolas

Enrique Iglesias

Durante siglos, la mayoría de la gente ignoraba que podía
escoger en cuestiones religiosas. Todos estaban rodeados de personas
como ellos, y sólo unos cuantos conocían alguna vez a creyentes
de otras confesiones. Ya no es así. A la vuelta de la esquina
están construyendo una mezquita, y el Dalai Lama está otra
vez en la televisión. En Internet han surgido miles de foros y
blogs (bitácoras) espirituales. No sólo estamos en la era
del católico de café, sino del budista, el baptista y el
mormón de café. Cada vez más gente considera las
tradiciones religiosas del mundo como un bufé en el que escoger.

Las nociones de capacidad
de elección del consumidor y de control local han invadido
el ámbito religioso

En este contexto, la jerarquía religiosa está viniéndose
abajo a toda prisa. Las nociones de capacidad de elección del
consumidor y control local han invadido el ámbito religioso, y
la descentralización de la fe está a la orden del día.
Los dirigentes espirituales, que antes podían ordenar, instruir
y expulsar, ahora tienen que seducir, convencer y competir.

Los protestantes siempre se han mostrado suspicaces frente a la jerarquía,
por principio. Sin embargo, en la práctica, han dejado muchas
veces que los burócratas dirijan sus asuntos. Hoy, las congregaciones
locales de metodistas o luteranos suelen ignorar los dictados de sus
jefes religiosos y la lealtad de marca de cada confesión está pasada
de moda. La Iglesia anglicana, con 77 millones de miembros, se enfrentó hace
poco a un cisma por la ordenación de un obispo gay. El arzobispo
de Canterbury tuvo que fomentar el diálogo entre las partes; ni
se le ocurrió pensar en resolver la crisis desde arriba.

Los cristianos no son los únicos que luchan contra las antiguas
jerarquías. A principios de los 90, toda el ala seglar organizada
de Nicheren, la mayor organización budista de Japón, se
escindió y dejó a un grupo mínimo de sacerdotes
sin feligreses. Aunque un observador superficial podría suponer
que en el islam la jerarquía está viva y coleando, la verdad
es, más bien, lo contrario. Los musulmanes nunca han tenido una
cadena de mando clara, y han discutido las cuestiones relacionadas con
la sucesión y la doctrina desde que murió el profeta. Y
la poca que existía se ha desintegrado. El líder talibán,
el mulá Omar, se convirtió en jefe espiritual de Afganistán
sin el consentimiento de otras figuras religiosas. Osama Bin Laden se
atreve a dictar fetuas sin tener ninguna preparación formal. Es
más, es posible que la crisis actual en el mundo musulmán
proceda de la existencia de demasiadas voces, demasiado ruidosas y conflictivas,
que aseguran tener la autoridad.

Hasta la Iglesia católica –el norte y guía de la
jerarquía religiosa– es vulnerable a la descentralización.
El papa Benedicto XVI sabe que el organigrama tradicional está en
apuros, y tiene intención de salvarlo. Desde luego, tiene un largo
historial, que incluye su campaña contra los teólogos de
la liberación latinoamericanos que intentaron dedicar los recursos
eclesiásticos al cambio social radical. Lo que le preocupaba no
eran tanto sus supuestas tendencias marxistas como las miles de comunidades
de base católicas y llenas de vida que organizaban por todo el
continente y que no encajaban en la cadena de mando. Ahora, los católicos
estadounidenses también se dedican a pedir más voz y voto,
realizar vigilias en sus templos para que no los cierren, retirar sus
aportaciones y llevar a las diócesis ante los tribunales. Se oyen
voces desde abajo y se extienden desde los bordes, y la curia muestra
signos de decadencia.

Los guardianes de la jerarquía comprenden el peligro. Satisfacer
las preferencias del comprador es tal vez esencial, pero puede arrebatar
la integridad del producto religioso. ¿Qué habría
sido de los Diez Mandamientos o el Sermón de la Montaña
si Moisés o Jesucristo los hubieran sometido a sondeos? Sin embargo,
puede que la cuidada elaboración de los mensajes sea la clave
del éxito de las megaiglesias, que pocas veces dan un paso sin
consultar los estudios de mercado.

Esforzarse para elegir contribuye a una madurez espiritual imposible
para alguien que acepte lo que le imponen, y por eso debería incluso
reforzar la capacidad de lo religioso para enfrentarse al reto del secularismo.
La falta de autoridad también podría desembocar en fragmentación.
Pero incluso esa posibilidad tiene ventajas: el pentecostalismo no tiene
clase dirigente, pero sus divisiones han creado una energía que
lo ha convertido en el movimiento cristiano de crecimiento más
rápido en el mundo. Ha demostrado que la religión sin jerarquía
puede durar y hasta prosperar.

 

Harvey Cox es catedrático
en la Facultad de Teología de Harvard y autor de
Fire from
Heaven: The Rise of Pentecostal Spirituality and the Reshaping of Religion
in the Twenty-First Century
(Addison-Wesley, Reading,
Massachusetts, EE UU, 1995).