Diversos líderes de todo el mundo se encuentran ahora mismo contra las cuerdas, lo que no es necesariamente malo.

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Georgia

El líder: El presidente Mijaíl Saakashvili.

Por qué tiene que irse: Incompetencia política y económica. Puede que Rusia empezara la guerra, y puede que la economía global sea inestable, pero las políticas de Saakashvili tampoco han ayudado.

La historia: Georgia ha depuesto a todos y cada uno de sus líderes desde que logró la independencia de la Unión Soviética en 1991. Saakashvili, que llegó al poder en la pacífica revolución de las rosas de 2003 y ganó unas elecciones abiertas en enero de 2008, puede ser el siguiente.
La economía georgiana creció rápidamente entre 2004 y 2007 –entre el final del conflicto político en el país y el comienzo de la crisis económica global. Pero gran parte de su nueva riqueza dependía de la inversión extranjera directa, que ha caído de forma abrupta, y muy poca se extendía más allá de las élites del país.

La guerra de agosto de 2008 –en la que Rusia ordenó a sus tropas adentrarse en Georgia después de que Tbilisi intentara retomar el control de la región separatista de Osetia del Sur– no contribuyó a mejorar las cosas. Destruyó las ya de por sí tensas relaciones con uno de los mayores socios comerciales de Georgia y rebajó la inversión extranjera directa en más de un 50%. Esto dejó al país aún más expuesto al continuado y acelerado deterioro económico global, porque Georgia requiere más de 4.000 millones de dólares (unos 3.000 millones de euros) en ayudas de gobiernos y organizaciones extranjeras para seguir a flote. El propio Saakashvili calificó la situación como una “seria lucha existencial”.
La respuesta del presidente georgiano a la última crisis –las protestas de unas 20.000 personas que han paralizado Tbilisi durante una semana– ha sido señalar con el dedo al Kremlin. Pero, incluso si Rusia está financiando a los que protestan, Saakashvili debería centrarse en abordar sus quejas fundamentales: corrupción, ausencia de la obligación de rendir cuentas y persecuciones con motivaciones políticas que han tenido como objetivo a algunos de los oponentes del presidente.

¿Lo único que le salva? Los candidatos de la oposición no parecen mucho mejores.

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Tailandia

El líder: El primer ministro Abhisit Vejjajiva.

Por qué se tiene que ir: Dedicarse a las maniobras políticas en vez de a gobernar. Ayudar a los pobres mientras se produce el bache económico debería ser una prioridad mayor que reñir con sus rivales.

La historia: Tailandia se encuentra en un estado de agitación política desde 2006, cuando un golpe militar expulsó al entonces primer ministro Thaksin Shinawatra. Desde ese momento, Thaksin, un acaudalado empresario con fuertes tendencias populistas, ha continuado emitiendo potentes mensajes políticos a sus seguidores.
Durante el pasado mes, más o menos, hasta 100.000 manifestantes “camisas rojas” que apoyan a Thaksin se concentraron periódicamente contra Abhisit forzando la paralización de Bangkok. Este mes, las protestas obligaron al Gobierno a cancelar una cumbre de líderes del bloque comercial ASEAN –un enorme bochorno para Abhisit– y provocaron una respuesta militar que dejó dos muertos.

Con toda probabilidad, las políticas económicas keynesianas de Thaksin beneficiarían a Tailandia más que las de Abhisit. Pero con independencia de cuál de los dos se haga con el poder, una cosa es segura: sus perpetuas luchas internas han dañado gravemente al país. Un economista del Banco Asiático de Desarrollo ha afirmado que la agitación política puede causar la contracción de la economía un 5% este año, revisando su estimación previa del 2%. Si ninguno de los dos hombres puede hacerse con el control y proporcionar paz, al menos deberían encontrar la manera de proteger a la economía tailandesa en lugar de espantar la inversión, el turismo y la asistencia extranjera.

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Nepal  

El líder: El primer ministro Pushpa Kamal Dahal, conocido como Prachanda.

Por qué se tiene que ir: Por su fracaso en lograr la estabilización política o económica.

La historia: Durante los últimos tres años, los monárquicos y los maoístas de Nepal han estado embarcados en un proceso de paz, que siguió a la expulsión del país de la monarquía (que contaba con 240 años de antigüedad) tras una larga y sangrienta guerra de guerrillas. Con un gobierno de coalición y nuevas políticas populistas, Nepal se ha enfrentado al desafío de una reconciliación política sin precedentes. La parte más dura para Nepal ha sido integrar a sus casi 23.000 combatientes maoístas en el Ejército, que una vez fuera el brazo fuerte del poder real, y crear un organismo legislativo productivo.

Los dos bandos rivales han encontrado difícil el trabajar juntos. Los monárquicos que han quedado se resisten a muchas de las propuestas populistas del líder maoísta de la coalición de Gobierno, Prachanda. Y al desplazarse al centro y realizar los cambios políticos necesarios, Prachanda se arriesga a perder a sus partidarios. Por ejemplo, una norma sobre cómo estarán proporcionalmente representadas las minorías en el Parlamento causó una serie de estallidos de violencia étnica. En las zonas rurales han comenzado a producirse protestas de la extrema izquierda, amenazando el endeble proceso político.

El panorama no pinta bien. Cualquier problema político necesariamente agravará su extraordinariamente débil situación económica, del mismo modo que los problemas económicos pueden suscitar disidencias políticas. “El país se enfrenta ya al serio desafío de sostener el crecimiento y los logros en reducción de la pobreza de la pasada década”, según un economista del Banco Asiático de Desarrollo. Esto significa que Prachanda debe mantener la estabilidad política y evitar la violencia a toda costa, o Nepal se arriesga a la catástrofe.

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Rusia

El líder: El primer ministro Vladimir Putin

Por qué se tiene que ir: A pesar de su popularidad, es el culpable de no haber decretado las políticas económicas que hubieran ayudado a Rusia en la crisis financiera. Y ahora tampoco está haciendo nada positivo.

La historia: El país se benefició extraordinariamente del aumento global de los precios de las acciones y las materias primas durante la presidencia de Putin. Entre los años 2000 y 2007, su PIB se triplicó. Putin se hizo enormemente popular, decretando algunas reformas sociales y estableciendo fondos para cuando llegaran las vacas flacas. Se sirvió además de los buenos tiempos económicos para consolidar la riqueza en las manos de un pequeño grupo de élites. Y el crecimiento económico justificó el control totalitario del ex presidente ruso sobre el país y el castigo a los disidentes.

Pero desde que el todopoderoso Putin condujo a Dimitri Medvédev a la presidencia en 2008, la situación política y económica ha pasado a tener un aspecto mucho más negro. Putin usó el periodo de crecimiento para reforzar las empresas rusas de petróleo, materias primas y gas y les concedió un estatus de la máxima importancia, calificando al conglomerado Gazprom como “una de las columnas vertebrales de nuestro crecimiento económico” en 2004. Pero no fomentó la diversificación de la base de la riqueza de Rusia. Los precios de las materias primas dependen de la demanda global, que ha caído vertiginosamente durante la Gran Recesión, dejando a la economía del país necesitada de oxígeno.

Rusia se ha visto realmente muy afectada. Los precios de las acciones han bajado más de un 50% y los delitos por impago de deudas se han disparado. El desempleo ha crecido. El crecimiento se ralentizó en 2008 y la economía se contraerá en 2009. El rublo está en problemas. No obstante, Putin no asume ninguna culpa y ha retenido un alto grado de control. Sin que la prosperidad le acompañe, los argumentos de Putin para mantener un estrecho control sobre la “democracia dirigida” del país resultan mucho más débiles.

Medvédev parece más receptivo a nuevas políticas y tiene una formación más sólida en economía. Esto debería significar, idealmente, el fin de Putin.

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Alemania

El líder: La canciller Angela Merkel.

Por qué se tiene que ir: Por oponerse a las políticas de otros países bajo la bandera de la responsabilidad económica.

La historia: A lo largo de la mayor parte de la década de 2000, a la economía alemana, basada en la exportación, le fue bien. Pero con la debilidad de la demanda global, la ralentización en el mercado industrial y las desgracias de su sector bancario, Alemania sucumbió a la Gran Recesión. Se espera que su economía se contraiga en torno a un 5% este año.

La Administración de Merkel –y especialmente la propia Canciller– ha gobernado de manera conservadora y prudente en los asuntos de política nacional. En su política internacional, ha habido de todo. Su Gobierno ha señalado con el dedo y llevado la contraria a las políticas económicas de otros países, suscitando una fría respuesta por parte de los líderes de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Japón, entre otros.

En septiembre, el ministro de Finanzas, Peer Steinbrück, acusó a Estados Unidos de precipitar la crisis, “que se extiende por todo el mundo como un venenoso vertido de petróleo”. Merkel respondió a los paquetes de estimulación económica de EE UU y Gran Bretaña diciendo que no se uniría a una “carrera sin sentido” para gastar, aunque en última instancia tuvo que presentar un paquete keynesiano de 50.000 millones de euros.

En una entrevista con el diario The New York Times, Merkel explicó que la vacilación alemana ante este tipo de estímulos se originaba en su prudencia contra la inflación debido al envejecimiento de su población (la demografía del país se traduce en que tendrá menos trabajadores para reponer los fondos más adelante). Como respuesta, la comunidad internacional se encogió de hombros; Alemania podría simplemente admitir más inmigrantes, como hace Estados Unidos.

Fundamentalmente, Merkel ha sido una federalista en un momento en el que el mundo necesita internacionalistas. Merecería la pena que adoptara un papel más proactivo en estimular la demanda y levantar las economías del G-20, tanto para Alemania, como para la zona euro, y el mundo.

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