El difunto líder norcoreano era tan famoso en todo el mundo por sus rarezas como por su gobierno tiránico. He aquí algunas de sus principales obsesiones.

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PELÍCULAS

Según dicen, Kim Jong Il poseía una colección de más de 20.000 vídeos y escribió varios libros de teoría del cine. Al parecer, entre sus preferidas estaban las películas de James Bond, aunque, dada su inclinación a las guaridas subterráneas y los monos grises, es tentador preguntarse si quizá consideraba que Ernst Stavro Blofeld era el héroe trágico e incomprendido de la serie. Su cinefilia le llevó a secuestrar a un famoso director surcoreano con su mujer, una actriz, para hacer en 1985 la espantosa imitación socialista de Godzilla titulada Pulgasari.

En 2007, el entonces presidente de Corea del Sur Roh Moo Hyun regaló a Kim una colección de DVD de cine y televisión de su país durante una visita diplomática. (A cambio, Kim dio al líder surcoreano cuatro toneladas de setas).

Por supuesto, Kim no extendía su amor al cine mundial a su pueblo. Bajo su gobierno, los DVD de películas de Corea del Sur o de cualquier otro país estaban prohibidos; para hacer respetar la prohibición, la policía solía cortar la luz de un edificio de apartamentos y después entraba a comprobar qué discos se habían quedado atascados en los reproductores de los inquilinos. Este año, la comedia británica de tema futbolístico Quiero ser como Beckham se convirtió en el primer film occidental exhibido en la televisión norcoreana.

No se sabe si a Kim le gustó el brutal retrato que hicieron de él en la serie cómica de marionetas Team America.

DEPORTES

AFP/Getty Images
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El diminuto tirano era tremendamente aficionado al baloncesto. Por lo visto, tenía una colección de vídeos con todos los partidos que jugó Michael Jordan, además de un balón firmado por la leyenda de los Bulls, que le regaló la secretaria de Estado estadounidense Madeleine Albright durante un periodo poco frecuente de distensión con Washington. Además, al parecer, Corea del Norte desarrolló su propio sistema de puntuación para el deporte favorito de Kim, con “tres puntos por un mate, cuatro puntos por un triple que no toque el aro y ocho puntos por una cesta lograda en los tres últimos segundos”, según The San Diego Union-Tribune.

También coqueteaba con otros deportes. Según la propaganda del reino ermitaño, el Querido Líder metió 11 hoyos en uno la primera vez que jugó al golf. Quizá empezó a  creerse sus propias exageraciones durante la Copa del Mundo de 2010, cuando ordenó a la selección norcoreana, que había perdido con toda honra frente a Brasil por un solo gol, que jugara de forma más agresiva y adelantara a sus defensas en el campo. En el siguiente partido, el equipo perdió 7-0 frente a Portugal. Como es natural, se culpó de la derrota a los jugadores y los entrenadores, que fueron sometidos a una humillante reprimenda pública de seis horas por parte del ministro de Deportes. (Tuvieron suerte. En otros tiempos, los equipos y los entrenadores que incurrían en el enfado del Gobierno eran enviados a campos de trabajo).

AFP/Getty Images
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COMIDA Y BEBIDA

El aspecto rechoncho de Kim delataba que era un tragón de leyenda. Como siempre, resulta difícil separar la realidad de la fantasía en Pyongyang, pero, al parecer, al líder le gustaba que le sacaran su sashimi de peces vivos y prefería que le cocieran el arroz “sobre madera extraída del Monte Paektu, la montaña sagrada de Corea”, según Telegraph. Enviaba mensajeros por todo el mundo para comprar bacon danés, caviar iraní y mangos tailandeses.

Tenía una curiosa debilidad por la cocina austriaca y en una ocasión envió una delegación de cocineros suyos a que se formaran y obtuvieran recetas en la tienda de la Linzer torte. En los 90, contrató a cocineros italianos de pizza para enseñar a sus chefs el arte de colocar las aceitunas como era debido. En un viaje que hizo a China este año, dicen que Kim abandonó la residencia de invitados en la que se alojaba para visitar un supermercado local, en el que pidió a los dependientes aceite de oliva para aliñar ensaladas.

Kim tenía asimismo una gran afición al coñac Hennessy. Fue el mayor cliente individual de la compañía durante más de 10 años, con un gasto anual en coñac de entre 650.000 y 720.000 dólares.

Los excesos culinarios de Kim llamaban especialmente la atención dado que su país vivió en estado de hambruna general durante la mayor parte de su mandato. Pero no es que el líder norcoreano no prestara atención al problema; en una ocasión presumió de haber creado un nuevo tipo de fideo enriquecido con proteínas para aliviar el hambre.

Desde hace unos años, en un esfuerzo diplomático poco frecuente, el Gobierno norcoreano ha puesto en marcha su propia cadena internacional de restaurantes, en los que se sirve kimchi e ideología juche a clientes de toda Asia.

AVIONES, TRENES Y COCHES

AFP/Getty Images
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Es famoso el miedo de Kim a volar, una fobia causada, por lo visto, por un accidente de helicóptero en 1976, en el que el futuro líder resultó gravemente herido y del que le quedó una cicatriz en la frente como recordatorio. Dado el aislamiento internacional de Corea del Norte, no es que tuviera muchos destinos a los que ir, pero, cuando viajaba al extranjero, prefería hacerlo en un tren blindado que podía llegar a tener 90 vagones. En tren fue hasta Moscú en 2001: 9.300 kilómetros.

Kim viajaba siempre a lo grande. Cuando visitaba China, sus anfitriones solían proporcionarle un Maybach o incluso una carísima limusina Mercedes-Benz S 600 Pullman Guard para sus traslados. Parece que a él y a su padre también les gustaba tener Mercedes en su propia casa.

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Kim era famoso por su imagen característica, que en general consistía en “un traje del ejército de dos piezas, el cabello cardado, gafas de sol Ray-Ban y zapatos de plataforma”, según ABC News. En una ocasión, los medios estatales de Corea del Norte  superaron su propia capacidad de exagerar con un artículo que afirmaba que el estilo de Kim estaba poniéndose de moda en todo el mundo y que un diseñador francés al que no nombraban había dicho: “La rapidez con la que está extendiéndose el estilo Kim Jong Il en todo el mundo es un caso muy especial sin precedentes en la historia humana”.

Al parecer el líder norcoreano se sentía susceptible a propósito de su altura, y sus zapatos, por lo visto, tenían plataformas de 15 centímetros. Al final, el paso de la edad se notó en su peinado vertical, que en los últimos años dejó de ser tan espectacular.

Kim odiaba especialmente el pelo largo en los hombres y puso en marcha al menos dos campañas nacionales para lograr su desaparición.