Hay quienes dicen que un líder es tan bueno como lo sean sus consejeros. He aquí algunos de los aspirantes a sabios a los que nadie debería haber escuchado y, menos aún, nombrado para el cargo.

Joseph Made
Ex ministro de Agricultura, Zimbabue

Peor consejo: Cuando en 2004 se ofreció a Zimbabue ayuda alimentaria internacional, Made le dijo a Mugabe que en realidad el país tenía excedentes de maíz y que se habían recolectado 2,4 millones de toneladas en la última cosecha. Mugabe, en parte guiado por este consejo, respondió a los donantes: " ¿Por qué endosarnos a nosotros esta comida? No queremos que nos ceben. Tenemos suficiente".

Consecuencias: La realidad, dicen los expertos, es que la cifra estaba más cerca de las 700.000 toneladas que de los 2,4 millones. El siguiente invierno, Zimbabue anunció que un millón y medio de personas, alrededor del 12% de la población, necesitaba ayuda alimentaria urgente. Made, nombrado ministro de Agricultura en 2000, jugó un papel clave en la destrucción del otrora productivo sector agrícola del país. Supervisó el polémico plan de redistribución de la tierra de Mugabe, que requisó 5.000 de las 8.000 granjas que eran propiedad de blancos y las redistribuyó entre población negra. En junio de 2006, mientras muchos de esos granjeros luchaban por conseguir maquinaria de trabajo, Made se encontraba ocupado ocultando una flota de tractores último modelo en su granja. También se le da bien escurrir el bulto: en una ocasión explicó al Parlamento que un mono había "saboteado" los preparativos del Gobierno para la época de siembra electrocutándose en una fábrica de fertilizantes.

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Chiou I-Jen
Ex viceprimer ministro, Taiwán

Peor consejo: En un intento de conseguir que Papúa Nueva Guinea reconociera a Taiwán, Chiou recomendó destinar 30 millones de dólares (unos 19 millones de euros) a dos hombres que él creía que tenían influencia en cargos del Gobierno papú. Se entregó el dinero, pero Chiou fue engañado. Los hombres –uno con pasaporte estadounidense y el otro de Singapur– desaparecieron con el dinero.

Consecuencias: Chiou, que posteriormente dimitió y ahora se enfrenta a posibles cargos por corrupción, conoció a los dos hombres hace varios años y los recomendó al ministerio de Asuntos Exteriores taiwanés. La diplomacia a golpe de chequera no es nada nuevo en Taiwán, que en 2006 entregó 3,5 millones de dólares a Gambia y 305 a Honduras en 2007 con el fin de conservar las relaciones diplomáticas (Taiwán sólo es reconocido por 23 países, mientras que 171 reconocen a China). Pero cuando se pagan semejantes cantidades, seguramente es más sensato hacerlo de forma directa, como bien descubrió Chiou.

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Manto Tshabalala-Msimang
Ministra de Sanidad, Suráfrica

Manto Tshabalala-Msimang.
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Peor Consejo: En agosto de 2006, durante su intervención en una conferencia internacional sobre sida en Toronto, recomendó tratar esta enfermedad con limón, remolacha y ajo.

Consecuencias: Los comentarios de Tshabalala-Msimang provocaron una ola de condena internacional y de vergüenza nacional. La prensa local dijo que la ministra había "convertido a Suráfrica en un chiste internacional". ¿Su respuesta? Que el país "lo está haciendo bastante bien" frente al sida. Pero no era así. Tshabalala-Msimang –que asumió el cargo en 1999– hizo que durante su mandato se paralizase, de hecho, la respuesta de Suráfrica ante la epidemia. Según un estudio, en 2001 el 24% de las mujeres embarazadas estaban infectadas. En 2006, la cifra había aumentado hasta el 29%. Poco después del incidente de la remolacha, el Gobierno la liberó de sus responsabilidades sobre el sida y la política contra la enfermedad ha mejorado. Aún así, unos 1.000 surafricanos mueren cada día a causa de este virus mortífero.

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Martine Aubry
Ex ministra de Trabajo, Francia

Peor consejo: Aubry fue la principal arquitecta de la semana laboral de 35 horas, una ley que en 2000 obligó a las grandes empresas a reducir de 39 a 35 el número de horas semanales que podían hacer trabajar a sus empleados.

Consecuencias: La ley pretendía reducir el alto nivel de desempleo en Francia. Ocho años después, las cifras de parados apenas han cambiado y si se ha logrado algún progreso no ha sido gracias a la reducción de la semana laboral. Un documento publicado por el Fondo Monetario Internacional en 2006 concluía que la medida había perjudicado a los empleados de las grandes empresas, forzando a algunos trabajadores a buscar un segundo empleo o a cambiarse a empresas pequeñas no sometidas al límite de las 35 horas. La ley tampoco logró su objetivo básico de aumentar el número total de empleos y, quizá lo peor de todo, no hizo a los franceses menos misérables en su trabajo. El presidente Nicolas Sarkozy se ha comprometido a derogarla.

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Douglas Feith
Ex subsecretario para la política de Defensa, Estados Unidos

Douglas Feith
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Peor consejo: Feith es considerado por casi todos como uno de los principales artífices y diseñadores de la guerra de Irak. La Oficina de Planes Especiales del Pentágono, bajo su supervisión, se ocupó de la planificación de la posguerra y jugó un papel importante a la hora de proyectar el número de tropas desplegadas durante la ocupación.

Consecuencias: Cuando la Oficina para la Reconstrucción y los Asuntos Humanitarios, el desdichado grupo para la planificación de la posguerra que Feith dirigía, propuso trazar un plan político-militar global para la posguerra iraquí, Feith les dijo que no hacía falta. A fin de cuentas, el Pentágono planeaba reducir el número de tropas en Irak a 30.000 efectivos para el otoño de 2003. A la pregunta, en julio de ese mismo año, de por qué Estados Unidos no había sido capaz de desplegar más efectivos, el subsecretario explicó que hacerlo habría dado a Sadam Husein "más posibilidades de lanzar un misil Scud contra Kuwait o Israel, colocar explosivos para volar puentes o prepararse para esconder y usar armas químicas", y añadió: "Decir que Estados Unidos no debería hacer nada sin cientos de miles de soldados es una idea obsoleta". También confesó que le sorprendía que la insurgencia fuese "más continua e intensa de lo previsto", a pesar de que dos estimaciones realizadas por los servicios de inteligencia en enero de 2003 predecían que el derrocamiento de Sadam podría desencadenar enfrentamientos internos y alimentar el extremismo islamista. ¿Y cómo se defiende Feith? Echando la culpa a todos los demás: sí que existía un sólido "plan para la transición política en Irak tras la caída de Sadam", dijo Feith durante la presentación de un libro en abril. "Era un plan que mi oficina preparó, que Powell y Armitage intentaron retrasar, que el presidente Bush aprobó, que Jay Garner empezó a poner en práctica y que Paul Bremer enterró".

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