Costa Rica es optimista ante la cumbre de la ONU que se celebra esta semana y que pretende intensificar la acción mundial contra el cambio climático. Aunque muchos consideren que la reducción de las emisiones es una inmensa carga que impide el crecimiento, nuestra experiencia nos ha enseñado que la lucha contra el cambio climático beneficia a la economía. Y estamos también seguros de que la cooperación internacional en este ámbito es eficaz, por lo que, si se hicieran más esfuerzos, se conseguirían muchas más cosas.

Después de llegar a unas conclusiones similares, el informe publicado la semana pasada por la Comisión Global sobre la Economía y el Clima,  dirigida por el ex presidente de México Felipe Calderón, presentó abundantes pruebas de que la lucha para alcanzar objetivos relacionados con el cambio climático ayuda a lograr otros económicos. ¿Pero de qué manera exactamente puede ayudar ese esfuerzo a impulsar el crecimiento de un país?

AFP/Getty Images
AFP/Getty Images

En el caso de Costa Rica, nuestra región es muy vulnerable a las consecuencias del cambio climático. En abril celebramos una reunión del Climate Vulnerable Forum , el foro de países más vulnerables a las consecuencias del cambio climático, en la que expertos de varios gobiernos de Centroamérica y el Caribe compartieron sus experiencias a la hora de abordar esa vulnerabilidad. Hablaron nuestros colegas de Panamá, cuyo archipiélago de San Blas ya tiene varias islas sumergidas debido a la subida del nivel del mar y se enfrenta a perder varias más. Los delegados visitaron Cahuita, en la costa caribeña de Costa Rica, donde algunas infraestructuras que hace solo unos años estaban en tierra firme se encuentran hoy dentro del agua.

Pero el mar no es lo único que sube; la temperatura, también. Lidiamos con una situación más caliente y más favorable a la sequía que, como han demostrado las investigaciones,  mina la productividad y la salud de las personas que trabajan al aire libre y en la producción agraria y marina, con posibles consecuencias macroeconómicas. Además, todo el istmo mesoamericano está expuesto a tormentas cada vez más extremas por las dos orillas, la del Caribe y la del Pacífico, con todos los daños que eso supone.

No reaccionar ante estas preocupaciones significa renunciar a parte de la prosperidad que tanto nos ha costado alcanzar, por lo que las inversiones que hagamos para adaptarnos a estos riesgos y gestionarlos mejor ayudan a contener los costes, como ha quedado patente en varios actos con la participación de Costa Rica y los países vulnerables al cambio climático, celebrados en conjunción con reuniones internacionales fundamentales como la Conferencia de Naciones Unidas sobre Pequeños Estados Insulares en Desarrollo, celebrada en Samoa a principios de este mes.

A Costa Rica le beneficia económicamente reducir las emisiones de gas de efecto invernadero en nuestra campaña para conseguir la carbono neutralidad nacional en 2021. Dado que más del 90% de nuestra producción de electricidad procede de energías renovables, podría parecer que el objetivo es fácil de alcanzar. Sin embargo, casi la mitad de nuestra producción total de energía procede de combustibles fósiles, sobre todo porque el sector del transporte utiliza casi exclusivamente gasolina, como en la mayoría de los países.

Como no producimos petróleo, tenemos que importarlo. En 2012, compramos alrededor de 2,5 millones de toneladas de productos petrolíferos por valor de más de 1.500 millones de dólares, aproximadamente el 70% de nuestro déficit comercial de ese año y más del 3% de nuestro PIB. Según la Agencia Internacional de la Energía,  no somos los únicos: en 2012, la UE hizo importaciones netas de combustibles fósiles equivalentes a casi mil millones de toneladas de crudo, y Estados Unidos, China e India, todos ellos compradores de vastas cantidades de combustibles fósiles en el extranjero, sufren presiones similares en sus balanzas por cuenta corriente.

Quizá podríamos cubrir parte de nuestras necesidades si explotáramos las reservas nacionales, pero en julio nuestro presidente, Luis Guillermo Solís, a través del Ministerio de Medio Ambiente y Energía, prorrogó la prohibición actual de explorar y extraer petróleo durante un decenio más.

No vemos qué ventaja tiene arriesgarnos a sufrir desastres medioambientales por la explotación de esas reservas cuando eso supone poner en peligro nuestros parques nacionales, que son patrimonio mundial de la Unesco, y nuestro próspero sector turístico. Tampoco deseamos tener una contaminación atmosférica que, según la Organización Mundial de la Salud,  representa el mayor riesgo de salud ambiental y es responsable de una de cada ocho muertes en todo el planeta, para no hablar de los enormes costes económicos.

Estas y otras preocupaciones son el motivo de que hayamos establecido una política de reducción de las emisiones de carbono para nuestro desarrollo económico. Al seguir esa vía, Costa Rica ha llevado a cabo un enorme esfuerzo para incrementar el uso de las energías renovables, que se ha multiplicado casi por dos en la última década, hasta representar algo más de la mitad del abastecimiento nacional.

La cooperación internacional ha ayudado enormemente: 16 proyectos englobados en el Mecanismo de Desarrollo Limpio de la ONU han canalizado alrededor de 350 millones de dólares de inversiones hacia planes de tratamiento de residuos, energía hidráulica y eólica, entre otros. Además, hace poco firmamos un acuerdo bilateral con Japón que ha permitido desarrollar un proyecto geotérmico de 550 millones de dólares cerca de nuestro Parque Nacional del Volcán de la Vieja. Pronto podríamos exportar electricidad renovable.

Sin embargo, nuestro mayor éxito es tal vez una ley de 1997 que permite a los propietarios de terrenos boscosos cobrar por los sumideros de carbono y los servicios del ecosistema que sin duda proporcionan: captura de agua para la energía hidráulica y la industria, biodiversidad y servicios de polinización para la agricultura y bellos escenarios para el sector turístico. El programa es responsable de la mayor parte de la recuperación que hemos experimentado a partir de casi un 80% de deforestación a finales de los 80. Hoy, más de la mitad de Costa Rica vuelve a estar cubierta de bosques. Con la ayuda del programa REDD+ de la ONU, esa superficie seguirá aumentando.

¿Y hasta qué punto nos ha beneficiado? Costa Rica es la segunda economía que más rápidamente ha crecido en Centroamérica durante el último decenio. Asimismo hemos hecho grandes avances en desarrollo humano y encabezamos el Happy Planet Index.

Aunque no son los únicos factores que cuentan, estamos seguros de que nuestras políticas frente al cambio climático nos benefician y van a beneficiar a otros. También estamos convencidos de que Costa Rica no es un caso aislado y confiamos en las posibilidades de empeños como el nuestro a escala mucho mayor, a escala global, tal como subraya la Cumbre del Clima de esta semana en Nueva York.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Blog Banner es resized