• Lettre international, nº 66,
    octubre 2004, Berlín (Alemania)

 

Pasar de los deslumbrantes perfiles de las ricas ciudades costeras chinas
al deprimido interior de la China central y occidental es un viaje atrás
en el tiempo. Cada kilómetro que se avanza hacia el corazón rural
del gigante asiático revela que el milagro económico del país
ha pasado de largo ante 800 millones de campesinos, que constituyen casi dos
tercios de la población. Pero la distancia, cada vez mayor, entre los
ricos y todos los demás ha recibido mucha menos atención mediática -tanto
nacional como internacional- que el espectacular crecimiento económico
chino.

Esta disparidad podría explicar por qué el trabajo de los periodistas
chinos Chen Guidi y Wu Chuntao ha hecho tanto ruido en su país y en
el extranjero. En su libro de 2004, Informe sobre los
campesinos chinos
, Chen
y Wu investigan el lado oscuro de la modernización en Anhui, una provincia
del Este, narrando la discriminación y la brutal represión que
sufren con frecuencia los agricultores a manos de funcionarios locales corruptos.
El poder de la escritura de Chen y Wu nace de su exhaustiva investigación
sobre la grave situación por la que atraviesa el campesinado de Anhui,
unida a una mirada cercana y personal a las vidas de esta gente.

Mensajes contradictorios: niños campesinos ante un cartel que reza
Mensajes contradictorios: niños campesinos ante un cartel
que reza "Enriquece al pueblo", en China central.

En uno de estos detallados relatos, del que la revista cuatrimestral alemana
Lettre International ha publicado un extracto después de que el libro
fuera galardonado el pasado otoño con el premio anual al mejor reportaje
que concede esta publicación, se cuenta la historia del asesinato de
cuatro campesinos en 1998. Ante las sospechas de corrupción de un funcionario
local, los aldeanos eligen a un comité para que controle sus libros
de contabilidad. Cuando el funcionario, furioso, envía a sus hijos para
que maten a un prominente miembro del comité a plena luz del día,
tres lugareños más intentan intervenir en su defensa, con trágicos
resultados.

A pesar de su patetismo, este corto pasaje no logra transmitir la importancia
de los temas del libro, como el largo historial de las fallidas reformas de
la economía rural china. Según Chen y Wu, los escasos funcionarios
con mentalidad reformista que intentan poner en marcha cambios positivos ven
bloqueados sus esfuerzos con regularidad por colegas que acaparan poder. Pero,
además de la corrupción, los dos principales culpables de la
grave situación de los campesinos son los incentivos de producción
distorsionados y los impuestos. El Estado no sólo controla toda la tierra,
sino que, a menudo, reubica a las familias de campesinos, desanimándoles
a invertir en la mejora de las granjas. Además, los aldeanos siguen
viéndose forzados a concentrar su producción en los cereales,
y a vender una parte significativa de sus cosechas anuales al Gobierno, a precios
bajos y fijos. Mientras, un sistema tributario podrido anima a hacer trampas
y desvía la carga fiscal hacia el eslabón más débil
de la cadena: el campesino. "China es uno de los pocos países
que no sólo no otorga subsidios a la agricultura, sino que grava fiscalmente
a los agricultores", escriben los autores.

Chen y Wu sostienen que la reforma de la economía rural ya no es una
opción, sino una obligación. Está en juego la estabilidad
interna del país. Al constatar que los funcionarios locales corruptos
han sobrevivido a todos los intentos de reformar los impuestos, abogan por
cambios de arriba abajo, para terminar con las desigualdades entre la economía
rural y urbana. El problema es que el Gobierno central depende de las autoridades
locales para poner en marcha las reformas: las iniciativas que vienen de arriba
podrían ser la única solución, pero el cambio llegará despacio,
si es que llega.

El premio de Lettre International abrió un debate en los medios europeos
sobre los problemas de la población rural china. La reacción
de Pekín, sin embargo, fue contradictoria. Al principio, el libro recibió abundantes
elogios y se convirtió en un best seller nacional. Pero este mismo éxito
terminó impulsando una orden oficial para detener la impresión
de la obra.

Chen y Wu podrían enfrentarse a consecuencias más serias. Uno
de los funcionarios, cuya corrupción y brutalidad quedaron al descubierto,
presentó una denuncia contra los autores. El caso sigue en los tribunales,
y no se sabe cuándo se hará público el veredicto. Aunque
sus abogados creen que tienen un 50% de posibilidades de ganar, querellas similares,
utilizadas para disciplinar a los medios, raras veces se han resuelto a favor
de los acusados.

Puede que no todo esté perdido. Los nuevos líderes chinos, en
especial el presidente Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao, han anunciado
una actitud más equilibrada en relación con el desarrollo, dando
prioridad a los ingresos agrícolas y a las infraestructuras rurales.
Los libros de historia enseñan que es una buena idea: en la antiguedad,
las revueltas campesinas condujeron al final de una dinastía. Y ése
es un viaje en el tiempo que los líderes chinos no tienen ganas de hacer.

La mayoría oprimida de China
Wang Boyong y Frank Gaensmantel

Lettre international, nº 66,
octubre 2004, Berlín (Alemania)

Pasar de los deslumbrantes perfiles de las ricas ciudades costeras chinas
al deprimido interior de la China central y occidental es un viaje atrás
en el tiempo. Cada kilómetro que se avanza hacia el corazón rural
del gigante asiático revela que el milagro económico del país
ha pasado de largo ante 800 millones de campesinos, que constituyen casi dos
tercios de la población. Pero la distancia, cada vez mayor, entre los
ricos y todos los demás ha recibido mucha menos atención mediática -tanto
nacional como internacional- que el espectacular crecimiento económico
chino.

Esta disparidad podría explicar por qué el trabajo de los periodistas
chinos Chen Guidi y Wu Chuntao ha hecho tanto ruido en su país y en
el extranjero. En su libro de 2004, Informe sobre los
campesinos chinos
, Chen
y Wu investigan el lado oscuro de la modernización en Anhui, una provincia
del Este, narrando la discriminación y la brutal represión que
sufren con frecuencia los agricultores a manos de funcionarios locales corruptos.
El poder de la escritura de Chen y Wu nace de su exhaustiva investigación
sobre la grave situación por la que atraviesa el campesinado de Anhui,
unida a una mirada cercana y personal a las vidas de esta gente.

Mensajes contradictorios: niños campesinos ante un cartel que reza
Mensajes contradictorios: niños campesinos ante un cartel
que reza "Enriquece al pueblo", en China central.

En uno de estos detallados relatos, del que la revista cuatrimestral alemana
Lettre International ha publicado un extracto después de que el libro
fuera galardonado el pasado otoño con el premio anual al mejor reportaje
que concede esta publicación, se cuenta la historia del asesinato de
cuatro campesinos en 1998. Ante las sospechas de corrupción de un funcionario
local, los aldeanos eligen a un comité para que controle sus libros
de contabilidad. Cuando el funcionario, furioso, envía a sus hijos para
que maten a un prominente miembro del comité a plena luz del día,
tres lugareños más intentan intervenir en su defensa, con trágicos
resultados.

A pesar de su patetismo, este corto pasaje no logra transmitir la importancia
de los temas del libro, como el largo historial de las fallidas reformas de
la economía rural china. Según Chen y Wu, los escasos funcionarios
con mentalidad reformista que intentan poner en marcha cambios positivos ven
bloqueados sus esfuerzos con regularidad por colegas que acaparan poder. Pero,
además de la corrupción, los dos principales culpables de la
grave situación de los campesinos son los incentivos de producción
distorsionados y los impuestos. El Estado no sólo controla toda la tierra,
sino que, a menudo, reubica a las familias de campesinos, desanimándoles
a invertir en la mejora de las granjas. Además, los aldeanos siguen
viéndose forzados a concentrar su producción en los cereales,
y a vender una parte significativa de sus cosechas anuales al Gobierno, a precios
bajos y fijos. Mientras, un sistema tributario podrido anima a hacer trampas
y desvía la carga fiscal hacia el eslabón más débil
de la cadena: el campesino. "China es uno de los pocos países
que no sólo no otorga subsidios a la agricultura, sino que grava fiscalmente
a los agricultores", escriben los autores.

Chen y Wu sostienen que la reforma de la economía rural ya no es una
opción, sino una obligación. Está en juego la estabilidad
interna del país. Al constatar que los funcionarios locales corruptos
han sobrevivido a todos los intentos de reformar los impuestos, abogan por
cambios de arriba abajo, para terminar con las desigualdades entre la economía
rural y urbana. El problema es que el Gobierno central depende de las autoridades
locales para poner en marcha las reformas: las iniciativas que vienen de arriba
podrían ser la única solución, pero el cambio llegará despacio,
si es que llega.

El premio de Lettre International abrió un debate en los medios europeos
sobre los problemas de la población rural china. La reacción
de Pekín, sin embargo, fue contradictoria. Al principio, el libro recibió abundantes
elogios y se convirtió en un best seller nacional. Pero este mismo éxito
terminó impulsando una orden oficial para detener la impresión
de la obra.

Chen y Wu podrían enfrentarse a consecuencias más serias. Uno
de los funcionarios, cuya corrupción y brutalidad quedaron al descubierto,
presentó una denuncia contra los autores. El caso sigue en los tribunales,
y no se sabe cuándo se hará público el veredicto. Aunque
sus abogados creen que tienen un 50% de posibilidades de ganar, querellas similares,
utilizadas para disciplinar a los medios, raras veces se han resuelto a favor
de los acusados.

Puede que no todo esté perdido. Los nuevos líderes chinos, en
especial el presidente Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao, han anunciado
una actitud más equilibrada en relación con el desarrollo, dando
prioridad a los ingresos agrícolas y a las infraestructuras rurales.
Los libros de historia enseñan que es una buena idea: en la antiguedad,
las revueltas campesinas condujeron al final de una dinastía. Y ése
es un viaje en el tiempo que los líderes chinos no tienen ganas de hacer.

Wang Boyong es director de Relaciones Públicas
y coordinador de Investigación en el programa de formación China-UE
en Pekín.

Frank Gaenssmantel es miembro del Consejo
del Centro de Estudios Europeos en la Universidad de China del Este, en Shanghai.