Estoy en desacuerdo con las afirmaciones de Joseph Cirincione (‘La increíble amenaza menguante de los misiles’, FP edición española, junio/julio, 2008) sobre la disminución de la amenaza que suponen los misiles balísticos. El hecho de que Corea del Norte haya realizado dos pruebas fallidas con sus misiles de largo alcance no significa que de verdad no vaya a conseguir su objetivo en un futuro, es casi seguro que lo logrará. El mismo Cirincione asegura que a Irán le quedan entre cinco y diez años para desarrollar la capacidad de desplegar un arma nuclear en un misil. Quizá esté sugiriendo que deberíamos parar nuestros sistemas de interceptación de proyectiles de largo alcance, eliminar nuestros radares de combate y nuestras exigencias y empezar de nuevo de la noche a la mañana después de que Irán haya detonado un arma nuclear o lanzado un misil balístico de largo alcance. Eso sería una locura.

Tiene razón cuando dice que estamos gastando más en defensa antimisiles que durante la guerra fría. Olvida mencionar que los programas de ese periodo se centraban de forma estricta en investigación y desarrollo. Ahora, de hecho, hemos desplegado –y continuamos desplegando– un sistema de defensa por capas contra los proyectiles, que nos permitirá enfrentarnos a dispositivos de todo tipo durante cualquier fase de vuelo.

La mayor parte de la financiación para sistemas de defensa antimisiles se destina a responder ante armas de corto y medio alcance, no contra artefactos de largo alcance. Ésta es la máxima prioridad, porque hay cientos, si no miles, de misiles tipo Scud capaces de transportar armamento nuclear, químico y biológico, así como explosivos convencionales, en todo el mundo.

Todos los argumentos expuestos también son una cuestión de moralidad: ¿deberían ser las represalias –que causarían la muerte de miles de personas que no tienen nada que ver con las acciones de su Ejército o de su Gobierno– la única opción que Estados Unidos debería tener para responder a un ataque nuclear? Si no es así, entonces Washington debe hacer lo posible para barajar más de una opción terrible.

  • Richard Lehner

    Director de Asuntos Públicos,

    Agencia de Defensa de Misiles,

    Washington,

    EE UU

Si la premisa de Cirincione según la cual “los únicos medios probados de defensa contra la amenaza de los misiles balísticos son la diplomacia, la disuasión y una cierta preparación militar” es correcta, entonces los 34 Estados soberanos del planeta –incluido Estados Unidos– que ahora mismo están desplegando, desarrollando y respaldando la defensa antimisiles están equivocados.

La lógica de Cirincione se basa en la suposición de que todos los países tienen líderes racionales al timón. ¿Son racionales dirigentes como Mahmud Ahmadineyad, Hugo Chávez y Kim Jong Il?

Su argumento de que a menor cantidad de misiles, menor grado de amenaza no es aplicable al actual entorno de seguridad en el que el mayor peligro podría venir de un dictador inestable con un pequeño arsenal de misiles equipados con armas de destrucción masiva.

¿Confía el autor en que los futuros líderes de Afganistán, Irán, ...