Moldavos se manifiestan en las calles de Chisinau en contra de lo que consideran unas elecciones presidenciales más organizadas. Daniel MiHailescu/AFP/Getty Images
Moldavos se manifiestan en las calles de Chisinau en contra de lo que consideran unas elecciones presidenciales más organizadas. Daniel MiHailescu/AFP/Getty Images

Moldavia puede regresar hacia la política de equilibrio del líder comunista Vladímir Voronin.

El 13 de noviembre, el líder del Partido Socialista, Igor Dodon, logró la presidencia de Moldavia con el 52,3% de los votos, suficiente para acallar las denuncias de fraude por parte de los seguidores de Maia Sandu, del Partido de Acción y Solidaridad, que consiguió un 47,7%, dentro de una modesta participación del 53,5%. Las credenciales pro rusas de Dodon incluían el eslogan “El futuro de Moldavia está unido a una Rusia fuerte”, posters de campaña que mostraban al Patriarca Kiril de la Iglesia Ortodoxa Rusa, y la promesa de Dodon de reconocer la anexión rusa de Crimea.

El apoyo ruso a Dodon incluyó la cobertura favorable en los medios de comunicación rusos, y sus rumoreados vínculos con Gazprom. No obstante, la implicación de Moscú no fue tan manifiesta como podría haber sido, y de hecho resultó menos intrusiva que en las elecciones parlamentarias de alto riesgo celebradas en el punto álgido de los sucesos de Ucrania en noviembre de 2014. Los factores clave que inclinaron el resultado fueron de naturaleza interna. Dodon fue capaz de capitalizar la desilusión con el gobierno de la Alianza por la Integración Europea, que (bajo diversos nombres) había ocupado el poder desde 2009, y con la UE, cuya marca se ha visto manchada por la excesiva predisposición de Bruselas a dejarse llevar por las apariencias de este gobierno pro europeo. La realidad es que la corrupción aumentaba a medida que crecía la economía y el país registraba enormes problemas por los intentos de los oligarcas de capturar el sistema legal. Dodon se las arregló para culpar a Sandu por el escándalo bancario de 2014 en el que desaparecieron 1.000 millones de dólares, a pesar de que ella ocupaba el cargo de ministra de Educación y antes de eso estaba en el Banco Mundial en Washington. Sandu también se vio difamada por una sucia campaña de relaciones públicas que incluyó la difusión de la historia, totalmente falsa, de que la UE estaba planeando enviar 30.000 refugiados sirios a Moldavia, y la acusación de la Iglesia Ortodoxa local de que como mujer de 44 años soltera y sin hijos, su “actitud hacia la moral cristiana… parece alejarse de los principios de la normalidad”.

Igor Dodon, ganador de las elecciones presidenciales en Moldavia. Daniel Mihailescu/AFP/Getty Images
Igor Dodon, ganador de las elecciones presidenciales en Moldavia. Daniel Mihailescu/AFP/Getty Images

La clave para comprender la elección ha sido el papel desempeñado por el principal oligarca de Moldavia, Vlad Plahotniuc. Aunque públicamente mostró su respaldo a Sandu, la teoría es que sabía que su propia baja popularidad haría que este apoyo resultara perjudicial. Fueron los medios de Plahotniuc los que ayudaron a Dodon a difamar a Sandu, usando websites y redes sociales recién creadas únicamente con este propósito y vinculadas a personas próximas a Plahotniuc. Moldavia no ha tenido el gobierno de un partido desde 2014; dos partidos pros europeos y los comunistas han mantenido una coalición caleidoscópica y los socialistas de Dodon están nominalmente en la oposición, pero Plahotniuc tiene lazos con todos ellos.

De modo que no hay muchas razones para esperar cambios drásticos tras las elecciones. Plahotniuc visitó Estados Unidos en mayo para defender que estaba a favor de no apartarse del camino a Europa. Esta declaración, sin embargo, no es sincera. Para ser más precisos, Plahotniuc y Dodon antepondrán los intereses locales. No tienen motivos para renunciar a la financiación europea, que es proporcionalmente generosa para Moldavia, o para poner en peligro los acuerdos para viajar sin visado que el país logró en 2014. Puede que Moldavia regrese más hacia la política de equilibrio del líder comunista Vladímir Voronin, que fue presidente desde 2000 a 2009; y puede que Dodon siga adelante con el reconocimiento a la anexión rusa de Crimea (lo que garantiza una disputa con Ucrania); pero no va a precipitarse hacia una “Rusia fuerte”.

Y pese al restablecimiento de elecciones presidenciales directas por primera vez desde 1996, Dodon no será un presidente ejecutivo. Moldavia sigue siendo un sistema semipresidencial en el que el primer ministro ostenta más poder, aunque el Partido Democrático de Plahotniuc domina al gobierno actual.

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