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Una pareja con su hijo en Shanghái, China.(Johannes Eisele/AFP/Getty Images)

Los resultados obtenidos por el Gobierno tras eliminar la política del hijo único, no son los deseados y el modelo de natalidad del país amenaza a la economía. Mantener el desarrollo económico y alcanzar el reto de la modernización seguirán determinando el papel de la mujer según las necesidades del Estado.   

 

El indicador del World Economic Forum que analiza la brecha mundial de igualdad entre hombres y mujeres registraba el año pasado el primer retroceso desde que comenzara a publicarse en 2006. Entre los países analizados, China no iba a ser una excepción, empeorando su situación y pasando a ocupar el puesto 100 en el Informe de Igualdad de Género de 2017, situándose por debajo de Camboya y Senegal. Posición poco favorable para un miembro del G20 que comparte con otros países del grupo como India (108), Japón (114), Corea del Sur (118), Turquía (131) y Arabia Saudí (138) que se sitúan en valores superiores al 100.

La evolución hacia una igualdad de género se presenta compleja para la segunda potencia económica mundial al situarse en el último puesto en la brecha de género por selección de sexo al nacer. Tras 39 años de política del hijo único desde que comenzara a aplicarse en 1976, las esterilizaciones, abortos e hijas abandonadas por la preferencia del varón han provocado un desequilibrio de género de 32,7 millones de hombres más que mujeres, según las estadísticas oficiales. Esto ha complicado, además, la búsqueda de esposas chinas ya que esa falta de equilibrio demográfico en China alcanza el ratio de 106 hombres por cada 100 mujeres, cifra que mundialmente se sitúa en 102. Una situación extrema que ha motivado la incorporación de nuevas reglas para evitar abortos por discriminación de sexo en mujeres embarazadas de más de 14 semanas que necesitan la aprobación de hasta tres médicos para poder practicarlo.

 

Un modelo de natalidad que hoy amenaza el desarrollo económico del país

La política del hijo único tuvo como objetivo principal al grupo Han, población mayoritaria en China, quedando excluidas de esta prohibición el resto de las minorías étnicas del país y la población rural, a las que se les aplicó una norma menos estricta. Casi cuatro décadas después, China presenta el reto de una sociedad envejecida que amenaza el desarrollo económico del país, circunstancia que no sería tan compleja de haberse eliminado este modelo de planificación familiar hace una década.

La relajación de la política del hijo único iniciada en 2016 no ha tenido el éxito esperado por el Gobierno, y la falta de ayudas sociales y el alto coste de vida de una sociedad más moderna no ayuda a animar a las parejas a tener más hijos. La situación se complica con una población activa entre 16 y 59 años que alcanza los 902 millones de personas, 5 millones menos que el año anterior, mientras se incrementa el número de personas mayores de 65 años hasta alcanzar los 158 millones, representando el 11,4% de la población, 8 millones más que en 2016. De mantenerse esta tendencia, China tendría en 2030 una población que superara los 65 años más numerosa que los jóvenes menores de 14 años, y en 2050 la tasa de dependencia actual de las pensiones de 7 trabajadores por jubilado pasaría a situarse en un ratio de 2 a 1, haciendo insostenible el crecimiento del país.

Durante casi cuatro décadas, el Gobierno ha estipulado que “uno es suficiente” y ha incentivado que las parejas apuesten por un “matrimonio tardío y tener hijos tarde”. Ante el desafío de una población envejecida, ahora solicita a las parejas formadas por hijos únicos que modifiquen el modelo ideal de familia por otro en el que se permite tener un segundo hijo, animando a las mujeres a comenzar la maternidad mientras están en la universidad para no tener problemas en el embarazo debido a la edad.

De la tasa de fertilidad de 6,38 hijos por mujer que registraba China en 1966 se ha pasado a que en 1993 se alcanzara la tasa mínima de reemplazo de 2,1 hijos por mujer, y que en 2016 se situara en 1,6, ligeramente superior a la de Japón de 1,4. Para revertir una pirámide de población que amenaza con ser el talón de Aquiles de la transición del país a una economía avanzada, el Gobierno eliminó la política del hijo único en 2015, después de 39 años en vigor. En 2016, durante el primer año de aplicación de la nueva medida de planificación familiar apenas se registraron 1,31 millones de nuevos nacimientos, por debajo de los 3 millones que se estimaba. Efecto poco duradero, ya que en 2017 se alcanzaron 17,23 millones de nacimientos, una caída del 3,5% respecto a los 17,86 millones registrados un año antes y lejos de la previsión del Gobierno de alcanzar los 20 millones.

 

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Una pareja de ancianos pasea por la provincia de Fujian, China. (Kevin Frayer/Getty Images)

Los modelos de vida cambian y las sociedades se acomodan

En las últimas cuatro décadas que ha estado en vigor la política del hijo único la sociedad china ha evolucionado con las tendencias globales, adquiriendo un alto nivel de digitalización. Una transformación que va a promover que la clase media china casi se triplique de los 132 millones de personas que representaban en 2015, el 10% de la población, hasta los 480 millones en 2030, alcanzando el 35%, según las estimaciones del Economist Intelligence Unit. A diferencia de anteriores generaciones, la juventud china es más consumista, está acostumbrada a gastar más y ahorrar poco, principalmente animada por el buen comportamiento económico del país y por la facilidad de adquirir créditos para mantener sus gastos.

La sociedad china está elevando su nivel de vida, incrementándose el gasto en viajes, entretenimiento, dispositivos electrónicos, coches, elementos con los que buscan mejorar su estatus social y tener un nivel de vida que se vería amenazado al tener un segundo hijo. El desafío para la “generación BAT”, los que han crecido bajo el dominio tecnológico de los grandes titanes chinos como Baidu, Alibaba y Tencent, es adaptar el modelo generacional del hijo único del 4-2-1 de cuatro abuelos, dos padres y un hijo al esquema de gasto del 1-2-4, donde una única persona tiene que cubrir las necesidades de salud y vejez de dos padres y cuatro abuelos. Una generación que, conocida como “pequeños emperadores”, personas individualistas que han sido el centro de atención sin la experiencia de tener hermanos, deben afrontar con la decisión de tener un segundo hijo la problemática de un mayor gasto en educación, salud, seguros y vivienda.

Muchas parejas no pueden permitirse duplicar el gasto de criar un hijo, que ronda los 2.500 euros, y que puede alcanzar los 4.000 euros en las grandes ciudades, pero también las hay que prefieren vivir de forma más relajada sin tener que asumir mayores gastos. Sin apenas ayudas sociales nacionales que incentiven tener más niños, con la excepción de algunas políticas de reducción de impuestos en ciertas provincias, las parejas encuentran pocos incentivos que les animen a modificar su ritmo de vida y a cambiar el modelo de sociedad del hijo único que con tanto empeño el Gobierno ha definido como el mejor.

La medida de relajar la política del hijo único también está teniendo efectos sobre el desarrollo profesional de la mujer china. Durante la aplicación del anterior modelo, los empresarios solamente tenían que asumir una baja laboral, un gasto que ahora podría llegar a multiplicarse y que motivaría que las empresas decidan no contratar mujeres en un 75% de los casos. Circunstancia que podría motivar que el 63% de las madres trabajadoras no estén dispuestas a tener un segundo hijo, y un 40% de las mujeres chinas no quieran tener hijos, datos que aplican mayor presión al desafío generacional que vive China y que requiere de medidas e incentivos urgentes para fomentar una natalidad que asegure el desarrollo económico del país.

 

Dos roles de la mujer china, dos desafíos para el Gobierno y un nuevo cambio en la planificación familiar

La política del hijo único impulsada por el Gobierno chino es el mayor experimento social de la historia en el que a las mujeres se les ha pedido asumir un doble papel. Cuando estaba en vigor la política del hijo único, sirvieron de instrumento del modelo de planificación familiar más idóneo para las necesidades económicas de China del momento, mientras que con el fomento del segundo hijo, sufren los problemas de inserción laboral por la preferencia del hombre en los puestos de trabajo ante la reticencia de los empresarios de sufragar dos bajas de maternidad.

En la esfera económica, el impulso previsto con el proyecto Made in China 2025 es el primer desafío para el Gobierno. El plan que pretende alcanzar la modernización de la industria apostando por la innovación, las nuevas tecnologías y el sector servicios está seriamente amenazado con un grupo de personas mayores de 60 años que ha aumentado en 110 millones desde 1999, similar a la población de España y Reino Unido juntas. El sueño de Xi Jinping de alcanzar una “sociedad modestamente acomodada” en un país “rico y próspero” se complica con el segundo desafío económico de que China alcance un estatus de economía de ingresos de nivel medio-alto con una sociedad envejecida. Si la segunda economía mundial quiere llegar a convertirse en una superpotencia tiene apenas dos décadas para alcanzar ese nivel de ingresos medios antes de que en la década de 2030 se jubilen el grueso de los trabajadores que se encuentran entre 40-49 años. Para entonces, el nivel de dependencia que hoy se sitúa en una proporción de 7 trabajadores por cada jubilado alcanzará niveles preocupantes, con previsión de alcanzar el ratio de 2 a 1 en 2050 cuando la población del país sufra una reducción de 100 millones de personas.

Una situación preocupante que ha llevado al Gobierno chino a presentar un borrador del nuevo código civil en la Comisión Permanente de la Asamblea Popular Nacional para eliminar cualquier referencia de “planificación familiar”, permitiendo a las mujeres tener más de dos hijos, con lo que se implantaría una fertilidad independiente sin ningún criterio impuesto por el Estado. Se incorporarían además otros cambios como disponer de un mes de reflexión para aquellas parejas que decidan divorciarse antes de iniciar los trámites, incentivando a que las mujeres tengan más hijos y se rompan menos matrimonios. De aprobarse, la modificación del código civil podría considerarse un avance en establecer un modelo donde el derecho reproductivo sea propio de la mujer y no esté supeditado a las necesidades gubernamentales. Aunque todo apunta a que mantener el desarrollo económico de China y alcanzar el reto de la modernización seguirán siendo los indicadores que determinen, de un modo u otro, el modelo de sociedad y el papel que la mujer represente según las necesidades estatales.