
Dictaduras como Myanmar, Vietnam o Tailandia, pero también democracias débiles como Filipinas o Indonesia están llevando a cabo prácticas autoritarias digitales, alentadas por la pandemia, el modelo chino o la competición geopolítica regional.
Cuando se habla de autoritarismo digital, el caso paradigmático y más presente en los medios de comunicación es China. Pekín ha establecido fuertes sistemas de control de los datos de sus ciudadanos, que le sirven tanto para sus políticas públicas como para controlar a la población y posibles muestras de desorden o protestas. A la vez, lleva ya tiempo restringiendo las fuentes de información online a las que tienen acceso sus ciudadanos. También es capaz de vetar la capacidad de la población china de publicar mensajes en redes sociales o comunicarse digitalmente. Es un control que parece solo al alcance de países muy desarrollados en materia tecnológica. Sin embargo, este autoritarismo digital se está extendiendo a otros Estados de la periferia de China, en especial a los del Sureste Asiático. Tanto países autoritarios como democracias frágiles de la región -incluidos aliados de Occidente en su choque geopolítico con Pekín- están aplicando estas prácticas en el ámbito digital.
Las políticas autoritarias que están llevando a cabo estos Estados del Sureste Asiático pueden dividirse en tres tipos. En primer lugar, se encuentran las prácticas que atentan contra la privacidad de los datos de los ciudadanos, recolectando de manera masiva esta información para ejercer un mayor control sobre la población sin que ésta pueda limitar o dominar su uso y recolección. Es la medida que genera menos fricción, ya que no supone una restricción directa y el ciudadano muchas veces desconoce que está sometido a este proceso. En segundo lugar, están las políticas de autoritarismo digital que limitan la libertad de información, restringiendo las webs o medios de comunicación a los que los ciudadanos tienen acceso. Los gobiernos suelen argumentar que, de esta manera, los protegen de influencias o informaciones malignas o falsas. En tercer lugar, existen medidas que restringen la libertad de expresión y comunicación: vetar el uso de redes sociales, borrar publicaciones de los usuarios, impedir el uso de canales de comunicación o, directamente, cortar Internet a poblaciones enteras.
Estas prácticas autoritarias ya habían empezado hace años en el Sureste Asiático, pero un factor ha hecho que se acelerasen: la pandemia de la Covid19. Diversos análisis apuntan a que múltiples países de la región han usado esta crisis como justificación para incrementar su control digital. Por ejemplo, han crecido las llamadas “leyes de emergencia” que dan todavía más poderes extraordinarios a los Estados para recabar datos o limitar el uso de Internet a sus ciudadanos. Bajo el mantra pretendidamente positivo de combatir las noticias falsas relacionadas con la pandemia, diversos gobiernos han bloqueado todavía más fuentes de ...
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