En su día fueron Atenas, Venecia o Milán. Hoy son São Paulo, Shanghái, Estambul o Barcelona. Grandes ciudades que firman acuerdos diplomáticos internacionales directamente con otros gobiernos, locales o nacionales, sin pasar necesariamente por sus capitales. Los alcaldes o los gobernadores son así los nuevos diplomáticos. “Mientras las naciones hablan, las ciudades actúan”, ha dicho el ex alcalde de Nueva York Michael Bloomberg. “Las ciudades son el gorila en la habitación de los estudios internacionales”, ha escrito Michele Acuto, especialista en el futuro de las urbes de la Universidad de Oxford.

¿Qué hay detrás de la diplomacia de ciudades? Puede ser la concesión de unos Juegos Olímpicos, la reducción de los factores que aumentan el cambio climático, la réplica de modelos sostenibles de éxito o incluso la consecución de la paz o la elusión de una guerra.

He aquí algunos ejemplos de instituciones que fomentan la diplomacia de las urbes.

 

Atomazul/ Fotolia
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São Paulo, diplomacia económica a lo grande

Hace un par de años, São Paulo, la ciudad y el estado al que representa, firmó el establecimiento de relaciones bilaterales formales con Reino Unido y Estados Unidos.

“Se trata de establecer relaciones diplomáticas adaptadas a los nuevos tiempos”, explica Rodrigo Tavares, jefe de la Oficina de Asuntos Exteriores del Gobierno de São Paulo, en Foreign Policy. “La clave para conseguir sus objetivos está en el empleo de la paradiplomacia, o las relaciones internacionales llevadas a cabo por entidades subnacionales”. Entre otros motivos, dice Tavares, la diplomacia debe ejercerse también en la esfera local porque es demasiado caro e improductivo que los ministerios de exteriores lleven a cabo ciertas tareas. “No tiene mucho sentido que, digamos, el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, gaste su tiempo discutiendo sobre concursos internacionales para una línea de metro. En el pasado, la paradiplomacia estaba reservada a regiones que flirteaban con la soberanía nacional, como Cataluña o Quebec. Hoy en día se ha vuelto más universal”.

São Paulo es el estado más rico de toda América Latina. Con 42 millones de habitantes, es por sí mismo la economía número 20 del mundo. São Paulo ciudad, el principal motor económico brasileño, mantiene ya acuerdos internacionales directos, sin pasar por Brasilia, con decenas de países para infraestructuras, seguridad, medio ambiente o educación. “Su gobernador, Geraldo Alckmin, ha firmado 50 compromisos internacionales cada año y ha recibido a más delegaciones extranjeras (450 anuales) y gestionado más programas internacionales de cooperación (150) que ningún otro gobernador regional de América Latina, solo superado por la presidenta brasileña Dilma Rousseff en número de jefes de Estado recibidos”, escribe Tavares.

São Paulo se ha convertido en epítome de la llamada diplomacia-ciudad. Cuenta con más de 50 consulados diseminados por la metrópolis, lo que la posiciona como la ciudad con más cuerpo diplomático del mundo tras Nueva York. Así, es capaz de firmar acuerdos gracias a la catálisis de su propia diplomacia, acuerdos que en otros tiempos habrían sido potestad exclusiva de Brasilia. El Gobierno les ha trasladado parte de las relaciones exteriores. La defensa o la seguridad nacional nunca los va a negociar por su cuenta esta megalópolis, aunque asuntos como los intercambios de estudiantes o las tecnologías sanitarias, sí tienen cabida en su agenda.

 

Estambul y el Consenso del Agua

Estambul es una fascinante megaciudad. La más poblada de Europa, con casi 15 millones de habitantes, está emparedada entre dos mares y dos continentes, siempre entre dos culturas. Esta situación geográfica añadió simbolismo al acuerdo firmado allí en 2009: el que desde entonces se conoce como Consenso del Agua de Estambul.

Rubricado por más de 600 alcaldes y 250 representantes locales y regionales, es una de las más claras muestras de diplomacia de ciudades. Fue iniciativa del alcalde de Estambul, Kadir Topbas, junto con organizaciones como la Red Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (UCLG) o la Asociación de Gobiernos Locales por la Sostenibilidad (ICLEI), que agrupan a miles de Administraciones locales.

El Consenso fue una declaración por la que los firmantes se comprometían a inventariar e intercambiar las mejores prácticas de agua en las grandes ciudades y a buscar soluciones urbanas junto a sus gobiernos sobre el uso responsable del escaso bien, la gestión de desastres relacionados con el agua o el desarrollo de una mejor relación entre el gasto de agua y la comida producida. Desde entonces, ciudades como París, Viena, Incheon o Buenos Aires se han puesto a la cabeza de ese nuevo intercambio diplomático global sobre el agua.

 

Pixelshop/Fotolia
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Barcelona, más allá de la diplomacia independentista

En los últimos tiempos la paradiplomacia barcelonesa se ha venido identificando con los esfuerzos de la Generalitat, con sede en la capital catalana, para promover la causa de un referéndum independentista. Sin embargo, Barcelona lleva tiempo como símbolo de la diplomacia ciudad más allá de este terreno político.

En 2013, por ejemplo, el alcalde, Xavier Trías, firmó con San Francisco un acuerdo diplomático destinado a fomentar el nuevo concepto de moda: la ciudad inteligente. Poco después, Cisco, una de las empresas más importantes del mundo de las Tecnologías de la Información, anunciaba un plan de abrir un centro dedicado al Internet de las Cosas en Barcelona, junto con el gobierno de la ciudad. Con una inversión inicial de 30 millones de dólares, ya hay varias ciudades que han anunciado que aplicarán el marco de ciudad inteligente diseñado en este centro.

Por supuesto, como sede del gobierno de la Generalitat, Barcelona es el epicentro de la paradiplomacia encaminada a la proyección internacional de Cataluña. El mayor símbolo de estos esfuerzos es el de las llamadas embajadas catalanas en el exterior (técnicamente oficinas de representación). En los presupuestos de este año la Administración catalana ha aumentado en 800.000 euros el presupuesto para las delegaciones exteriores. Barcelona pretende abrir nuevas oficinas de representación en China, el Este de Europa, Marruecos y América Latina, además de las delegaciones de Roma y Viena inauguradas este año.

El presupuesto de la Generalitat dedicado a la política internacional ha aumentado en tres millones hasta los casi 20 millones de euros en 2015, de los cuales ocho se dedican a ayuda a la cooperación y el resto, unos 12, a la paradiplomacia.

 

Londres, la paradiplomacia privada

La diplomacia de megaciudades no siempre tiene que ser llevada a cabo por los alcaldes o funcionarios públicos, ni necesariamente orientarse al exterior.

En Londres, la London First es una de las más relevantes organizaciones de diplomacia urbana. Por un lado se trata de un lobby para avanzar los intereses de sus miembros, que son algunas de las más importantes empresas de la City. Entre sus numerosas campañas de diplomacia pública, la más conocida ha sido el intento de lanzar un dominio de Internet propio para Londres, el .london.

Si Londres y su Ejecutivo merecen, además, un puesto destacado en diplomacia urbana es en parte por el desarrollo de los Juegos Olímpicos de 2012, con su siempre polémico y muy mediático alcalde, el conservador Boris Johnson.

En general, la capital británica aglutina alrededor de 700.000 puestos de trabajo que dependen de una u otra forma de empresas extranjeras o del turismo, y por ello ha fomentado una red de embajadas en el extranjero: en Bruselas, en Pekín y Shanghái, en Nueva Delhi y Bombay, en Caracas…

 

SeanPavonePhoto/Fotolia
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Shanghái: diplomacia de ciudad bajo control

Los años que llevaron desde la concesión de la Exposición Universal a la ciudad de Shanghái en 2002 hasta su celebración en 2010 sirvieron a la ciudad china y al Gobierno de Pekín como ensayo de cómo tratar de ejercer la diplomacia ciudad de un sistema rígido y autoritario como el dirigido por el Partido Comunista Chino. La que es capital económica de facto del país iba a ponerse de largo ante la comunidad internacional como una suerte de “zona económica especial”, alejada de las rigideces de Pekín y sus Juegos Olímpicos. Sin embargo, los esfuerzos del gobierno de la ciudad siempre estuvieron controlados y dirigidos desde Zhongnanghai, la sede del Gobierno chino.

Organizaron durante los años previos las llamadas “semanas de Shanghái” en las distintas capitales globales, pero siempre ligadas a la imagen general del país: En Londres, por ejemplo, la semana de Shanghái “Estimulante Shanghái, Espléndida Expo 2010” se organizó al mismo tiempo que una exhibición de bronce chino en el British Museum, según explica Ingrid d’Hooghe, autora del libro Diplomacia Pública China. Estos eventos trataban de atraer a “intelectuales que debatieran sobre el urbanismo sostenible”, pero siempre con la vista puesta a promocionar y mejorar la influencia de China como país en el exterior, concluye.

El propio Gobierno chino utilizó el éxito de afluencia de público de la Expo para sus esfuerzos diplomáticos en el extranjero, asegurando que se trataba de un ejemplo para realizar grandes eventos en el extranjero.

La Expo puso a Shanghái en el epicentro del mundo de la diplomacia ciudad. Ahora se habla del llamado “consenso de Shanghái”, conclusiones sobre el poder de este tipo de relaciones entre ciudades surgido tras el tercer Foro Internacional de Diplomacia Pública celebrado en la ciudad en noviembre de 2014.

El consenso describe las líneas maestras de lo que ha de ser el rol de las ciudades en las relaciones internacionales. Para empezar, es dinámica, e incluye interacciones de abajo a arriba (de la esfera local a la estatal), pero también a la inversa. Sugiere que las ciudades traten de impactar en el sistema internacional a través de los programas de Naciones Unidas. Las ciudades tienen que convertirse también en la interfaz entre los acuerdos entre gobiernos para resolver los problemas globales y la realidad. Se ha de poner al ciudadano como sujeto de estos cambios. Las ciudades suponen, además, el lugar más eficiente para estimular la creatividad de las soluciones a los retos globales. Representan, además, la diversidad y la continuidad necesarias para la aplicación de cambios reales.

 

Las redes de redes: El Comité de las Regiones, Eurocities, la UCGL y el ICLEI

El 55% de la población humana vive en ciudades. Sin embargo, el grueso de la diplomacia entre los Estados y las grandes decisiones internacionales se toman de espaldas a los gobiernos locales: el G20, Naciones Unidas o las cumbres bilaterales. Para presionar en la dirección contraria, hacia lo local, surgen grupos catalizadores de la paradiplomacia, la diplomacia de ciudades y la diplomacia urbana. Suelen reunir centenares o miles de gobiernos o instituciones locales.

En Europa, el Comité de las Regiones (CDR) está formado por 355 regiones y municipalidades europeas. Su misión es la de hacer presión y exponer los puntos de vista locales ante Bruselas: dar a las nuevas legislaciones de la Unión Europea un enfoque cercano, ya sea en cohesión territorial, política económica y social, medio ambiente o gobernanza.

La Red Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos, UCGL, con sede en Barcelona, es especialmente activa ante las grandes organizaciones gubernamentales internacionales. Quieren, por ejemplo, hacer oír la voz de los gobiernos locales en la Agenda Urbana Habitat III, que el año que viene lanza Naciones Unidas y que trata de dar impulso a una agenda global de desarrollo urbano sostenible. En la misma línea, la UCGL hace lobby en el proceso mundial de mejora económico y social conocido como Post-2015, la secuela de la conocida Conferencia de Río +20, basada, en parte, en los Objetivos de Desarrollo del Milenio de reducción de la pobreza, desnutrición, mortalidad infantil o el aumento del grado de escolarización, entre otros. Más de 1.000 ciudades y 112 asociaciones nacionales forman parte de la UCGL, según la propia organización.

La Asociación de Gobiernos Locales por la Sostenibilidad, ICLEI, fundada en Nueva York, afirma contar con más de 1.200 ciudades de 84 países entre sus miembros comprometidos con el desarrollo sostenible y el medio ambiente. Intenta presionar para que las políticas de sostenibilidad globales tenga un diseño local. Es muy activa en los programas marco de Naciones Unidas contra el Cambio Climático, la diversidad biológica, la lucha contra la desertificación y el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.