Shonobiyoru Neo-Kaikyu shakai
(La paulatina transición
a una nueva sociedad de clases)

Hayashi Shingo, 218 págs.,
Heinonsha, Tokio, Japón,
2005 (en japonés)

Japón, que en su día se jactó de ser un país compuesto
mayoritariamente por ciudadanos de clase media, camina de forma manifiesta
hacia una sociedad de clases como la del Reino Unido. Ésa es, al menos,
la tesis defendida en Shonobiyoru Neo-Kaikyu shakai. Hayashi Shingo, redactor
durante 10 años de un periódico dirigido a la comunidad nipona
de Londres y, en la actualidad, escritor en Japón, expone su visión
acerca de esta emergente sociedad de clases utilizando un japonés sencillo
y múltiples ejemplos ilustrativos y esclarecedores.

La victoria electoral de Junichiro Koizumi el pasado septiembre está relacionada
con la tesis de Hayashi Shingo. Las palabras clave: la globalización
y sus consecuencias. El primer ministro planteó los comicios como un
plebiscito sobre la privatización del servicio postal. Y Correos se
ha convertido en un símbolo de la resistencia a la penetración
de la globalización. Se ha presentado como una fuerza que protege los
trabajos de las personas menos competitivas y a las regiones menos boyantes.
Una vez que el principio del beneficio entre en el sistema postal -argumentan
algunos-, el servicio y el empleo en las áreas poco pobladas será sacrificado.

Sin embargo, Koizumi expuso la agenda con un simplista: "O a favor o
en contra de la reforma". Y el resultado fue una aplastante victoria
del jefe de Gobierno, tras una campaña inteligente y astuta. Japón
necesitaba, tras 15 años de estancamiento económico, un líder
que mirara al futuro, y Koizumi lo ofreció. En otras palabras, los ciudadanos
optaron por los proglobalización. Lo que nos devuelve al ensayo de Hayashi
Shingo.

La sociedad de la clase media mayoritaria se desarrolló en Japón
debido a varios factores: dos décadas de rápido crecimiento económico
(de 1955 a 1975), una de las menores diferencias de ingresos entre los empresarios
y los trabajadores, el elevado impuesto de la renta para los que más
ganan, otro de sucesiones casi socialista, por el que los multimillonarios
estaban predestinados a tener descendientes con ingresos medios, y el espíritu
igualitario de la sociedad en general. Diversas causas han forzado su debilitamiento:
el lento crecimiento económico -interrumpido por la formación
y explosión de la burbuja económica entre 1985 y 1991- y
la penetrante globalización que invade todos y cada uno de los sectores
de una economía bastante aislada como la japonesa, sobre todo desde
la crisis financiera asiática de 1997 y 1998.

Una de las consecuencias de todo ello es que el índice Gini -que
mide la distribución de la renta de un país y muestra la desigualdad
económica- de Japón es más elevado que el de Estados
Unidos, una de las sociedades con peor reparto de la riqueza, según
el profesor Tachibanaki de la Universidad de Kioto. Aunque no se tienen en
cuenta algunos recientes cambios fundamentales a la hora de calcularlo, como
la existencia de una población mayor de 65 años cada vez más
reivindicativa y con unos ahorros muy elevados, y el surgimiento de una juventud
alarmantemente numerosa con bajos ingresos que vive en casa de sus padres,
este ranking ha alcanzado valores increíblemente altos. Incluso si se
añadieran estas dos circunstancias, la cruda realidad sigue siendo que
la sociedad nipona tiene cada vez mayor disparidad de rentas.

Koizumi mira al futuro: el líder de Japón cimenta su popularidad en un perfil reformista.
Koizumi mira al futuro: el
líder de Japón cimenta su popularidad en un perfil reformista.

El autor señala la gran importancia de que la educación se adapte
a la realidad. Asimismo, pone de manifiesto cómo la nueva clase media
se debate entre dos estrategias: la protección de sus logros, disuadiendo
a las clases más bajas del esfuerzo de ascender en la escala social,
y la necesidad de construir y moldear constantemente las destrezas de una buena
parte de la clase trabajadora por medio de la educación profesional,
para dar respuesta a los desafíos del progreso tecnológico. Las
dos tibias estrategias han generado una elevadísima población
trabajadora profesional, que no está preparada para adaptarse a la globalización
y la competitividad, y, por otro, a una creciente población desmoralizada,
joven y mayor.

Un detalle: la nueva clase media se ciñe a la tradicional segregación
según la educación recibida. La comunidad japonesa de Londres
observada por el autor es un ejemplo, y recuerda a aquellos fervientes partidarios
de los cuatro estratos (samuráis, campesinos, artesanos y comerciantes)
hasta la restauración Meiji en 1868. El rango social de los japoneses
residentes en Londres depende de la empresa en la que trabajan, cuya categoría
viene determinada por la formación del personal y por la historia y
el prestigio del negocio.

El veredicto del autor es simple: a menos que se detenga la paulatina transición
a esta nueva sociedad de clases y salvo que se garantice la igualdad de oportunidades,
Japón está condenado al fracaso con esta nueva generación
de ciudadanos que ya no tienen ni un ápice de la vitalidad de sus antecesores.

La nueva sociedad japonesa. Takashi Inoguchi

Shonobiyoru Neo-Kaikyu shakai
(La paulatina transición
a una nueva sociedad de clases)

Hayashi Shingo, 218 págs.,
Heinonsha, Tokio, Japón,
2005 (en japonés)

Japón, que en su día se jactó de ser un país compuesto
mayoritariamente por ciudadanos de clase media, camina de forma manifiesta
hacia una sociedad de clases como la del Reino Unido. Ésa es, al menos,
la tesis defendida en Shonobiyoru Neo-Kaikyu shakai. Hayashi Shingo, redactor
durante 10 años de un periódico dirigido a la comunidad nipona
de Londres y, en la actualidad, escritor en Japón, expone su visión
acerca de esta emergente sociedad de clases utilizando un japonés sencillo
y múltiples ejemplos ilustrativos y esclarecedores.

La victoria electoral de Junichiro Koizumi el pasado septiembre está relacionada
con la tesis de Hayashi Shingo. Las palabras clave: la globalización
y sus consecuencias. El primer ministro planteó los comicios como un
plebiscito sobre la privatización del servicio postal. Y Correos se
ha convertido en un símbolo de la resistencia a la penetración
de la globalización. Se ha presentado como una fuerza que protege los
trabajos de las personas menos competitivas y a las regiones menos boyantes.
Una vez que el principio del beneficio entre en el sistema postal -argumentan
algunos-, el servicio y el empleo en las áreas poco pobladas será sacrificado.

Sin embargo, Koizumi expuso la agenda con un simplista: "O a favor o
en contra de la reforma". Y el resultado fue una aplastante victoria
del jefe de Gobierno, tras una campaña inteligente y astuta. Japón
necesitaba, tras 15 años de estancamiento económico, un líder
que mirara al futuro, y Koizumi lo ofreció. En otras palabras, los ciudadanos
optaron por los proglobalización. Lo que nos devuelve al ensayo de Hayashi
Shingo.

La sociedad de la clase media mayoritaria se desarrolló en Japón
debido a varios factores: dos décadas de rápido crecimiento económico
(de 1955 a 1975), una de las menores diferencias de ingresos entre los empresarios
y los trabajadores, el elevado impuesto de la renta para los que más
ganan, otro de sucesiones casi socialista, por el que los multimillonarios
estaban predestinados a tener descendientes con ingresos medios, y el espíritu
igualitario de la sociedad en general. Diversas causas han forzado su debilitamiento:
el lento crecimiento económico -interrumpido por la formación
y explosión de la burbuja económica entre 1985 y 1991- y
la penetrante globalización que invade todos y cada uno de los sectores
de una economía bastante aislada como la japonesa, sobre todo desde
la crisis financiera asiática de 1997 y 1998.

Una de las consecuencias de todo ello es que el índice Gini -que
mide la distribución de la renta de un país y muestra la desigualdad
económica- de Japón es más elevado que el de Estados
Unidos, una de las sociedades con peor reparto de la riqueza, según
el profesor Tachibanaki de la Universidad de Kioto. Aunque no se tienen en
cuenta algunos recientes cambios fundamentales a la hora de calcularlo, como
la existencia de una población mayor de 65 años cada vez más
reivindicativa y con unos ahorros muy elevados, y el surgimiento de una juventud
alarmantemente numerosa con bajos ingresos que vive en casa de sus padres,
este ranking ha alcanzado valores increíblemente altos. Incluso si se
añadieran estas dos circunstancias, la cruda realidad sigue siendo que
la sociedad nipona tiene cada vez mayor disparidad de rentas.

Koizumi mira al futuro: el líder de Japón cimenta su popularidad en un perfil reformista.
Koizumi mira al futuro: el
líder de Japón cimenta su popularidad en un perfil reformista.

El autor señala la gran importancia de que la educación se adapte
a la realidad. Asimismo, pone de manifiesto cómo la nueva clase media
se debate entre dos estrategias: la protección de sus logros, disuadiendo
a las clases más bajas del esfuerzo de ascender en la escala social,
y la necesidad de construir y moldear constantemente las destrezas de una buena
parte de la clase trabajadora por medio de la educación profesional,
para dar respuesta a los desafíos del progreso tecnológico. Las
dos tibias estrategias han generado una elevadísima población
trabajadora profesional, que no está preparada para adaptarse a la globalización
y la competitividad, y, por otro, a una creciente población desmoralizada,
joven y mayor.

Un detalle: la nueva clase media se ciñe a la tradicional segregación
según la educación recibida. La comunidad japonesa de Londres
observada por el autor es un ejemplo, y recuerda a aquellos fervientes partidarios
de los cuatro estratos (samuráis, campesinos, artesanos y comerciantes)
hasta la restauración Meiji en 1868. El rango social de los japoneses
residentes en Londres depende de la empresa en la que trabajan, cuya categoría
viene determinada por la formación del personal y por la historia y
el prestigio del negocio.

El veredicto del autor es simple: a menos que se detenga la paulatina transición
a esta nueva sociedad de clases y salvo que se garantice la igualdad de oportunidades,
Japón está condenado al fracaso con esta nueva generación
de ciudadanos que ya no tienen ni un ápice de la vitalidad de sus antecesores.

Takashi Inoguchi es catedrático
de Ciencia Política en la Universidad Chuo (Tokio) y catedrático
emérito de la Universidad de Tokio, Japón.