¿Perderá el cártel influencia a causa de la producción petrolera de EE UU?

AFP/Getty Images

La versión oficial que salió de la última reunión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP, a finales de mayo es que el aumento vertiginoso de la producción de crudo de Estados Unidos  no es preocupante.

El auge de producción de EE UU es una bendición para las economías de países consumidores, pero para los productores, es decir la OPEP y Rusia, es un remesón al mercado que tendrá consecuencias en el futuro.

La OPEP decidió mantener su cuota de producción oficial en 30 millones de barriles al día, a pesar de la caída de precios que cada vez más afecta a países como Irán (en mayor proporción por las sanciones económicas), Venezuela, Argelia, Nigeria y Angola. La razón es que el mandamás Arabia Saudí tiene margen para aguantar todavía, pero no indefinidamente.

La OPEP en el mejor de los casos se enfrenta a un mercado estable en torno a los 100 dólares el barril de Brent de referencia para Europa y Asia, o 90 dólares el WTI de referencia en el continente americano, aunque la Agencia Internacional de la Energía espera que los precios disminuyan a lo largo de la década otros 10 dólares por barril.

Los síntomas de preocupación se están enraizando. El cártel solo está produciendo en exceso de su cuota en torno a los 450.000 bpd, comparado a los 1.600 millones bpd del mismo periodo en 2012, cuando los precios eran muchos más altos.

El ajuste no es por la ralentización de la demanda petrolera global a raíz de la recesión, sino por el reequilibrio estructural de los mercados energéticos que la producción de gas y petróleo de esquistos de EE UU está catalizando, y los que catalizará globalmente a lo largo de esta década.

Como consecuencia, está debilitándose la capacidad de la OPEP de controlar los mercados, y como mínimo se verá obligada cada vez más a bombear más petróleo a menor precio para proteger sus ingresos y gasto público.

Esto no quiere decir que el cártel será irrelevante. Seguirá siendo el más influyente sobre los mercados, sin duda. Pero el margen de negociación fruto de su crudo y su correspondiente peso geopolítico simplemente perderá fuelle, y mientras tanto la estabilidad política de sus países sufrirá en diferente medida.

 

Razones estructurales

En total, la capacidad de producción mundial aumentará hasta 2018 unos 8,4 millones bpd, según la Agencia Internacional de la Energía, mientras que la demanda de oro negro y sus productos lo hará más lentamente a unos 6,9 millones bpd.

La OPEP también bombeará más, pero la oferta global también se beneficiará de más líquidos que se extraen del gas natural, conocidos por sus siglas en inglés NGL, de una mayor eficiencia de las refinadoras, así como más producción de crudo fuera de la OPEP, sobre todo en Estados Unidos.

Casi todo lo anterior se veía venir desde hace años, pero no el aumento vertiginoso de esquistos de EE UU. Entre 2008 y 2018, la producción estadounidense de petróleo de esquistos, conocido más comúnmente en inglés como shale oil o tight oil, aumentará unos 2,4 millones bpd, mucho más que cualquier otro país.

Está por verse cuánto contribuirá la producción de esquistos en otros países, sobre todo Argentina y China. Además,  sigue siendo incierto cuánto aumentará la demanda por la misma razón que no se sabe cómo y cuándo el mundo superará la crisis.

A pesar de lo que diga la OPEP, la revolución de los esquistos empieza a asemejarse a la de principios de los 80 en el Mar Norte de Reino Unido y Noruega, especialmente, porque la inversión es casi enteramente privada.

Los países de la OPEP tendrán que recalibrar sus estrategias que asumían que el consumo crecería más rápido que la demanda, por unas que se basen en lo contrario.

 

Estabilidad en juego

La OPEP es víctima de sus propias políticas. Sus miembros año tras año aumentan sus requerimientos de gasto público, y eso ha influido en que el equilibrio de oferta y demanda de crudo se haya mantenido estrecho, elevando el suelo para los precios internacionales de petróleo.

Los altos precios han permitido rentabilizar la explotación de reservas fuera de la OPEP, tales como los esquistos de EE UU, pero también las ultraprofundas de Brasil y África, las no-convencionales de Canadá y Venezuela, así como permitir mayor inversión en aumentar la extracción de campos maduros.

Mientras, el crecimiento acelerado de la población fuertemente subvencionada de países del cártel petrolero, además de la preocupación por la estabilidad política interna, están empujando al alza el gasto público y el consumo energético dentro de la OPEP.

El mandamás Arabia Saudí, por ejemplo, quema una cuarta parte de su producción de 9,3 millones bpd, cada vez para generar electricidad, un consumo per cápita que supera a todos los países industrializados. Su demanda de petróleo en relación a su crecimiento económico duplica el promedio global.

Eso inevitablemente quiere decir que para mantener el precio del oro negro en torno a los 100 dólares el barril de Brent que Arabia Saudí necesita para sostener su gasto público y régimen de subsidios, la OPEP tendrá poco espacio para aumentar su producción.

Su influencia sobre los precios disminuye gradualmente, pero tampoco pueden recortar los subsidios porque sería políticamente peligroso para los regímenes que en su mayoría dependen de la inversión pública para mantener la estabilidad social.

La falta de consenso interno amenaza además con debilitar aún más al cártel. Irak contribuirá gran parte al aumento de producción de la OPEP esta década, lo cual de hecho obligará a los saudís a cargar con la mayor parte de la disciplina para no inundar al mercado.

Riad está presionando a Bagdad para que acepte volver a asumir cuotas de producción, pero su Gobierno rechaza de plano limitar de cualquier manera sus exportaciones mientras la reconstrucción del país continúe.

Irán y Venezuela, que tienen un suelo de precios significativamente más altos que los países del Golfo Pérsico presionarán fuertemente para apoyar precios altos, lo cual es de esperarse. En todo caso no se puede anticipar un colapso en los precios, dado que están presionados por los altos costos de producción asociados a los nuevos proyectos.

Pero ahora el ala dura cuenta con el apoyo de los países africanos, sobre todo Angola y Nigeria, los que más se han visto afectados por el aumento de de producción de EE UU, ya que la calidad de su petróleo dulce es la que más se asemeja a la de los esquistos.

Sea como sea, parece que la influencia de la OPEP llegó a su clímax en la antesala de la crisis.

 

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