pakistan
BANARAS KHAN/AFP/Getty Images

 

Baluchistán es la mayor provincia de Pakistán y abarca casi la mitad de la superficie del país, pero la violencia separatista que arrasa la región –a veces denominada la guerra secreta de Pakistán— no capta más que una mínima parte de la atención que atraen las otras crisis del país. Los grupos separatistas, el mayor de los cuales es el Ejército de Liberación de Baluchistán, llevan a cabo una rebelión desde 2007 en esta zona rica en recursos, fronteriza con Irán y Afganistán. Es el quinto levantamiento baluchi desde la independencia pakistaní en 1947, e incluso para lo normal en el país, la provincia parece estar cada vez más fuera de control.

Baluchistán sufrió el mayor número de ataques terroristas de todo Pakistán en 2010, con múltiples bombas en gaseoductos importantes y los asesinatos de colonos procedentes de Punjab que se habían instalado en la región, políticos destacados y empleados de empresas petrolíferas.

La respuesta del Estado paquistaní también ha sido brutal. Un informe de la organizaición Human Rights Watch ha confirmado el asesinato de 150 personas entre enero y junio –sobre todo, jóvenes activos en la política separatista de Baluchistán-, cuyos cuerpos aparecieron abandonados una vez muertos, probablemente a manos de las fuerzas de seguridad paquistaníes. El director de Human Rights Watch para Asia, Brad Adams, dijo que la operación había sido una “batalla campal abusiva” que pone en tela de juicio la “voluntad o la capacidad del Gobierno paquistaní de controlar al Ejército y los servicios de inteligencia”.

La inestabilidad de Baluchistán tiene consecuencias internacionales. Los talibán, que tienen su cuartel general en la capital de la provincia, Quetta, aprovechan los 1.200 kilómetros de frontera de Baluchistán para entrar y salir de Afganistán. Asimismo, la región, muy poco poblada, ofrece refugio a narcotraficantes y grupos rebeldes iraníes. Se cree que la CIA ha lanzado ataques con aviones no tripulados desde bases situadas allí. Y también está India, por supuesto, a la que Islamabad ha acusado en repetidas ocasiones de financiar a los rebeldes, hecho que India niega con vehemencia. El cerebro de los atentados del 11-S, Khalid Sheikh Mohammed, es de etnia baluchi, igual que su sobrino Ramzi Yousef, que planeó el atentado contra el World Trade Center en 1993.

Por ahora, el Gobierno paquistaní se beneficia de la escasa atención que prestan los medios a la región y sus problemas. Pero no va a poder ocultar esos problemas eternamente.