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Las medallistas de oro Yang Junxuan, Tang Muhan, Zhang Yufei y Li Bingjie del equipo de China celebran en el podio después de la final del relevo femenino en estilo libre en el sexto día de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 en Tokio, Japón. (Fu Tian/China News Service via Getty Images)

Los acontecimientos deportivos como los Juegos Olímpicos atraen a millones de espectadores y despiertan el orgullo nacional como pocas otras cosas, pero ¿tienen efectos palpables en la política? El profesor Andrew Bertoli, basándose en los hallazgos de sus investigaciones, nos detalla las repercusiones del deporte en el ámbito político.

Los Juegos Olímpicos reúnen a deportistas, políticos y espectadores de todo el mundo. Son quizá el acontecimiento deportivo que mejor ejemplifica la relación entre deporte y política. ¿Pero cómo se palpa en la práctica esa relación? Las ciencias sociales han estudiado algunos de los aspectos importantes, y a menudo sorprendentes, en los que el deporte puede influir en el mundo político.

 

Deporte y nacionalismo

En el mundo del deporte y la política, el vínculo entre las competiciones deportivas internacionales y el nacionalismo es seguramente el tema más estudiado en los últimos años. Los estudios llevados a cabo demuestran que los Juegos Olímpicos, el Mundial de fútbol, la Champions League de la UEFA, la Copa del Mundo de rugby y los partidos de críquet hacen que la gente se identifique más con sus respectivos países. Incluso Eurovisión vuelve más nacionalistas a los espectadores y, aunque estos sentimientos suelen manifestarse como orgullo nacional, a veces también pueden transformarse en hostilidad hacia otros países.

A partir de estas investigaciones, otros estudios demuestran que el nacionalismo asociado al deporte tiene importantes consecuencias sociales y políticas. Por ejemplo, una investigación reciente reveló que las victorias importantes en la Copa Africana de Naciones reducían los conflictos internos y hacían que los ciudadanos de un país confiaran más en sus compatriotas, incluso los pertenecientes a otras etnias. Otro estudio reciente sobre el fútbol en África ha descubierto que ganar refuerza los lazos entre ciudadanos de un mismo país —cosa que no ocurre con una derrota— y empeora la actitud hacia los refugiados.

Yo, por mi parte, me he dedicado a analizar cómo repercute el nacionalismo suscitado por el Mundial de fútbol en el comercio internacional y los conflictos militares entre países. En un documento de trabajo elaborado con el profesor George Yin, de Strathmore College, presentamos datos que indican que los países son más propensos a experimentar caídas en el comercio bilateral si entran en el sorteo para competir en el Mundial. La explicación parece ser que los países perdedores importan menos de los países que los han derrotado. En ese mismo sentido, otras investigaciones que hice anteriormente demuestran que los países son más propensos a iniciar conflictos militares internacionales cuando se clasifican para competir en el Mundial. Estas conclusiones contradicen la idea generalizada de que el deporte internacional mejora las relaciones entre los países, al menos en el caso del Mundial de fútbol.

 

DeporteRacismo
LA IMAGEN CONTIENE CONTENIDO RACISTA Y OFENSIVO. Un tuit con contenido racista dirigido a la selección de fútbol de Inglaterra el 12 de julio de 2021 en Londres, Inglaterra. (Getty Images)

La espada de doble filo del deporte y la tolerancia étnica

A menor escala, es frecuente elogiar la capacidad del deporte de unir a deportistas y aficionados de toda edad y condición, pero ¿aumenta la tolerancia? Un estudio reciente confirma que la presencia de deportistas inmigrantes que son súper estrellas contribuye a disminuir los prejuicios étnicos y religiosos. El análisis se centró en el asombroso delantero egipcio del Liverpool Mohamed Salah y los autores descubrieron que los delitos de odio y los tuits contra los musulmanes disminuyeron sustancialmente en la ciudad después de que entrara a formar parte del club, en 2017, lo cual hace pensar que la admiración de los aficionados por deportistas con orígenes distintos a los de ellos puede reducir el racismo y la intolerancia. Esta conclusión concuerda con la teoría popular de que algunos jugadores negros de béisbol como Jackie Robinson y Hank Aaron tuvieron gran influencia en el movimiento de los derechos civiles estadounidense porque cambiaron la actitud de sus seguidores blancos.

Sin embargo, esta conclusión tan optimista puede tener un reverso más negativo. Cuando Marcus Rashford, Jadon Sancho y Bukayo Saka, tres futbolistas negros de la selección inglesa, fallaron sus disparos en la decisiva tanda de penaltis de la final de la Eurocopa 2020, en el país se desató una reacción racista. En cierto modo, recordó a la xenofobia de la que fue objeto el entrenador de la selección inglesa Sven-Göran Eriksson por no ganar el Mundial de 2006, y es un oportuno recordatorio de que todavía queda mucho que hacer en la lucha por la igualdad y la tolerancia en el deporte. Lo importante es que los jugadores y entrenadores más conocidos parecen capaces de aumentar o disminuir los prejuicios en función de los éxitos que consiguen.

 

De los estadios a las urnas

Otro ámbito político en el que puede influir el deporte son las elecciones. Este fenómeno quedó demostrado por dos influyentes estudios en Estados Unidos. El primero examinó los condados con equipos populares de fútbol americano universitario. Descubrió que, cuando el equipo ganaba alrededor de diez días antes de unas elecciones, el político que se presentaba a la reelección solía obtener aproximadamente un 3% más de votos. Es decir, el político que quizá habría logrado el 47% del voto después de una derrota del equipo universitario tendía a conseguir el 50% después de una victoria. Los investigadores también analizaron partidos de baloncesto universitario y descubrieron que un resultado sorprendente provocaba un aumento del índice de aprobación del líder, en consonancia con sus conclusiones sobre el fútbol universitario. Otro grupo de investigadores descubrió que, cuando el equipo universitario de Ohio State derrotó al de Oregón en el Campeonato Nacional de baloncesto de 2015, el índice de aprobación de Barack Obama se disparó entre los alumnos de la primera universidad y se hundió entre los de la segunda.

La idea es que, cuando un equipo deportivo obtiene un buen resultado, sus seguidores consideran que las cosas van bien y son más propensos a respaldar al político que ocupa el poder. Mezclan los sentimientos positivos sobre el deporte con los sentimientos sobre el estado de la sociedad en general.

¿Puede influir el deporte en la política en algún otro sentido? En otra ocasión he argumentado que quizá el gobierno británico cometió un error táctico cuando organizó el referéndum del Brexit durante la Eurocopa de fútbol. El entonces primer ministro, David Cameron, quería que los británicos votaran por el internacionalismo y por quedarse en la UE. Pero, como hemos visto antes, las competiciones deportivas internacionales pueden hacer que la gente se identifique más con su propio país y vean a los demás como rivales. En mi opinión, los partidarios del Brexit tuvieron mucha suerte de que la votación se celebrara durante un gran campeonato internacional y con el sentimiento nacionalista agudizado.

¿Seguiría aún Gran Bretaña en la UE si se hubiera fijado la fecha del referéndum para dos meses antes o dos meses después? Es difícil saberlo. Que yo sepa, no hay ningún estudio que haya intentado averiguar exactamente hasta qué punto influyó la Eurocopa en el referéndum del Brexit. Sin embargo, si las cifras son similares a las de los equipos de fútbol americano en Estados Unidos —alrededor del 3%—, es muy posible que la Eurocopa influyera de forma decisiva.

 

Prohibiciones deportivas para cambiar el comportamiento de los Estados

Por último, en la investigación realizada junto con Thandiwe Keet y Aleksandra Smajevic, examinamos si prohibir a determinados países la participación en competiciones internacionales puede hacer que cambien de comportamiento. En algunos casos, parece que sí. Cuando se niega la presencia de un país por motivos relacionados con el deporte, como la discriminación racial o de género en el ámbito deportivo o la injerencia del gobierno en el Comité Olímpico del país en cuestión, da la impresión de que las sanciones son muy eficaces. En cambio, cuando se trata de un objetivo que no tiene nada que ver con los deportes, como conseguir un cambio de régimen o acabar con una guerra, las sanciones deportivas parecen tener poca utilidad.

Nuestro estudio demuestra también que, aunque hasta ahora no ha habido más que una decena de casos de sanciones deportivas a gran escala, los motivos han sido muy variados. Sus objetivos han sido, entre otros, promover los derechos civiles, luchar contra el dopaje facilitado por el Estado, detener las injerencias indebidas del gobierno en el movimiento olímpico, frenar la violencia de los aficionados y aislar a los gobiernos. Aunque algunas conclusiones sobre la relación entre deporte y política parecen inequívocas, no parece que el momento oportuno para vetar a los países siga una pauta concreta.

Mucha gente considera que el deporte es una vía de escape de la política, a pesar de que los estudios demuestran que ambos están inseparablemente entrelazados. Pero todavía hay muchos interrogantes sobre cuándo, dónde y cómo la rivalidad en el terreno de juego influye en el ámbito político. Las investigaciones académicas seguirán dando respuestas fascinantes a estas preguntas en los próximos años, a medida que las competiciones internacionales tengan cada vez más público. Permanezcan atentos.

 

El artículo original ha sido publicado en Insights (IE)

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia