La elegante Unión Europea se pavonea ante un Estados
Unidos tambaleante en la pasarela de la diplomacia mundial.

Según el libro de Michael Flocker que tanto éxito tuvo en 2003,
Metrosexual, guía de estilo: un libro de consulta para el hombre
de hoy
, los símbolos masculinos del siglo xxi deben combinar la
fuerza y la agresividad de Marte con las artes seductoras de Venus. Es decir,
los hombres metrosexuales son musculosos pero elegantes, seguros pero atentos
a su imagen, agresivos pero muy en contacto con su lado femenino. Por ejemplo,
el famoso futbolista británico David Beckham, casado con la ex Spice
Girl pija Victoria Adams. Su cuerpo de deportista y cierta tendencia
al travestismo hacen de él un símbolo sexual para hombres y mujeres
en todo el mundo, sin olvidar que sirvió de inspiración en 2002
para la película Quiero ser como Beckham. Él demuestra
que el contenido, sin estilo, no es nada.

La geopolítica es similar. Los neoconservadores estadounidenses como
Robert Kagan miran con desprecio a los europeos, con su feminidad digna de Venus
y su obsesión narcisista por construir un paraíso burocrático
posmoderno. Se supone que Estados Unidos, por el contrario, encarna a un Marte
viril que impone audazmente la libertad en las zonas más desagradables
del planeta. Sin embargo, mediante el uso combinado del poder duro y su lado
sensible, la Unión Europea ha logrado ser más eficiente –y
más atractiva– que EE UU en el escenario del peso diplomático.
He aquí la Nueva Europa: la primera superpotencia metrosexual
del mundo.

Ilustración

Los metrosexuales saben cómo vestirse para la ocasión
(o la misión). La difusión de la paz en Eurasia beneficia a los
intereses estadounidenses, pero se hace mucho mejor con trajes de raya diplomática
de Armani que con uniformes del Ejército de EE UU. Tras la caída
del comunismo soviético, los ideólogos conservadores de Washington
temían que una Alemania unificada se enfrentase con Rusia por la hegemonía
en Europa central. En cambio, armada sólo con una elegante cartera de
incentivos económicos, la UE ha atraído a muchos de los antiguos
satélites y ex repúblicas soviéticas en el Báltico
y el este de Europa. Hasta Turquía se perfuma con agua de Europa.
Ankara resistió las presiones de EE UU para utilizar sus bases en la
invasión de Irak, pero, para entrar en los vestuarios de Bruselas, ha
tenido que alisar sus imperfecciones más llamativas: abolir la pena de
muerte, dar pasos para resolver la disputa de Chipre y aprobar leyes que protejan
a la minoría kurda. Los metrosexuales pasan mucho tiempo delante
del espejo, pero nunca van de compras solos. Los europeos se han despojado de
la rancia soberanía nacional y exhiben su poder común,
el nuevo look para esta temporada geopolítica. En la Europa
actual, una unión política, económica y militar de unos
450 millones de ciudadanos, una economía de nueve billones de euros y
unos ejércitos compuestos por más de 1,6 millones de soldados,
el todo es superior a la suma de sus partes.

Europa contribuye más a lograr los objetivos de política exterior
de Estados Unidos que el Gobierno estadounidense, y con mucho más estilo.
Éste concibe el poder sobre todo en términos militares, por lo
que confunde presencia con influencia; los europeos lo ven como capacidad de
influencia global. Así, la UE es el mayor donante de ayuda bilateral
del mundo y el mayor importador de productos agrícolas de los países
en desarrollo, lo cual aumenta su influencia en zonas de inestabilidad fundamentales.
Con el uso masivo del poder blando (con elementos como el peso económico
y el atractivo cultural), Europa ha hecho que el duro no sea tan necesario.
La UE de 25 miembros representa casi la mitad de las inversiones extranjeras
directas en el mundo y tiene más influencia que EE UU en países
como Brasil y Rusia. Incluso los Estados proscritos se derriten ante el atractivo
de Europa; basta recordar lo que Muammar el Gaddafi le dijo al primer ministro
británico, Tony Blair, al recibirle en Trípoli en marzo: "Tiene
buen aspecto. Todavía es joven".

La marca "Europa" está copando el mercado. Desde la sostenibilidad
medioambiental y el derecho internacional hasta el desarrollo económico
y el bienestar social, las ideas europeas encajan mejor con los gustos internacionales
y se exportan mejor que sus variantes en EE UU. Incluso la nueva estrategia
de Gobierno de Bush para el "Gran Oriente Medio" está basada
en el modelo de Helsinki, el método europeo para introducir los criterios
sobre derechos humanos en los organismos de seguridad colectiva. Además,
organizaciones regionales como la Asociación de Países del Sureste
Asiático, Mercosur y la Unión Africana están reformando
sus instituciones para adaptarlas más al modelo de la UE. ¡Ojo!,
no hay que dejarse engañar por los pantalones sin pinzas de la superpotencia
metrosexual: Europa no ha perdido poder duro. Pese a carecer
de una estructura centralizada de mando militar, la UE ha encabezado recientemente
operaciones militares en la República Democrática del Congo y
Macedonia, y va a enviar más tropas para apoyar a las alemanas y británicas
en Afganistán. Los países europeos suministran 10 veces más
soldados que EE UU a las fuerzas de pacificación de Naciones Unidas.
A finales de año, la UE sustituirá a la OTAN al frente de las
labores de mantenimiento de la paz y vigilancia policial en Bosnia-Herzegovina,
y pronto estará lista la Fuerza de Reacción Rápida europea,
con 60.000 soldados. En la lucha contra el terrorismo, Europa también
tiene las cualidades más apropiadas: servicios de espionaje excelentes,
con expertos lingüistas y conocimiento de las diversas culturas. Al parecer,
hay agentes franceses infiltrados en células de Al Qaeda, y los esfuerzos
de las policías alemana y española han permitido capturar a numerosos
miembros de Al Qaeda. Tras el 11-M, el nuevo presidente del Gobierno español
declaró que España iba a "regresar a Europa". Está
pasada de moda aquella de la que hablaba el secretario de Defensa de EE UU,
Donald Rumsfeld, la Nueva Europa.

Algunos observadores pueden pensar que la UE es poco más que una imitación
de superpotencia. Pero, igual que los metrosexuales están redefiniendo
la virilidad, Europa está redefiniendo las viejas nociones de poder e
influencia. Pronto veremos en los cines de todo el mundo Quiero ser como Bruselas.

La elegante Unión Europea se pavonea ante un Estados
Unidos tambaleante en la pasarela de la diplomacia mundial.
Parag
Khanna

Según el libro de Michael Flocker que tanto éxito tuvo en 2003,
Metrosexual, guía de estilo: un libro de consulta para el hombre
de hoy
, los símbolos masculinos del siglo xxi deben combinar la
fuerza y la agresividad de Marte con las artes seductoras de Venus. Es decir,
los hombres metrosexuales son musculosos pero elegantes, seguros pero atentos
a su imagen, agresivos pero muy en contacto con su lado femenino. Por ejemplo,
el famoso futbolista británico David Beckham, casado con la ex Spice
Girl pija Victoria Adams. Su cuerpo de deportista y cierta tendencia
al travestismo hacen de él un símbolo sexual para hombres y mujeres
en todo el mundo, sin olvidar que sirvió de inspiración en 2002
para la película Quiero ser como Beckham. Él demuestra
que el contenido, sin estilo, no es nada.

La geopolítica es similar. Los neoconservadores estadounidenses como
Robert Kagan miran con desprecio a los europeos, con su feminidad digna de Venus
y su obsesión narcisista por construir un paraíso burocrático
posmoderno. Se supone que Estados Unidos, por el contrario, encarna a un Marte
viril que impone audazmente la libertad en las zonas más desagradables
del planeta. Sin embargo, mediante el uso combinado del poder duro y su lado
sensible, la Unión Europea ha logrado ser más eficiente –y
más atractiva– que EE UU en el escenario del peso diplomático.
He aquí la Nueva Europa: la primera superpotencia metrosexual
del mundo.

Ilustración

Los metrosexuales saben cómo vestirse para la ocasión
(o la misión). La difusión de la paz en Eurasia beneficia a los
intereses estadounidenses, pero se hace mucho mejor con trajes de raya diplomática
de Armani que con uniformes del Ejército de EE UU. Tras la caída
del comunismo soviético, los ideólogos conservadores de Washington
temían que una Alemania unificada se enfrentase con Rusia por la hegemonía
en Europa central. En cambio, armada sólo con una elegante cartera de
incentivos económicos, la UE ha atraído a muchos de los antiguos
satélites y ex repúblicas soviéticas en el Báltico
y el este de Europa. Hasta Turquía se perfuma con agua de Europa.
Ankara resistió las presiones de EE UU para utilizar sus bases en la
invasión de Irak, pero, para entrar en los vestuarios de Bruselas, ha
tenido que alisar sus imperfecciones más llamativas: abolir la pena de
muerte, dar pasos para resolver la disputa de Chipre y aprobar leyes que protejan
a la minoría kurda. Los metrosexuales pasan mucho tiempo delante
del espejo, pero nunca van de compras solos. Los europeos se han despojado de
la rancia soberanía nacional y exhiben su poder común,
el nuevo look para esta temporada geopolítica. En la Europa
actual, una unión política, económica y militar de unos
450 millones de ciudadanos, una economía de nueve billones de euros y
unos ejércitos compuestos por más de 1,6 millones de soldados,
el todo es superior a la suma de sus partes.

Europa contribuye más a lograr los objetivos de política exterior
de Estados Unidos que el Gobierno estadounidense, y con mucho más estilo.
Éste concibe el poder sobre todo en términos militares, por lo
que confunde presencia con influencia; los europeos lo ven como capacidad de
influencia global. Así, la UE es el mayor donante de ayuda bilateral
del mundo y el mayor importador de productos agrícolas de los países
en desarrollo, lo cual aumenta su influencia en zonas de inestabilidad fundamentales.
Con el uso masivo del poder blando (con elementos como el peso económico
y el atractivo cultural), Europa ha hecho que el duro no sea tan necesario.
La UE de 25 miembros representa casi la mitad de las inversiones extranjeras
directas en el mundo y tiene más influencia que EE UU en países
como Brasil y Rusia. Incluso los Estados proscritos se derriten ante el atractivo
de Europa; basta recordar lo que Muammar el Gaddafi le dijo al primer ministro
británico, Tony Blair, al recibirle en Trípoli en marzo: "Tiene
buen aspecto. Todavía es joven".

La marca "Europa" está copando el mercado. Desde la sostenibilidad
medioambiental y el derecho internacional hasta el desarrollo económico
y el bienestar social, las ideas europeas encajan mejor con los gustos internacionales
y se exportan mejor que sus variantes en EE UU. Incluso la nueva estrategia
de Gobierno de Bush para el "Gran Oriente Medio" está basada
en el modelo de Helsinki, el método europeo para introducir los criterios
sobre derechos humanos en los organismos de seguridad colectiva. Además,
organizaciones regionales como la Asociación de Países del Sureste
Asiático, Mercosur y la Unión Africana están reformando
sus instituciones para adaptarlas más al modelo de la UE. ¡Ojo!,
no hay que dejarse engañar por los pantalones sin pinzas de la superpotencia
metrosexual: Europa no ha perdido poder duro. Pese a carecer
de una estructura centralizada de mando militar, la UE ha encabezado recientemente
operaciones militares en la República Democrática del Congo y
Macedonia, y va a enviar más tropas para apoyar a las alemanas y británicas
en Afganistán. Los países europeos suministran 10 veces más
soldados que EE UU a las fuerzas de pacificación de Naciones Unidas.
A finales de año, la UE sustituirá a la OTAN al frente de las
labores de mantenimiento de la paz y vigilancia policial en Bosnia-Herzegovina,
y pronto estará lista la Fuerza de Reacción Rápida europea,
con 60.000 soldados. En la lucha contra el terrorismo, Europa también
tiene las cualidades más apropiadas: servicios de espionaje excelentes,
con expertos lingüistas y conocimiento de las diversas culturas. Al parecer,
hay agentes franceses infiltrados en células de Al Qaeda, y los esfuerzos
de las policías alemana y española han permitido capturar a numerosos
miembros de Al Qaeda. Tras el 11-M, el nuevo presidente del Gobierno español
declaró que España iba a "regresar a Europa". Está
pasada de moda aquella de la que hablaba el secretario de Defensa de EE UU,
Donald Rumsfeld, la Nueva Europa.

Algunos observadores pueden pensar que la UE es poco más que una imitación
de superpotencia. Pero, igual que los metrosexuales están redefiniendo
la virilidad, Europa está redefiniendo las viejas nociones de poder e
influencia. Pronto veremos en los cines de todo el mundo Quiero ser como Bruselas.

Parag Khanna es especialista en gobernanza
mundial en la Brookings Institution, en Washington (EE UU).